|
No preguntes lo que tu país te puede dar, sino lo que tú puedes darle a él.
|
Año V Nro. 389 - Uruguay, 07 de mayo del 2010 |
|
Hace décadas que están en entredicho la estructura política del mundo, la relación entre economía y medio ambiente y las respuestas en áreas como energía, agua y lucha contra la pobreza. Que la economía sostenible no existe, según Juan Costa en “La revolución imparable”, es la excusa para evitar el cambio y no afrontar el principal problema: el planeta está exhausto, el petróleo y nuestro estilo de vida lo están destrozando. El antiguo secretario de Estado de Hacienda español parece haber descubierto el mal llamado Tercer mundo. Aporta una elocuente fotografía rodeado de negritos pobres y cuenta anécdotas de sus visitas a proyectos de cooperación en diversos países de África. A la mente acuden Angelina Jolie, Lady Di, Madona o Bono de U2. Después de ocupar cargos tan importantes en la administración, muestra su asombro como en el secreto de Polichinela, que todos lo conocían menos él. Recuerda al vicepresidente Al Gore, de Estados Unidos, quién después de ser derrotado para la presidencia de su país se entusiasmó con la ecología, el medio ambiente y el peligro de catástrofe universal si no se ponía coto a un modelo de desarrollo insostenible, inhumano y deletéreo para la supervivencia del planeta. Patrocinó una película, llena de ideas generales y ya sabidas por la comunidad internacional educada, pero ignoradas y conculcadas por los responsables de ese enriquecimiento desorbitado de los poderes financieros que gobiernan el mundo. Denunció los paraísos fiscales, la contaminación producida por un modelo fundado en que todo vale para esa minoría de 50 millones de personas ricas que tiene un nivel de renta superior al del conjunto de los 3.000 millones de personas más pobres. Todos estos datos eran bien sabidos gracias a los Informes del PNUD, FAO, UNESCO, UNICEF, OMS y de las más prestigiosas Agencias Internacionales y de la Sociedad Civil, Greenpeace, WWF, OXFAM. Durante la vice presidencia de este multimillonario no tenía poderes de decisión aunque enormes de influencia, por eso ahora se ha lanzado a esa campaña de conferencias por las que cobra unos 250.000 euros, más de 300.000 dólares, gastos aparte. Juan Costa nos plantea el reto de una revolución imparable que potencie el crecimiento económico global mediante la eliminación de sus principales frenos: la destrucción del patrimonio ecológico y la pobreza. Lleno de buenas intenciones, afirma que ninguna persona comprometida con la humanidad puede aceptar que unos pocos millones de personas tengan acceso a todos los recursos del planeta mientras miles de millones luchan sencillamente por sobrevivir. A estas alturas, reconoce que vivimos en una sociedad profundamente injusta ya que somos la primera generación que dispone de los recursos, del conocimiento y de la capacidad necesarios para erradicar la pobreza de la Tierra. Aporta la novedad de que los cinco países más avanzados del mundo, Estados Unidos, Japón, Alemania, Francia e Inglaterra, con menos del 10% de la población mundial, acaparan el 45% de la economía global; en cambio, dos economías emergentes como India y China, el 40% de esa población, no suponen más que el 10% de los ingresos. Parece descubrir que los 1.250 millones de personas más pobres acumulan el 1,5% de la riqueza mundial; los 1.250 millones de personas más ricas, el 75% de la renta del planeta. La riqueza de cuarenta y un países más pobres y endeudados de la Tierra es inferior a la de las siete personas más ricas del mundo. Uno de cada seis seres humanos es incapaz de leer o de escribir su nombre, no pueden acceder al agua potable, carecen de sanidad básica y padece malnutrición y muchos trabajan hasta dieciocho horas al día. Se entera ahora de que hay más de dos millones de niños obligados a prostituirse. De ahí que el antiguo Secretario de Estado de Comercio y de Turismo, ex Ministro de Ciencia y Tecnología y alto funcionario del Fondo Monetario Internacional, afirme que la crisis global ha puesto de manifiesto que nuestro modelo de desarrollo basado en la creación de riqueza ficticia, en las desigualdades sociales y en la sobreexplotación de los recursos naturales era insostenible. Para “transformar el mundo y probablemente, nuestra forma de pensar” propone una revolución” sobre estas premisas: creación de un Gobierno Mundial “integrado por un grupo de países” líderes en economía (no en Justicia social), en capital ecológico, en derechos sociales y respeto a las minorías. Sentar las bases de un Estado de Bienestar Global y de una Agencia Tributaria Mundial, una postura clara sobre la energía nuclear y reconocer el agua como derecho universal. “La mejor manera de resolver los problemas propios” es a través de la cooperación con otros. No es Chomsky, Michael Moore, Susan George, Ramonet o Ignatieff, pero da mucho qué pensar que con este “nuevo liderazgo” para esta imparable revolución podamos afrontar el futuro.
Compartir este artículo en Facebook © José Carlos García Fajardo y CSS para Informe Uruguay
|