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Año III - Nº 189
Uruguay, 07 de julio del 2006
Inscripto en el Registro de Derechos de Autor en el libro 30 con el No 379
 

 

 
Naufragio geopolítico
Se extiende en el sur La Revolución Berreta
por Jorge Asís
 

CARACAS (de nuestro enviado especial, Oberdán Rocamora).- Justamente un simbólico 4 de Julio, en Caracas, Chávez, el presidente enamorado, se dispone a recibir a los cuatro accesibles presidentes sudamericanos que no quieren a nadie.

Aparte de estadista, locutor y showman, el bolivariano parece haberse puesto de novio con Ruddy Rodríguez, una popular modelo, actriz de teleteatros, ya imaginada como la próxima Evita bolivariana.

En efecto, aquí interesa hoy más el amor que el Mercosur.

De todos modos, si don Asís se juega con los viáticos, el cronista no puede detenerse en cuestiones de amor.

Hugo Chávez se destaca, entonces, como un brillante constructor de minuciosas coincidencias.

Porque mientras su enemigo unilateral, George Bush, en los Estados Unidos, hoy se dispone a conmemorar su fecha patria, Chávez decide coronar su ingreso, fastuosamente triunfal, al realismo mágico del Mercosur.

A pesar, incluso, de la reticencia empresarial de las corporaciones de Venezuela.

Porque se encuentran, acaso, las cámaras empresariales, infectadas de opositores que no se resignan, aún, a claudicar ante su irresistible hegemonía.

De todos modos, a Chávez poco le importa la racionalidad de los capitalistas locales.
Porque él es partidario de un Mercosur más político.

En realidad, Chávez, digno de cierta admiración, es el único referente continental que mantiene una límpida estrategia de proyección política.

Por lo tanto, su meritoria osadía no debería ser tan subestimada. Tampoco resulta aconsejable reducir sus atributos al manejo de la chequera. Aunque sea, con el barril de crudo a 73 dólares, en apariencias, inagotable.

Lo cierto es que Chávez se destaca ampliamente entre la tristeza abismal del conjunto. Obtiene réditos con la confrontación, sabe controlar la calma entre las tensiones. Y arrastra a los estadistas amateurs que representan, incluso, países más gravitantes que el suyo.

Entonces una de dos, o las dos juntas.

O la inteligencia ornamental de Chávez les lleva varios cuerpos de ventaja, a los zurditos vocacionales del continente.

O el resto de los presidentes funcionan como mero conjunto de estadistas lateralmente distraídos. Concientemente avasallados por la prepotencia cautivante de una chequera menos efectiva, en el fondo, que su habilidad.

Chávez entonces recibe a los presidentes, en un teatro de Caracas, como si ofreciera el espectáculo de una emblemática demostración de fuerzas a los Estados Unidos.

Al país imperial que suele provocar de manera directa, desde su emisión ómnibus por televisión, como aquellas de Nicolás Mancera, y para algarabía étnica de los seguidores que se sienten identificados.

O de manera indirecta, a través de los requiebros, un tanto desmesurados, hacia Mahmoud Ahmadinejad, el presidente de Irán. Con provocaciones adobados con las guiñadas geopolíticamente suicidarias hacia Corea del Norte.

Chávez entonces recibe a los presidentes para enchastrarlos con sus trasgresiones. En vísperas, por si no bastara, del 5 de julio, día de la fiesta patria de Venezuela.

Las fabulosas coincidencias ilustran también sobre la necesidad de legitimar el poder interno. Porque, aunque no se note, Venezuela también se encuentra en etapa preelectoral.

Durante la mañana del miércoles 5, con la decorosa presencia de los presidentes de adorno, los que quiebran la justa sensación de patético aislamiento, después de hacerlo saludar a Kirchner, el gran locutor Chávez disertará en la Asamblea Nacional.

De manera que los correspondientes agravios de estación, hacia los gringos del norte, hacia Mister Danger, el borrachín, pueden estar, aunque con menos violencia oral, asegurados.
Sin embargo, mientras los insulta, Chávez prosigue con la venta diaria de un millón y medio de barriles.

