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Año V Nro. 276 - Uruguay,  07 de marzo del 2008   
 

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Fernando Pintos

El testimonio de Juan Vives:
documento con llamativa vigencia
  
por Fernando Pintos

 
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          Ahora que Fidel Castro está bien muerto y enterrado, a pesar de ese ridículo vodevil mediático que ha improvisado la Nomenklatura cubana, en su pánico cerval frente a una eventual explosión libertaria en la desdichada tierra mátir del apóstol Martí —es de prever que una vez desencadenado, ese pueblo podría dar, a todos ellos, un final muy parecido al que sufrió Benito Mussolini en 1945—, quiero compartir con ustedes una de las grandes entrevistas/reportaje que realicé cuando todavía estaba en Uruguay. Corría el año de 1984 y aquél era «el Uruguay del Proceso», un país y un tiempo que, vistos ahora y comparados con el ahora de este país desgobernado por los compañeritos y camaraditas del Frente Amplio/Encuentro Progresista, parecerían asemejar con un remanso de paz y prosperidad. En aquel momento, se desarrolló en Montevideo un Congreso Mundial y ahí me fue posible entrevistar a Juan Vives, disidente cubano exiliado en Francia y un talento destacado, tanto en el periodismo como la literatura. Aquel trabajo periiodístico, titulado «Juan Vives, un auténtico y valiente testigo de la entrega de Cuba al comunismo», se publicó en la edición Nº 15 (viernes 30 de marzo de 1984) del semanario «Nueva República», y estaba encabezado por una frase de José Martí que, extrañamente, parecía vaticinar el negro futuro que aguardaba a su país en la segunda mitad del siglo XX:

«…A veces ruge el mar,
y revienta la ola,
en la noche negra,
contra las rocas del
castillo ensangrentado…
A veces susurra la abeja,
merodeando entre las flores».

          Para reproducir esta entrevista/reportaje respetaré en lo posible la tipografía con que fue publicada. Ahora, señalaré un detalle sugestivo: el texto mantiene vigencia absoluta y demuestra un conocimiento profundo del entrevistado sobre la realidad geopolítica de aquel momento. Y tanto así, que en los primeros meses de 1984 Juan Vives estaba anticipando el colapso de la URSS y sus satélites en 1991. Pasemos entonces a la extensa entrevista/reportaje, que comenzaba de la siguiente manera:

          «… Con sólo diecisiete años, Juan Vives luchó junto al Che Guevara en la Sierra Maestra, contra las fuerzas del dictador Fulgencio Batista. Su brillante actuación como revolucionario de primera línea, le valió la promoción a cargos de importancia y responsabilidad, después del primero de enero de 1959, cuando la atormentada isla del Caribe trocó un tirano por otro, sin saberlo en aquel momento… Poco después, este hombre corpulento y de mirada franca tuvo a su cargo una importante misión en la DGI, el famoso Servicio Secreto cubano. Precisamente allí comenzó un largo proceso que lo llevaría a la disidencia y al viraje ideológico, una vez que estuvo absolutamente convencido de los nefastos resultados de la política entreguista de Fidel Castro, transformado rápidamente en obediente cipayo de los imperialistas moscovitas.

          Esta radical transformación, llevó a Juan Vives a un enfrentamiento con las jerarquías castristas, acarreándole primero una persecución silenciosa, y luego el tránsito a las mazmorras de ese régimen policial. Pero, felizmente, hacia 1979 ciertas circunstancias confluyeron para lograr la liberación de Vives: su esposa francesa trabajaba sin fatigas en París para arrancarlo de las garras del comunismo, y el Presidente Valery Giscard D´Estaing decidió intervenir personalmente. A su vez —ironía suprema—, Fidel Castro deseaba promover una imagen “democrática y humanista”. Por ello, ese mismo año (1979) Vives fue liberado y pudo viajar a Francia, donde radicó definitivamente, con su señora y dos hijas. Poco después (1981), publicó un libro que rápidamente se transformó en best-seller a nivel mundial: “Los amos de Cuba” donde se brinda una aguda visión de los trasfondos, falencias y sordidez de uno de los regímenes totalitarios más crueles del siglo XX. Pero eso no bastaría. Juan Vives rechazaba ser un espectador más o menos pasivo de la gran tragedia que enluta día tras día su patria y amenaza con devorar el mundo en un par de décadas más. La lucha contra el imperialismo comunista se convirtió en una de las metas esenciales para este hombre brillante y sufrido, para este batallador infatigable cuya personalidad reúne dos facetas que raramente confluyen: el intelectual y el hombre de acción.

