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Año V Nro. 350 - Uruguay, 07 de agosto del 2009
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Hace unos días, cuando se supo que en un rincón musulmán de China había estallado un conflicto que dejaba más de 150 muertos (aunque se ha hablado de más de 1000), muchos pensaron que la llamada “guerra de civilizaciones” había llegado hasta la tierra que condujera durante décadas Mao Tse Tung. No es así, por diversas razones, pero sí se trata del más grave problema de orden público chino desde la sangrienta represión en la Plaza Tiananmen, hace ya 20 años. No hay en China otra zona tan compleja étnica y culturalmente como la Región Autónoma de Xinjiang. Hasta hace 60 años, cuando nació la República Popular China, la etnia dominante (cerca del 75%) eran los uigures, islamistas de lengua turca. A los figures seguían los kazakos, y solo en tercer lugar aparecía la población han, grupo racial abrumadoramente mayoritario en China. Tras ellos un variado mosaico de mongoles, sibos, solones, tayikos, rusos, uzbecos y tártaros. En los últimos lustros, sin embargo, la composición demográfica iguala ya la presencia uigur. Aun cuando los primitivos pobladores de Xinjiang mantienen el poder político en la región, hay ya tantos hanes como figures (cerca de ocho millones de cada uno, que, sumados llegan al noventa por ciento del total). Sin embargo, el ingreso promedio de los han es mayor que el de los figures, gracias, en parte, a los beneficios que han recibido de las inversiones centrales. El tenso ambiente entre los grupos étnicos solo necesitaba un incidente para explotar, y ese incidente fue un acto de violencia de trabajadores chinos contra sus compañeros figures, que desató el 5 de julio, una reacción popular contra los han. Aunque los desórdenes callejeros bajaron de intensidad el conflicto sigue subyacente. Beijing no suele acertar al tratar con las minorías étnicas chinas, como quedó claro el año pasado en los problemas con los tibetanos, que mancharon la celebración de los Juegos Olímpicos. Pero el caso de los figures podría convertirse en un asunto de mayor cuantía. Desde hace 22 siglos cuando la dinastía Han negoció con los Hunos la suerte del pueblo uigur, estos han protagonizado una turbulenta historia de rebeldía que incluye al menos cuatro sangrientos episodios en el pasado siglo XX. Sin lugar a dudas, el Presidente chino Hu Jintao tiene razón al dispensar toda su atención a los incidentes de Xinjiang. Esta zona de influencia musulmana, vecina de Mongolia, Rusia, Kazakistán y el Tíbet, podría ser un barril de pólvora y la crisis étnica en China se podría extender a otras regiones de ese inmenso país. ¡Hasta el próximo análisis…! © Lic. Washington Daniel Gorosito Pérez para Informe Uruguay
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