Presidentes de adorno

Y después, según nuestras fuentes, acaso para certificar el naufragio geopolítico de la región, los presidentes de adorno lo acompañarán, en su condición de rehenes, en el posterior desfile militar.

Aquí Chávez entonces podrá exhibir la magnitud del poderío bélico. La puerilidad del armamento comprado a Rusia y a España. Y podrá disfrutar del paso de las fuerzas populares, de los combatientes aficionados que se entrenan para recibir al invasor americano.
Aunque carezca, el eventual invasor, del menor interés de invadirlo.

De todos modos, como Kirchner es escasamente adicto a los desfiles militares, es probable que se canse y decida volverse antes. Aunque aquí esté seguro que no podrá aparecer, por ejemplo, la señora Cecilia Pando.

Mientras tanto, alguna dirigencia del mundo contempla pasmada los últimos movimientos de Chávez. Sobre todo los mensajes celestiales hacia Corea del Norte e Irán. Con un grado de perplejidad que no alcanzan a valorar, siquiera, los irresponsables presidentes que se amontonan, esta tarde, en el Teatro Carreño, de Caracas, para servirle de claque.

Para culminar la paciente construcción de las casualidades, semejante marco escenográfico, de los naufragados del sur, coincide con la divulgación de la medición internacional de una extraña consultora privada.

Indica que Chávez es el líder más popular de América. Seguido por Bush, tercero Lula.
Por su parte nuestro distraído, Kirchner, persiste justicieramente perdido, allá, lejos, donde se juntan las paralelas.

La Revolución Berreta

Cuesta, en Caracas, darse cuenta que se asiste, en el continente, a los desvaríos apasionados de La Revolución Berreta.

Unos cuantos negocios puntuales pueden justificar que Kirchner sea arrastrado por la vorágine de Chávez. A esta altura no puede sorprender a nadie.

El estilo envolvente del bolivariano con ideas, contrasta con la absoluta precariedad recaudatoria del argentino carente de iniciativas.

Por lo tanto, Kirchner se le rinde a Chávez, innecesariamente, en Caracas, aunque en el fondo lo desprecie.

Lo sigue hasta el extremo de tomar en serio el absurdo entubamiento del continente de Techint.

Tampoco debe sorprender, en Caracas, la significativa ausencia del máximo nivel de la cancillería. Aquí lo que menos interesa es la política exterior, notable por su inexistencia.
En cierto modo Taiana resulta el canciller ideal para Kirchner.

Para constar en actas, se registra la presencia del funcionario de tercer nivel Leonardo Franco. Y del competente camarada integrador, Eduardo Sigal. Y por si alguien debe garabatear algún papel, se encuentra Chiaradía, para disimular.

Téngase en cuenta que la relación de Argentina con Venezuela se encuentra privatizada.
Es tutelada por el ministro De Vido, o sea casi personalmente por Kirchner. Y a través del señor Claudio Uberti, un baluarte irremplazable de la marroquinería vigente.

Trátase del postulante trunco que fue superado por la embajadora Alicia Castro. La diplomática que supo adjuntar méritos cuando, en aquel fervoroso arranque de antiimperialismo, llevó la bandera de los Estados Unidos hacia el estrado de la presidencia de la Cámara de Diputados.

La virtual especulación, en Venezuela, con los bonos argentinos que se trafican en el mercado paralelo, dista de justificar el naufragio geopolítico de una diplomacia puesta al servicio de la marroquinería. Aunque deban comprar los bonos, casi compulsivamente, los empresarios venezolanos para hacerse del efectivo verde.

Argentina, al final, para Venezuela, también se convirtió en un formidable pretexto para los negocitos de los peores marroquineros.

Incluso, semanalmente se desplaza alguna dama desde Caracas, o desde La Paz, hacia Buenos Aires. A los efectos de abrir una cuenta en determinada banca oficial, aunque para cerrarla, a más tardar, al día siguiente.

Sin que quede el menor rastro de la cuenta que admite la evaporación del dinero. (Continuará).

Llama la atención, además, que Chávez arrastre, con el berretismo revolucionario de su garganta superadora, también a Lula.

Conste que Lula representa, por peso del país representado, la máxima decepción del continente.