          De tal guisa, actualmente Juan Vives escribe libros, dicta conferencias y publica artículos periodísticos de alto nivel, no sólo en esa Francia que se ha transformado en su segundo hogar, sino también en casi todo el Hemisferio Occidental. Fue una suerte encontrarlo en el marco de una importante convención recientemente realizada en Montevideo y, como consecuencia de ello, tener la posibilidad de entrevistarlo en profundidad sobre temas de lamentable actualidad. Porque cada día que pasa, la escalada comunista aumenta contra los países occidentales, adhiriendo a diversas formas, caras (o máscaras) y estilos… Porque hoy día, vivimos un punto álgido de esa Tercera Guerra Mundial —no convencional, claro— que se inició con el fin de la Segunda Gran Guerra… Porque, en el marco de esta lucha ciclópea librada a nivel planetario, así como en los cuerpos, mentes y almas… En este inmenso conflicto de ribetes cosmogónicos, donde el Bien y el Mal se enzarzan en la batalla final, Juan Vives es un valeroso, incansable guerrero en nuestras filas…Y en vista de ello, tiene mucho que decir al respecto.

          —Usted participó en la Revolución cubana, distinguiéndose pese una extremada juventud y alcanzando posiciones de destaque dentro del Régimen iniciado en enero de 1959. Llegó inclusive a ser uno de los personajes importantes del Gobierno cubano. Uno de esos personajes que mueven efectivamente los hilos tras bambalinas. ¿Por qué decidió abandonar la Cuba de Castro?
          —En un régimen socialista, el ciudadano se encuentra oprimido, asfixiado por una serie de restricciones que ustedes, habitantes de países donde reina una libertad total o parcial, no pueden ni imaginar. El ciudadano de un país como ése, es simplemente un número al servicio de un Estado que no tiene ni frenos ni vallas. Un Estado súper poderoso; un Estado que no reconoce límites a sus potestades. Un Estado para el cual los derechos humanos son letra muerta. La Policía política está constantemente al acecho, y los delatores pululan por todas partes. Los hijos delatan a los padres y hasta los esposos se miran con mutua desconfianza. Los problemas económicos son totales, absolutos. Nunca como en el seno de una sociedad comunista, se puede sentir patentemente qué tan lobo del hombre es el hombre… Porque las diferencias de clase resultan abismales, aunque parezca mentira. Estos modernos adoradores del profeta Karl Marx han revertido totalmente la dialéctica marxista y las promesas utópicas del marxismo. Las sociedades marxistas son una farsa trágica. Le explico: en cualquier país de Occidente, más o menos avanzado económicamente, las diferencias de poder adquisitivo entre un obrero y un directivo de empresas son, aproximadamente, de uno contra ocho. Por cada dólar que gana el obrero, el otro recibe ocho. Pero en Cuba o la URSS, estas diferencias son abismales. Cuando un obrero gana un peso o un rublo, el equivalente comunista al ejecutivo occidental (esto es, un funcionario del Partido, un funcionario del engranaje estatal) gana cien o más pesos, cien o más rublos… La diferencia pues, es de uno contra cien, o más aún. Los capitostes comunistas son omnipotentes y no tiene el menor freno a sus apetitos o caprichos, y personajes como un Tacho Somoza, un Trujillo o un Fulgencio Batista, palidecen con la comparación. Leonid Brezhnev coleccionaba autos de lujo, y si lo hubiese deseado, podría haber coleccionado naves espaciales… Ahora, en el marco de un régimen de este tipo se dan grados o escalas. Y los peces grandes, como Rusia y China, se comen a los peces chicos, como Polonia, Albania, Checoslovaquia, Lituania, Hungría… Y Cuba. El Comunismo es el mayor mito político y económico del Siglo XX, pero es un mito infame y con pies de barro. Es, simplemente, el monopolio de una sociedad, para el capricho y el provecho de unos individuos. Y eso resulta inaceptable para cualquier persona civilizada, cualquier persona con cierto criterio. A nadie le gusta ser un títere, a nadie le gusta ser esclavo… A mí no, al menos.


          Entre 1930 y 1933, el presidente de Cuba Gerardo Machado se convirtió en dictador. El 12 de agosto de 1933, el Ejército lo depuso, sustituyéndolo por una Pentarquía que cesó el 4 de septiembre de ese año, al asumir la Presidencia el profesor Ramón Grau San Martín. El 17 de enero de 1934 (enero es fatídico para Cuba) Grau fue depuesto por un golpe militar digitado por Fulgencio Batista, quien pasó a ser el centro indicativo del poder, como Comandante Supremo de las Fuerzas Armadas. El primero de junio del 40, Batista resultó elegido Presidente como candidato de una coalición política apoyada por los comunistas. En junio de 1944, el candidato de Batista cayó derrotado electoralmente por el “Partido Auténtico”, y Ramón Grau San Martín asumió la Presidencia. Había culminado la Primera Era de Batista. Y comenzaba una democrática, con ocho años de gobierno de los “auténticos”. Un interregno de paz, prosperidad y problemas tan diversos como profundos.


