El Omnibus
por Marzio Girola
....................El ómnibus con el número ciento cuatro, no demoró tanto en pasar. Antes pasaron dos ciento ochenta y cinco y un seiscientos y algo -creo que era ese su número de línea- . Y de éste, que fue en realidad el primero en pasar, no pude retener el número en mi memoria, puesto que me llamó la atención que al llegar a la parada, una señora me avisara cual era el ómnibus que se aproximaba. Le di las gracias, algo desconcertado y le pregunté si allí paraba el ciento cuatro, a lo que contestó afirmativamente.
....................Al divisar la llegada de otro vehículo y antes que yo pudiera darme cuenta, la dama se paró y dio el aviso "¡ciento ochenta y cinco!". Se sentó inmediatamente, no sin antes mirarme. Al considerar la posibilidad que me tomara por invidente, me quité los lentes para sol y me senté a su lado. No pasaron quince minutos, que nuevamente se levantó de su asiento y exclamó "¡otro ciento ochenta y cinco!". Volvió a su asiento reincidiendo con mirarme. Ahora no quedaban dudas, yo no era invidente.
....................Tal vez ella fuese extremadamente servicial o bien, estaba demasiado aburrida de esperar su locomoción. Lo cierto es que no me preocupé más por atender la llegada de algún transporte. Minutos más tarde, cuando intentaba descifrar,, los componentes de la hamburguesa que adornaba el espacio publicitario de la parada, me sorprendió con un festejado "¡cientooo cuatroooooo!". No tuve el tiempo de agradecerle y subí al ómnibus, sin dejar de contemplarla en aquella parada. Me preguntaba que haría ahora, que estaba sola, sentada en el banco. Un domingo a la tarde, en la soledad de una parada, símbolo de espera, sin nadie a quién regalarle el final de un episodio.
....................El vehículo bastante vacío, me dio la posibilidad de encontrar un lugar del lado de una ventanilla. Y siempre ocurre, de igual forma que cuando uno se zambulle en el mar, que se demora un tiempo en aclimatarse y comenzar a divisar las pequeñas cosas que nos rodean.
....................La conversación de la pareja que estaba sentada detrás de mi, ganó mi atención:
- Amor...¿te acordás cuando nos vimos la primera vez en Quibón?
..(Quibón es un restaurante muy conocido de la Rambla de Pocitos) - Si amor, me recuerdo. - ¿Te acordás lo que te dije amor? - Si. Me dijiste que me amabas y estabas enamorado de mi. - Siiiiii. - Y que era la más linda del Mundo que jamás habías visto, amor. - Si amor. ¿Y Quibón queda por acá, no amor? - Si amor, más adelante.
....................La repetición de "amor", las pausas que acompañaban cada palabra y los tonos de voz, no me dejaron dudas que se trataba de una pareja de aquellas a las que se les denomina "con capacidades diferentes" como si eso hiciera alguna diferencia a algo, cuando de catalogar capacidades se trata.
....................Y la conversación prosiguió...
- ¿No me vas a dejar de amar otra vez amor? - Nooo mi amor, lo que pasa es que me enojaste mucho amor. - Y bueno amor, te juré que no lo volveré a hacer amor. Fue así, igual como me pasa con las tortas de dulce de leche amor. No-me- a-guan-té amor.
- Y ta..y bueno amor. ¿ Pero como le agarraste así la teta a Leticia amor?
- Y bueno amor, la vi así, tan grande, que me provocó tocarla amor. Pero no fue por otra cosa amor. Después de tocarla, vi que era como la tuya amor.
- Y cómo iba a ser, amor.
- Qué se yo amor...pero me arañaste amor.
- Si y juro que no lo volveré a hacer amor, por que vos tampoco lo vas a volver a hacer amor.
- No amor, no.
- Por que yo te amo. Te quiero y te respeto mucho amor. Como hombre y enamorado amor.
- Yo también amor...
....................Y una danza de besos dados con el más sincero y noble de los gestos, bañaron el ciento cuatro, que vagaba a esas alturas, por algún lugar de una galaxia perdida.
....................Hace poco supe, que en la última olimpíada para gente con "capacidades diferentes", en la final de cuatrocientos metros, una de las competidoras cayó al mediar la competencia y rompió en llanto. Al instante, todos los demás competidores detuvieron la marcha y se aproximaron a ella. Le preguntaron como estaba, a lo que contestó : "ahora estoy bien". Así que la ayudaron a levantarse del suelo y le dijeron : "Vamos, que ahora todos juntos podremos cruzar la meta". Y de la mano y juntos, cruzaron la meta de los cuatrocientos metros.
....................También supe que la evolución de las especies no necesariamente conlleva al mejoramiento de la misma, es una cuestión de imposición genética. Y cuestionaba, si esto de las "capacidades diferentes", no corresponde simplemente a una cuestión de imposición de cantidades de individuos existentes, más que a una cuestión del mejoramiento de la especie humana...y es que ellos, cuantitativamente, simplemente son menos.
Girola/06
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