Tal vez, el sometimiento de Lula pueda explicarse por las frivolidades analíticas del frente interno. Ocurre que Lula necesita congraciarse con la izquierda que le perdió, con razones, el respeto. Y que lo considera, a través de sus reclamos, un corrupto necesario.

Por lo tanto, a los zurditos del Brasil no les queda otra alternativa que apoyar su reelección. Porque la desertificación dirigencial es casi tan alarmante como en la Argentina.

Y a Lula no le queda otra alternativa que soportar las fanfarronerías del bolivariano que suele estimular, con potentes aditivos, a las organizaciones sociales. Las que se proponen ocupar las tierras y armarse con los presupuestos.

A pesar de todo, puede entristecer la imagen claudicante del presidente del Brasil.

Sobre todo cuando Lula se adhiere a Chávez. Como si fuera un Kirchner cualquiera.

Las putas tristes de García Márquez

La desintegración de la parte sur del continente contiene el rigor de las novelas menores de García Márquez.

Es decir, la actualidad sudamericana se asemeja más a la declinación de Memoria de mis putas tristes, que a aquella altivez, demencialmente discursiva, de los Cien años de soledad.

Por misericordia conviene no tratar, desde la Argentina, el naufragio geopolítico de la región prostibularia.

Mejor tratar la debacle, por ejemplo, desde el Paraguay.

Sin menor reparo, y aunque les disguste a los brasileños en caída libre, Nicanor Duarte Frutos llega a Caracas con intenciones de concretar, con Chávez, ciertas extrañas transacciones con la deuda que mantienen los brasileños, por Itaipú.

De todos modos, si los brasileños debieron aceptar que Chávez y Castro estimularan el marionetismo nacionalizador del Evo Morales, perfectamente pueden soportar que los paraguayos transfieran sus acreencias.

Para debérselas, en adelante, a Chávez, el Gran Acreedor.

A esta altura, el retroceso de Itamarati sólo podría compensarse con la probable independencia próxima de Santa Cruz de la Sierra.

Conste que los brasileños se encuentran tan humillados que hasta Kirchner se atrevió a desairarlos. Con la negociación precipitada por el gas. Hasta arreglar directamente, con los bolivianos, a 5 dólares el BTU.

Porque De Vido pretendía, en una carrera falsa, asegurarse el gas, aunque incluso pagara un precio superior. Y sin importarle, siquiera, que se desmoronara el consenso con el Brasil.
Ocurre que Argentina actuaba a partir de la mala percepción política.

Suponía, con rigurosa tendencia hacia el error, que el Evo Morales, el otro exponente de La Revolución Berreta, se había constituido en el gran pene de la energía. E imponía irreparablemente sus precios.

Aunque, después del referéndum del domingo, el Evo mantiene la legitimidad mayoritaria atada con alambre. Alguna impostura más y podrá asistirse, en la plenitud del naufragio, a la fragmentación de Bolivia, la nueva Yugoslavia.

Aña Cuá

Aunque si también se analiza desde el Paraguay no hay otra alternativa que conmoverse con la misericordia argentina.

Porque, en medio de la desintegración, Nicanor debió presionarlo a Kirchner para lograr que finalmente tome en serio su reclamo de falta de transparencia.Hasta cancelar, de una vez por todas, la apertura de la licitación de Aña Cuá.

Ocurre que la adyacencia de Yacyretá, aunque nos pese, se despliega a partir de la soberanía compartida. Y los paraguayos llegaron al extremo de escandalizarse con la corrupción de los argentinos. Mérito indudable de Kirchner.

Cuentan que De Vido y Uberti no podían aceptar la ceremonia de la cancelación del negocio. Porque lo mantenían envuelto, incluso con moños amarillos de sobreprecios, para IMPSA, la empresa de Enrique Pescarmona.

Es decir, del Gran Pez que se obstina en el patriotismo de patrocinar jornadas, donde suele exaltarse la libre empresa. Ante el choripanerismo mercantilizado de los economistas, y de significativos consultores que suelen ser felices con la IDEA de pontificar en el coloquio.
Por criticar abiertamente la desprolijidad de la corrupción. Por producir loas a cierto liberalismo que contiene, en general, aristas tan berretas como la revolución bolivariana.

Publicado con autorización del autor. http://www.jorgeasisdigital.com/

 
 
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