          —Estábamos en el proceso que le llevó a abjurar de la fe revolucionaria, de la fe en ese ídolo con pies de azúcar (aún más frágiles que los de barro) que es Fidel Castro. ¿Cómo y cuándo se produjo esa apostasía?
          —Como muchos jóvenes en todo el mundo y todas las épocas, resulté fascinado por el aura de romanticismo que subyace en cualquier rebelión que enfrenta a un poder tiránico como el de Batista. Mi abuelo había soñado con las hazañas del gran revolucionario italiano Giuseppe Garibaldi. Yo tuve un sueño que se llamó libertad, y la vía más segura parecía ser Fidel Castro con sus revolucionarios de la Sierra Maestra. Claro que, por entonces, a nadie en Cuba le entraba en la mente la monstruosidad que estaba incubando el negro destino hacia el que se precipitaba el país con pasos agigantados… Después aún de 1961 (Cuando Castro se declaró abiertamente marxista-leninista) seguí, como tantos otros, al pie del cañón, sin abandonar el barco pese a la evidencia de su rápido hundimiento. Pero la radicalización del proceso revolucionario hizo que mis dudas crecieran día a día. Y mi ruptura personal con el Régimen se produjo en 1965… Estaba en el Congo con el Che Guevara, ayudando a las guerrillas, cuando nos abandonaron en la selva sin ninguna ayuda, como material desechable, ni más ni menos. Entendí entonces que solamente éramos títeres del Kremlin, que servíamos a sus intereses imperiales como vulgares cipayos, que sólo representábamos carne de cañón barata y recambiable en el esquema imperialita de Moscú. Comencé a hacerme preguntas y a plantear desde entonces mi reticencia a las iniciativas del castrismo. El hecho de casarme con Annie, mi actual esposa, de nacionalidad francesa, empeoró aún más el panorama. Comenzaron las persecuciones. Había caído en desgracia, y caer en desgracia dentro de un régimen totalitario es la experiencia más atroz del mundo. Vinieron entonces las detenciones, y las consiguientes reclusiones por períodos más o menos prolongados.

          —¿Cómo se fue dando ese proceso de marxistización que desembocó en la deplorable realidad cubana de nuestros días, y que lo llevó a tomar conciencia del carácter intrínsecamente perverso del Castrismo y sus amos soviéticos?
          —La revolución cubana es un fenómeno extraño, que pasará a la historia como uno de los mitos políticos más persistentes de la segunda mitad de esta Centuria. Al triunfar los rebeldes sobre Batista en 1959, los intelectuales de todas las corrientes creyeron encontrarse con “El Dorado” político, una extraña región ideológica a mitad de camino entre dos siglas mundiales: USA y URSS… Desdichadamente, todo fue un espejismo. Fidel Castro vendió Cuba y su revolución al comunismo soviético, que instaló allí un sistema aún más feroz que el peor estalinismo de los años treinta. Durante un cuarto de siglo se ha manejado la falacia de que Fidel, sometido a presiones y medidas represivas americanas, debió volcarse hacia el lado ruso… Pero ahora se sabe que esto no tiene el menor asidero histórico, ni la más mínima seriedad porque Castro, desde su época de estudiante, estuvo ligado al Comunismo. Porque pocos días después de casarse, en 1948, Castro partió hacia Colombia, donde participó en el famoso “Bogotazo”, como organizador. Su hermano Raúl Castro era miembro de la Juventud Comunista desde 1947, al igual que muchos de los principales líderes guerrilleros: Camilo Cienfuegos, Carlos Rafael Rodríguez, Flavio Bravo, y muchos otros. Pero indudablemente, el aspecto más desconocido es la sistemática empresa de exterminio de todos los elementos no comunistas y anticomunistas. De tal manera, la mayoría de los combatientes de la guerrilla que ayudaron a conseguir la victoria, fue fusilada, terminó en prisión o fue a parar al exilio, y hoy se pueden contar con los dedos de las manos a los dirigentes cubanos que no eran miembros del Partido Comunista antes de la Revolución. Y doy un ejemplo patente: el Directorio del movimiento estudiantil “Trece de mayo”, surgido en la Universidad de La Habana y que atacó el palacio presidencial para eliminar a Batista, vio a sus miembros perseguidos de tal manera, que un año después que el Comunismo se apoderara del país, debió abrir un frente de combate en la Sierra de Escambray, y luchó hasta el fin, sin recibir ayuda de ningún tipo desde el exterior… Con el apoyo soviético, Fidel Castro ahogó en sangre a esta guerrilla que se negaba a ver el Comunismo implantado en Cuba. Y el balance es aterrador. Durante 1961, más de diez mil hombres fueron fusilados, y si bien no existen cifras oficiales respecto a los desaparecidos, es posible que el número real esté situado en veinte mil. Más aún, cincuenta y tres mil familias de campesinos fueron evacuadas por la fuerza, acusadas de colaborar con las guerrillas anticomunistas. Este exilio forzoso, ha convertido una de las regiones más ricas de Cuba —La Sierra de Escambray—, en una zona improductiva, invadida por la selva tropical.


