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Argentina, país mafioso
por Marcos Cantera Carlomagno |
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Cualquier análisis que comprenda Argentina, debe tener en cuenta un elemento fundamental: nuestro vecino occidental es un país mafioso; es un país mafioso en la ausencia del Estado en todos las dimensiones de la vida, es un país mafioso en la relación entre gobierno nacional y gobiernos provinciales, es un país mafioso en las estructuras de poder local y regional, es un país mafioso en la red de centros de interés y presión apoyados por fuerzas parapoliciales (cuando no policiales). Si no se tiene en cuenta este dato, no se puede comprender cómo un par de cientos de piqueteros entrerrianos puede llevar adelante la política exterior a nombre de cuarenta millones de personas.
El gobierno de Tabaré Vázquez, el primero de izquierdas en la historia uruguaya, se ha visto desbordado por el desarrollo de los acontecimientos en el tema de las pasteras rionegrinas. Evidentemente, la falta de experiencia en la gestión estatal ha tenido su importancia. Pero resulta obvio también, que tanto Vázquez como muchos de sus ministros confiaron, al igual que muchísimos electores frenteamplistas, en las supuestas simpatías solidarias de Kirchner, no poniendo en el análisis el hecho de que Kirchner es, simplemente, una más de las muchas piezas de recambio del viejo y corrupto partido justicialista.
Ahora, Uruguay debe sacar las lecciones de lo sucedido hasta el momento. Es de esperar, que nuestro presidente y su equipo se hayan convencido que con un país mafioso la relación no es, ni puede ser, la misma que con un país civilizado. Más allá del discurso de la integración regional, se debe ser consciente de la imposibilidad de integración con un país mafioso. En realidad, toda nuestra historia nacional es un muestrario de ésto: desde Artigas y la traición de los caudillos entrerrianos y santafecinos hasta la guerra económica de Perón a mediados del siglo pasado, pasando por los muchos intentos de anexión militar en épocas de Alvear y Rosas, Argentina ha sido un foco de serios problemas para Uruguay.
Lo peor, más allá de cómo siga este drama de las pasteras, sería que Uruguay quedase empantanado, una vez más, en un vano intento por lograr una mayor integración con ese país mafioso con el cual nos ha tocado compartir un lejano rincón del mapa.
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