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Año V Nro. 276 - Uruguay,  07 de marzo del 2008   
 

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Ecuador/Colombia: actores y escenarios
por Simon Pachano

 
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          La rápida sucesión de hechos, decisiones y declaraciones que se han producido en Ecuador desde la madrugada del sábado dejan flotando en el aires dos preguntas que por el momento no tienen respuestas. Primera: ¿hasta dónde puede llegar, o en qué puede terminar, el conflicto con Colombia? Segunda: ¿cuál va a ser la posición ecuatoriana con respecto al conflicto colombiano de ahora en adelante? Las respuestas posibles dependen de las posiciones que tomen los diversos actores que están involucrados en el conflicto, lo que a su vez dependerá de sus respectivos cálculos estratégicos.

          Un primer actor en esto es, sin duda, el presidente Álvaro Uribe, quien ha mantenido de manera firme e inalterable la posición que le llevó a ganar en dos ocasiones la presidencia de la República, y que no es otra que la solución bélica para el conflicto colombiano. A diferencia de su antecesor Andrés Pastrana, que se jugó por los diálogos de paz, el presidente Uribe buscó el debilitamiento militar de las FARC como paso previo para cualquier proceso de negociación.

          La necesidad de romper la situación de empate militar en que había entrado la guerra interna era el aspecto central de su diagnóstico y, por consiguiente, sobre esa percepción asentó su estrategia que fue entusiastamente apoyada por Estados Unidos por medio del Plan Colombia. Los éxitos obtenidos -entre los que se destaca como el más notorio la muerte de Raúl Reyes- le afianzan en esa dirección.

          En esas condiciones, y a pesar de las secuelas que ha tenido la acción militar en territorio ecuatoriano, es poco probable que se produzcan cambios significativos en su política. Su estrategia con respecto a Ecuador se desplazará a instancias internacionales (OEA y, con menor probabilidad, ONU), en donde buscará alguna forma directa o indirecta de aval para presionar a este país. Su objetivo central sería lograr un mayor control de la frontera e incluso algún grado de compromiso para evitar el asentamiento de campamentos guerrilleros en territorio ecuatoriano.

          Otro actor clave son obviamente las FARC, que han aprovechado la posición "neutral" de los diversos gobiernos ecuatorianos para utilizar la zona de frontera como espacio privilegiado para instalar sus campamentos y que logran parte de su abastecimiento en las ciudades fronterizas de Ecuador. El golpe recibido en esta ocasión disminuye el alto grado de seguridad con que se desplazaban por ese territorio, pero no significará necesariamente el abandono de esa estrategia que ha convertido a esa parte del territorio ecuatoriano en su santuario.

          Esta fuerza irregular necesita contar con espacio no solamente para su repliegue y para su logística, sino sobre todo para el desarrollo del narcotráfico, su principal actividad económica de la que depende en gran medida su capacidad operativa. Los principales cultivos de coca y los laboratorios de procesamiento de cocaína se encuentran en la zona selvática del sur colombiano, de modo que un posible desplazamiento de las FARC a otro lugar sería un costoso reasentamiento más que un simple cambio de escenario bélico. Además, es probable que con la muerte de Reyes se fortalezca la tendencia más dura, lo que podría traducirse en el cierre de las negociaciones para la liberación de los secuestrados.

          El tercer actor es el gobierno ecuatoriano, que con su posición extremadamente dura sorprendió a su par colombiano y colocó el tema en el ámbito multilateral. Si bien en meses anteriores el presidente Correa había anunciado su decisión de acudir a instancias internacionales (especialmente por los efectos de las fumigaciones colombianas en la zona fronteriza), en lo fundamental los diversos gobiernos ecuatorianos habían limitado sus diferencias con Colombia al campo de las relaciones bilaterales. La ruptura de relaciones y el pedido de reunión del Consejo Permanente de la OEA llevan el asunto a un campo en el que seguramente buscará contar con garantías para evitar que se repita una situación de este tipo.

          Es probable que tenga éxito en ese aspecto, pero ello dependerá en gran medida de los alegatos que presente Colombia. Como se dijo antes, este país buscará presionar a Ecuador en esas instancias. En cualquier caso, es altamente probable que a partir de esta crisis Ecuador deba redefinir su posición frente al conflicto colombiano y sobre todo su actitud ante las FARC. Esto no quiere decir que necesariamente deberá moverse entre los dos extremos que se personalizan en los presidentes Uribe y Chávez, esto es, entre su calificación como grupo terrorista o el reconocimiento como fuerza beligerante, sino que estará obligado a controlar con mayor eficacia su frontera y a impedir por todos los medios la instalación de campamentos guerrilleros. El problema es que esto podría provocar malestar en los sectores más radicales del gobierno, que verían esa actitud como el fruto de una imposición externa.

          Un último actor, que no está situado directamente en el escenario, es el presidente venezolano Hugo Chávez. Por el momento, a pesar de su virulencia verbal, parece que no será decisivo en el desenlace de los hechos ya que para lograr algún grado de injerencia real necesitaría ejercer influencia efectiva sobre Ecuador, lo que no tiene probabilidades de ocurrir. Sin embargo, puede desarrollar otros tipos de acciones -entre las que se puede incluir el reconocimiento de las FARC como fuerza beligerante-, que tiendan a cambiar la disposición de las fuerzas en el mediano plazo. Sus movimientos estratégicos partirán fundamentalmente de cálculos basados en la situación interna de Venezuela, incluso en el caso de que considere a este episodio como una oportunidad favorable para la expansión de su revolución.

          Con estos elementos, se puede suponer que el conflicto colombo-ecuatoriano tenderá a resolverse en la esfera multilateral, en la que seguramente se llegará a compromisos que serán de difícil cumplimiento para cada uno de los dos países. Ambos estarán obligados a hacer algo tan básico como es controlar su frontera, que en el caso colombiano se extendería a ejercer soberanía efectiva sobre las partes de su territorio en que no está presente el estado, y en el ecuatoriano significaría redefinir su posición frente al conflicto colombiano. Dicho de otra manera, más allá de los detalles que han rodeado a este caso -o precisamente a causa de ellos- parece que habrá un antes y un después de la muerte de Reyes y de la penetración colombiana en territorio ecuatoriano.


Fuente: Infolatam
 
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