          Entre 1944 y 1952, el gobierno ejercido en Cuba por el Partido Auténtico, se deterioró rápidamente. Cundió la corrupción administrativa, se extendieron el favoritismo y nepotismo desenfrenados. Proliferaron escándalos de todo tipo. En mayo del 47, Eduardo Chibás (fiel seguidor de Grau San Martín) se escindió, formando el Partido Ortodoxo, basado en los más genuinos ideales de los “auténticos”. Pero, en 1948, Prío Socarrás, candidato del gobierno, fue elegido Presidente y, aunque la corrupción atemperó en parte, la lucha con los ortodoxos se intensificó. Dramáticamente, el 5 de agosto de 1951, luego de un debate televisivo con el ministro de Educación Sánchez Arango, Eduardo Chibás se disparó un balazo al término de un discurso radial, y murió diez días después. A esto siguió una acalorada campaña para las elecciones, donde “auténticos” y “ortodoxos” presentaron dos candidatos tan honestos como carentes de carisma: Carlos Hevia y Roberto Agramante. Fulgencio Batista volvió del exilio y encabezó una coalición política, pero los sondeos de opinión pública lo colocaron como perdedor. Pero no perdió. El 10 de marzo de 1952 dio su segundo golpe de estado. Tomó al país de sorpresa, y la resistencia fue mínima. Pero se abrió un período de latente descontento popular y fermentos revolucionarios de todo signo. El camino estaba expedito para la irrupción de un nuevo actor en esta tragedia: Fidel Castro Ruz.


          —¿De qué maneras se fue radicalizando el proceso de degeneración de la revolución cubana, a partir de 1961? ¿Cuáles fueron los aspectos más ominosos pero menos conocidos de esta sangrienta farándula, de esta terrible farsa manejada por la Unión Soviética a través de ese dócil sirviente que ha sido Fidel Castro?
          —Podría mencionar en primer término los campos de concentración del castrismo. Algo que los ardientes defensores de la Cuba comunista se cuidan muy bien de mencionar. Desde 1960 fueron creados campos de trabajos forzados, con cuyos prisioneros se trabajó principalmente en el rubro de la construcción. Hoy, existen decenas de campos de trabajo —podemos llamarlos mejor “de concentración”, al mejor estilo hitlerista—, donde miles de personas condenadas por motivos políticos son sometidas a trabajos forzados, consistentes en más de 18 horas de labor diarias, sin feriados ni descansos; sin comodidades siquiera mínimas y, para peor: con una deficiente alimentación. En 1959 Cuba tenía seis millones y medio de habitantes. Desde entonces hasta 1984, han pasado por estos campos infamantes y por todas las prisiones y mazmorras diseminadas por mi país, más de 400 mil cubanos, acusados por “delitos políticos”. Un promedio de dieciséis mil por año… Y actualmente, más de un millón de cubanos viven en el exilio, a pesar de la odisea que representa escaparse de ese inmenso Gulag que es mi patria.

          —Pero la gente tiene mala memoria. Generalmente, la izquierda tiene mala memoria… Para lo que le conviene, claro. Aquellos púdicos defensores de los derechos humanos de los nordvietnamitas (en la década de 1960), ahora callan discreta y virtuosamente ante los millones de víctimas masacradas por el criminal comunismo camboyano. Apartan la vista, con delicadeza, de los millares de afganos rociados con napalm por las hordas del Kremlin… Y voltean sus educados rostros para no ver ni recordar las malandanzas del “enfant terrible” del Comunismo internacional, Fidel Castro. Por eso, y en nombre de esa Humanidad vejada y torturada diariamente por el comunismo en cualquier meridiano o paralelo, le pido que narre algo más de los horrores con que Fidel Castro sembró (y sigue sembrando) la patria de José Martí.
          —Para hablar hay mucho. Demasiado. Horas hablando y sin desnudar ni la décima parte de las iniquidades volcadas por Fidel Castro sobre un pueblo indefenso. Por ejemplo, está el caso de la U.M.A.P. (Universidades Militares de Ayuda a la Producción), nombre reservado a los campos de trabajos forzados donde fueron enviados todos los varones que afirmaban tener creencias religiosas… Y mezclados con ellos, los homosexuales y todos los que podían estar en desacuerdo con el sistema… Mezclados, además, con los delincuentes comunes. Allí, cerca de un cuarto de millón de cubanos tuvo que soportar todo tipo de vejaciones y torturas físicas, mentales y morales, bajo criterios que no son reconocidos por ninguna ley internacional. En los Archivos de la Comisión de Derechos Humanos de ONU están los antecedentes de este asunto que, gracias a las presiones internacionales, fue cerrado y guardado bajo llave en 1968. Pero por más que quieran echarle tierra al asunto, por más que quieran ocultar este crimen de lesa Humanidad, ahí están en Cuba los prisioneros políticos más antiguos de todo el continente americano. Ahí malviven miles de hombres que, desde 1959, se han negado a aceptar el imperio del comunismo en Cuba. Y viven sometidos al régimen carcelario más duro e inhumano que uno pueda imaginarse. Viven castigados, hambreados, humillados; sometidos a un entorno muy parecido al mismísimo infierno del Dante. Y el mundo lo sabe, pero calla.


