|
Lavado de cara y maquillaje
por Pablo Abdala
|
|
|
El lunes pasado se hizo efectiva la reestructura del gabinete dispuesta por el Presidente de la República. Al momento de comunicar dicha decisión, el primer mandatario pretendió justificarla, fundamentalmente, en la presunta necesidad de separar al partido del gobierno, y en la conveniencia de dotar, al elenco ministerial, de un perfil más joven y técnico.
Probablemente, los más acérrimos defensores del gobierno –que los hay– creyeron. Pero seguramente, los demás ciudadanos –entre ellos, los de diverso origen que votaron al Frente Amplio pero están desencantados– hicieron una lectura diferente y advirtieron, en las palabras del Presidente, el libreto que sirve de sustento a una actuación.
Por cierto, todo gobierno tiene el derecho de realizar los cambios, relevos y ajustes, en su integración, que entienda indispensables u oportunos. Por supuesto, también le asiste la facultad de practicarlos en el momento que juzgue atinado. Claro que, al hacerlo, también tiene el deber de explicar su decisión a la población y, le guste o no, a someterse al juicio de los ciudadanos y a las valoraciones políticas ajenas, entre ellas, las de la oposición.
En el ejercicio de esto último, tenemos la convicción de que el doctor Vázquez no ha sido franco en su expresión. Los fundamentos con los que procuró argumentar las modificaciones al Consejo de Ministros corresponderían –hipotéticamente- a un gobierno que se reformula, después de tres años exitosos, para administrar, en el tiempo final, los logros alcanzados hasta ese momento.
No demandaría demasiado esfuerzo demostrar que, en el Uruguay, nos encontramos en las antípodas de la enunciada situación. Basta con hacer un poco de clínica, y analizar el estado y los resultados de la gestión, en cada una de las seis carteras cuyos ministros fueron removidos, como en el gobierno entero, para confirmarlo.
Es bueno ver algunos ejemplos. En materia de relaciones exteriores, el país ha sufrido el más severo retroceso de que se tenga memoria a través de su historia, lo que estamos pagando con la caída de nuestro prestigio, la pérdida de oportunidades para una imprescindible y adecuada inserción internacional y, aún, el irrespeto que, en los hechos, nos hemos venido a ganar en el contexto regional.
De lo último, el fin de semana pasado tuvimos una prueba adicional a las ya conocidas: Argentina y Brasil acordaron entre sí la complementación energética, incorporando después a Bolivia, conformándose un círculo en el que nuestro país no participa. En cambio, fuimos atando paulatinamente el destino del Uruguay a Venezuela, o a su dominio, generador de una sutil pero firmemente creciente dependencia. Las referidas circunstancias son, en buena parte, responsabilidad del canciller, pero evidencian, a la vez, la ausencia de política energética y, por ende, el fracaso del ministerio respectivo, cuyo titular también será sustituido.
En el tema vivienda es diferente, y no tiene mayor sentido hablar de la falta de una política; eso sería un exceso de benevolencia con el ministro que se aleja. En verdad, el saldo que arroja su tarea –más bien, su pasaje por el ministerio– es la ausencia de viviendas y, en general, de soluciones habitacionales para los compatriotas que las están demandando. Nada se hizo, salvo cortar cintas de las obras cuya construcción inició la administración anterior.
Por cierto, en materia de educación, defensa y ganadería casi no hay excepción. El ministro Brovetto se va sin proyecto de ley educativa –se suponía, pues así se anunció, que esta sería una de las transformaciones más revolucionarias e importantes– y tal frustración es equivalente a la dramática situación de nuestra enseñanza pública, agravada estos años en cuanto a la pérdida de calidad y a la deserción, el abandono, y el ausentismo de estudiantes y docentes. La ministra Berruti, tal vez, sea el único caso que se compadece enteramente con aquello de rejuvenecer el gabinete, por su senectud. Y Mujica… “como te digo una cosa te digo la otra”; tal su lema.
Por lo tanto, no es cierto lo que dijo el Presidente. ¿Cómo se hace para separar al Frente Amplio del gobierno? ¿De qué vamos a debatir con nuestros adversarios, en la próxima campaña, si no es de los resultados del gobierno, además de las propuestas de futuro? Los cambios ministeriales son, pues, la respuesta al desgaste evidente que la actual conducción ha experimentado, y a la insatisfacción que en la gente han generado los errores cometidos y las promesas no cumplidas. El Presidente ha leído las encuestas y, a esta altura, sólo le queda intentar un maquillaje, previo lavado de cara. Claro que, con eso solo, no alcanza.
Comentarios en este artículo |
|
|