          La toma del poder por parte de Batista en marzo del 52, abrió un período de inestabilidad política, descontento popular, debilitamiento de los partidos políticos democráticos, y florecimiento de grupos revolucionarios: Movimiento Nacional Revolucionario, Movimiento de Liberación Radical, Directorio Revolucionario, Organización Auténtica y el Movimiento 26 de julio, de Castro. El 11 de abril de 1953, el Movimiento Radical Revolucionario de Rafael García Bárcena realizó un intento frustrado de tomar el Campamento militar de Columbia, principal reducto de Batista. El 26 de julio de aquel mismo año, Fidel Castro dirigió un sangriento y fallido ataque contra el Cuartel Moncada, cayendo prisionero junto con varios de sus compañeros. El 16 de octubre de 1953. Castro fue sentenciado a quince años de cárcel (ante el Jurado, teatral y megalomaníaco, espetaría su ahora famosa frase, “la historia me absolverá”); pero el 13 de mayo de 1955 fue liberado, gracias a una amnistía especial. El 19 de julio de aquel mismo año Fidel Castro partió de Cuba hacia México, jurando antes que: “en 1956 seremos libres o seremos mártires”.

          —Para mantener un status de ese carácter, en cualquier lugar donde habiten seres humanos, se hace necesario un aparato represivo de magnitud, y una actividad represiva de proporciones totales. ¿Cómo se manifiesta este fenómeno en Cuba?
          —La represión interna en Cuba es realmente bestial. Impresionante. Basta que el régimen se sienta amenazado en los más mínimo, para desatar una represión total, inhumana. Por la mínima expresión contra el gobierno castrista, la gente recibe veinte y treinta años de cárcel… Y en los últimos tiempos se habla mucho de Polonia, pero yo le puedo asegurar que Cuba ha estado bajo un régimen mucho peor durante un cuarto de siglo, y no se ha dicho ni la décima parte de lo que se habla con referencia al régimen polaco. Fíjese que en determinado momento, porque había una conferencia de naciones no alineadas en La Habana y Fidel Castro necesitaba dinero de aquellos que en su jerga llama “gusanos”, o sea los cubanos exiliados, decidió dejar salir algunos miles de prisioneros. Pero, claro, los dejó salir mezclados con delincuentes comunes. Es decir, trató de sacarse los que consideraba como indeseables o desechables “totales” de encima, y ganar todavía dinero por ello. Hizo un buen negocio. Y los tontos que esperaban una apertura o una democratización luego de este gesto, se quedaron con las ganas. A continuación, el régimen cubano se endureció, se hizo más rígido y cruel que antes, si es que esto cabe.

          —Hemos hablado mucho de algunos de los aspectos más directos del régimen de opresión instaurado por el comunismo en Cuba. Pero quisiera que usted relatara cómo se desarrolla allí la vida lisa y llana, el devenir cotidiano para un simple ciudadano.
          —La situación del ciudadano común es lamentable. Carece de libertad y de confort. Sólo le piden que trabaje y trabaje, que produzca y produzca. Pero ninguna gratificación a tanto esfuerzo. No se puede tener a un pueblo un cuarto de siglo solamente hablando de trabajo voluntario y de aumento de la producción. Con el tiempo, la gente comienza a quejarse. Hay descontento. En Cuba, un ciudadano común tiene derecho a tres cuartos de libra de carne (unos 325 gramos) dos veces al mes. Desde 1960, todos los productos alimenticios son sometidos a unas cuotas que casi siempre resultan insuficientes, ridículas. Y hay entonces que recurrir al Mercado Negro. Y son 25 años de “Paraíso” que arrastra Cuba sobre sus espaldas. Pero la situación sigue incambiada porque el país resulta expoliado por la URSS y sus aliados europeos, que se llevan las materias primas cubanas: azúcar y níquel principalmente, por lo general a precios irrisorios. Hasta la carne producida en Cuba se llevan. Y a cambio, venden a Cuba toda la basura producida en el campo socialista, es decir, mercaderías de ínfima calidad, a muy buenos precios, a precios abusivos. Y Cuba pierde en esos intercambios comerciales pírricos, porque debe solventar un gigantesco presupuesto armamentista. En armamentos que venden la URSS y sus aliados, se va el 40% del producto nacional bruto cubano, cada año…


          Noviembre de 1955: Castro y el “Che” Guevara se conocen en México. Un año después, en noviembre de 1956, parte la expedición del Granma ( 82 hombres) hacia Cuba, adonde arriban el 2 de diciembre. El 24 de febrero de 1957 The New York Times publicó el primero de una serie de tres reportajes de Herbert Matthews, quien entrevistó a Castro en la Sierra Maestra. Estos artículos dieron a la revolución castrista publicidad mundial inmediata… El 12 de julio de 1957, Castro lanza el Manifiesto de Sierra Maestra, promesa democrática moderada con bases políticas inmediatas. Entre 7 y 10 de marzo del 58, la Dirección Nacional del “26 de Julio” se reunió con Castro en la Sierra Maestra, y la revolución se radicalizó. En junio del 58, las fuerzas rebeldes al mando de Raúl Castro secuestraron ciudadanos americanos y confiscaron propiedades estadounidenses en la provincia de Oriente; el cónsul americano en Santiago debió negociar con los rebeldes (¿En Washington no se enteraron?)… Y en julio de 1958, el líder comunista Carlos Rafael Rodríguez se reunió con Castro en la Sierra (la CIA siguió sin enterarse). En octubre, fuerzas comandadas por los comunistas Camilo Cienfuegos y Ernesto Guevara llegaron a Las Villas, en el centro de Cuba. El 31 de diciembre, Batista huyó de Cuba. El 1º de enero de 1959 se estableció un gobierno encabezado por el Juez Urrutia. El 16 de enero, en un discurso pronunciado en La Habana, Fidel Castro negó ser comunista. El 17 de julio de 1959, Castro denunció por televisión al Presidente Urrutia. La causa: el mandatario había repudiado a los comunistas. El 2 de diciembre de 1961, Castro habló para la televisión. Nuevo parlamento histórico: “Soy marxista leninista, y seré marxista leninista, hasta el último día de mi vida…” El telón había caído.


          —Al comienzo de esta entrevista, usted habló de las abismales diferencias existentes en el seno de una sociedad comunista. Diferencias que rigen entre una minoría de privilegiados y una mayoría depauperada de desheredados y explotados sin esperanza. ¿Cómo se traduce esto para la realidad cubana? ¿Cómo rigen esas diferencias y privilegios en ese país tan caro para los “progresistas” del mundo Occidental?
          —La nomenklatura cubana no tiene problemas materiales. Tampoco los tienen los amigos y favoritos de Fidel Castro. Los invitados del tirano para pasar las vacaciones en la isla, se lo pasan de lo más bien. Y es que la élite de la dirigencia cubana no tiene que sufrir ni por asomo todos los problemas impuestos al pueblo por el socialismo a la cubana. En camiones especiales les llevan a sus casas suministros de primera categoría. Nada falta allí: ni licores, ni los mejores vinos extranjeros. Las tiendas reservadas a los turistas y al cuerpo diplomático, están siempre abiertas para los privilegiados. Escuelas especiales reciben a sus hijos, y las residencias de la antigua alta burguesía están ahora ocupadas por esta nueva clase que viaja en autos lujosos con choferes privados, mientras el pueblo lo hace hacinado como ganado en el escaso y precario transporte colectivo. También los nuevos privilegiados disponen de personal de servicio (aunque teóricamente, en una república “socialista” no debiera existir esta actividad), pero al pueblo se le exige más trabajo. Siempre más. El nepotismo está al orden del día. Fidel Castro acumula títulos y las más altas funciones políticas, económicas y militares, por lo que me recuerda a Mussolini, por ejemplo. Su hermano Raúl no se queda atrás: Ministro de las Fuerzas Armadas, Presidente de la Comisión de Seguridad del Estado a nivel del Comité Central del Partido Comunista… Y Vilma Espín, esposa de éste, es Presidenta de la Federación de Mujeres Cubanas, Ministro de la Industria Alimenticia, Miembro del Comité Central del Partido Comunista, y otros títulos rimbombantes… Hasta Fidelito, el hijo del dictador, comienza ya a cosechar títulos: fue nombrado recientemente presidente de la Comisión de Energía Atómica…

          —Algo así como lo que relata Gabriel García Márquez en “El otoño del Patriarca”, ¿no le parece?
          —Precisamente, igual. Pero sin que nadie lo señale o critique, claro. Cuba es ya un caso de nepotismo superlativo o, si usted lo prefiere así, un verdadero affaire de familia.

          —Pero, el nepotismo de Cuba o de cualquier país comunista, evade los moldes tradicionales por donde ese viejo vicio ha discurrido en nuestra Latinoamérica patriarcal. El nepotismo de nuestras sociedades tradicionales es improvisado, manirroto, carente de cálculo y previsión, totalmente alejado de la precisión matemática, de la frialdad aritmética con que se aplica en una sociedad comunista, en cualquier país comunista. En Cuba, por ejemplo.
          —Claro, porque todo régimen marxista, por esencia totalitario, es frío e inhumano. Recuerde usted lo que pasó en abril del 80, cuando se suprimió por algunas horas la guardia armada de las embajadas latinoamericanas de La Habana, por razón diplomática. Más de diez mil personas penetraron en la Embajada del Perú, solicitando asilo. Esto demuestra a las claras la desesperación del pueblo cubano y su deseo de huir. A continuación, Fidel Castro quiso montar un bluff, y anunció que todos los que querían partir serían libres de hacerlo… Imagine usted cuánta gente se habrá negado a presentarse por temor, por miedo a quedar señalada; por pánico a la evidente maniobra del Régimen… Y sin embargo, pese al miedo y al terror, un millón y medio de cubanos presentó su solicitud. Pero sólo unos cien mil fueron autorizados a salir del país. Y Castro no perdió la oportunidad de mandar cientos de delincuentes, y de vaciar inclusive los manicomios.


          Desde 1979 Juan Vives reside en la ciudad de Marsella, desempeñándose como editor internacional de “Meridional”, uno de los pocos diarios franceses de oposición al régimen socialista de François Miterrand (se publica desde el final de la Segunda Guerra Mundial). Su larga experiencia como periodista y su perfecto dominio del francés le han valido ocupar un cargo tan importante en un ámbito tan competitivo como Francia. “Meridional” tiene un tiraje de 300 mil y cubre todo el Meriodía francés, llegando hasta París. Aparte de esto, ha publicado media docena de libros, traducidos a diversos idiomas y vendidos en 60 países. Los primeros fueron: “Los amos de Cuba” (publicado por EMECÉ en 1982), y “Mercenarios del Kremlin”. Próximamente, publicará en USA dos nuevos títulos; “Triángulo de perturbaciones” y “Los dioses en el exilio”… Pero, mientras tanto, Vives trabaja activamente en el guión y escenografía de una película que será protagonizada por uno de los principales astros de Hollywood… Y además, están sus análisis políticos, sus viajes, sus conferencias. Su infatigable, indeclinable lucha contra el comunismo y los totalitarismos de cualquier signo. Su encendido amor por la Humanidad y el deseo inacabable de que sus hijos y los de todos los hombres y mujeres del mundo puedan vivir, mañana, un mundo de libertad. Sin muros vergonzosos, sin campos de concentración. Sin Fideles, sin Adolfos, Sin Maos. Sin tanques totalitarios aplastando rebeliones libertarias. Sin terroristas ahítos de sangre: siempre justificados por mansas, ovinas legiones de intelectuales progresistas, pacifistas, “concientizados”…


          —¿Cuánta carne de cañón ha enviado Cuba para luchar, gratuitamente, bajo las banderas imperiales moscovitas?
          —Sesenta mil cubanos de dieciséis a cincuenta años mantiene actualmente Cuba en el continente negro. Son hombres que, en su mayoría, cumplen el servicio militar obligatorio. No son voluntarios. Han sido obligados a partir a países extraños, para actuar como gendarmes de los rusos. Fueron soldados cubanos los que cambiaron la historia de Angola, implantando la dictadura del pro-soviético Agostinho Neto, un carnicero que hizo masacrar a sus opositores, un líder minoritario impuesto por la fuerza… En Etiopía, los cubanos impusieron la feroz y sangrienta dictadura de Mengistu Haile Mariam. Hoy, en 1984, las tropas cubanas masacran a los pueblos de Ogaden y Eritrea, en una guerra que ha generado el mayor contingente de refugiados de que se tiene memoria en África. Los cubanos han sido una excelente punta de lanza para los soviéticos, que así tomaron una posición de imperialistas de guante blanco. Ellos ordenan y los demás hacen el trabajo sucio. Eso, también ha costado miles de muertos al pueblo cubano. Total, los que sufren son padres y madres del pueblo. Fidel no manda a su hijo al África, ni ninguno de los jerarcas del régimen hace lo propio.

          —En estos últimos años, el comunismo ha desatado una nueva escalada de agresión directa en nuestro continente, tomando como blanco  principalmente Centroamérica. La estupidez de Jimmy Carter les permitió tomar Nicaragua en el 79, y ahora se ensañan básicamente contra El Salvador. ¿Qué previsiones puede hacer al respecto?
          —Desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, el comunismo está avanzando en un interminable movimiento acompasado de flujo y reflujo. Hay períodos en que dan los tradicionales dos pasos para atrás, esperando el momento adecuado para avanzar tres o cuatro… ¡O más! Todos los que puedan, generalmente. Desde sus orígenes diría yo, la URSS ha manejado esta política de constante agresión y expansión. Gracias a esta espantosa tenacidad, el comunismo se ha devorado la mitad de Europa y casi media Asia también. Han tomado por la fuerza la mitad del planeta; han asesinado en ese proceso a 150 millones de seres humanos —buen promedio para sesenta y siete años de actividad: casi dos millones y medio de muertos por año—; han esclavizado a mil quinientos millones… Y siempre quieren más. Su apetito imperial no conoce límites. Pierden Grenada hace pocos meses, pero no les importa. Siguen en Surinam, siguen en Nicaragua, siguen en Cuba. Se ensañan con El Salvador, porque si tienen éxito allí, les será luego fácil hacer caer a Honduras, Guatemala, la débil Costa Rica y la estratégica República de Panamá. Y hecho eso, pueden apuntar (ya lo están haciendo) sus dardos contra México. La esencia misma del comunismo le inhibe para transformarse en un régimen pacífico, que contemporice tranquilamente con sus vecinos no comunistas en una convivencia de tolerancia y pluralidad… Pero, al mismo tiempo, el gigante rojo encierra en sí el germen de la destrucción. El imperio comienza a desmoronarse desde adentro y la muerte viene de Asia Central y de los países sojuzgados de Europa. En Asia, tratan de controlar el Islam. Cuando se entroniza Khomeini en Irán, los comunistas rusos sienten miedo, ya que este líder mesiánico y carismático encarna las ideas del chiísmo, islamismo ortodoxo y fanático que es capaz de incendiar toda el Asia musulmana en una gigantesca guerra santa. El chiísmo se podía infiltrar en el Asia soviética a través de Afganistán. Por eso, la URSS interviene allí y se somete a sufrir un nuevo Vietnam, donde son vapuleados y pierden miles de hombres.

          —A su entender, entonces, la gigantesca esfinge comunista se estremece y tambalea, presa de sus imprevisibles contradicciones y sus interminables apetitos imperiales.
          —Sí. El gigante comunista tiene pies de barro. Y esos pies de barro están asentados sobre Asia Central y Europa Oriental, regiones que no puede controlar. En este momento, la URSS alcanzó su cénit tecnológico. Pero, lentamente, están quedando atrás frente al tremendo potencial tecnológico, científico y económico de los Estados Unidos. El pueblo soviético pasa hambre. Y hacia 1990 USA pasará ampliamente adelante en la carrera tecnológica y en la carrera espacial. Actualmente, están atrasados veinte años en el campo de la inteligencia artificial. Cada día quedarán más a la zaga. Y entonces, su derrota universal será un hecho. Hasta ese momento, el Mundo Libre necesita proseguir avanzando, en todos los terrenos. No solamente el tecnológico, porque al comunismo se le combate principalmente imponiendo y ejerciendo verdaderas democracias, basadas en valores inmutables y eternos.


          Juan Vives, el gran escritor, el notable periodista, el indomeñable luchador por la Libertad. Tiene la sonrisa franca, la palabra segura, la mano firme y amiga. Hoy, igual que ayer, este hombre continúa en la brecha. Porque la gran causa de la Humanidad necesita muchos como él, para exiliar definitivamente a esos poderes que recorren el mundo con estandartes rojos de sangre, negros de luto; imponiendo a los hombres de todas las razas el orden y la paz de los cementerios.


«…Vengo de una región
donde las palmas gritan,
porque han sido diezmadas
sin el menor respeto,
y a la protesta incitan.
Vengo de una región
donde las palmas sufren,
porque millares de mujeres
y valiente hombres,
en cárceles se pudren.
Vengo de una región
donde las palmas callan,
porque de un modo criminal
y sin piedad fusilan,
a los que aún batallan.
Vengo de una región
donde las palmas gimen,
porque un paranoico envilecido
y su bestial jauría,
a todo un pueblo oprimen.
Vengo de una región
donde las palmas oran,
porque ven angustiadas
cómo América ríe,
mientras en Cuba lloran…».
Gabriel de Orozco Alcóver…».

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