El obturador no deja de funcionar, dos ojos son pocos para captar toda la espectacularidad del lugar.
Los adjetivos parecen retozar en un juego interminable de colores y fantasías y se suceden a cada vuelta del camino: ¡fantástico!, ¡grandioso!, ¡impresionante! y sin lugar a dudas, es todo eso y mucho más.
Aquí puede dispararse la imaginación, podemos recoger estadísticas, puede que incluyamos en nuestro trayecto una clase de historia y sobre todo, podemos proyectar los sueños.
Estamos en el desfiladero de Despeñaperros, un lugar tan especial como el mismo nombre, cuya procedencia escapó a nuestra imaginación hasta que volvimos las páginas de la historia y la historia cuenta que se le dio el nombre de Despeñaperros porque aquí fueron precipitados al vacío los pobladores árabes de la zona, tras la batalla de ‘Las navas de Tolosa’*1.
Despeñaperros es la gran puerta que une la España del sur y la España del centro; de un lado la provincia andaluza de Jaén y en el otro extremo la provincia manchega de Ciudad Real; un paso neurálgico que resultó inexpugnable para ejércitos acostumbrados a conquistar todo ante su avance, *2 y que hoy día es atravesado por carretera y ferrocarril.
Una carretera que no siempre es amigable. Según la Dirección Nacional de Tráfico, en tan sólo diez kilómetros de la autovía A-4 a su paso por Despeñaperros, se encuentran ocho ‘puntos negros’ en materia de accidentes de tránsito.
CUANDO LA NATURALEZA SE HACE OPULENCIA
El desfiladero de Despeñaperros es obra de un escultor magistral: el río de igual nombre que por milenios fue modelando en las rocas aristas en las que la luz juega como una gigantesca brocha sobre un lienzo voluble.
En plena Sierra Morena, cruzándola de norte a sur, entre encinas, alcornoques y pinos, entre cascadas y arroyuelos que se esconden entre brezos y coscojas, el desfiladero es una cicatriz electrizante a la vista.
Perfiles abruptos donde las laderas descienden casi verticales y las rocas de cuarcitas toman formas increíbles que dan nombre a parajes como ‘El Salto del Fraile’, ‘Las Correderas’ o ‘Los Órganos’, donde las gigantescas piedras semejan enormes tubos.
Estamos en el Parque Natural de Despeñaperros, en este enclave, en el monte ‘Collado de los Jardines’ se encuentran la ‘Cueva de los Muñecos’. Se le considera un ‘santuario ibérico’ porque allí se han encontrado numerosos restos que se remontan al Neolítico.
Si lo que buscamos son pinturas rupestres también las encontramos en el lugar: en las ‘Cuevas de las Vacas del Rematoso’ y en la zona norte del parque podemos visitar un caserío del siglo XVIII.
Si no pretendemos otra cosa que seguir la cinta asfaltada que nos lleva desde los trigales manchegos a los olivares andaluces, la emoción no será menos.
Aquí el viajero siete que el aliento se corta como si una mano invisible le impidiera cualquier movimiento, incluso el imperceptible de la respiración.
Ni siquiera la atención en el serpenteante camino es suficiente para liberarlo del hechizo; sabe que transita por el reino del águila imperial y del buitre leonado, en dominios de linces ibéricos, lobos, zorros y gatos monteses.
Aquí comprendemos que el mundo es demasiado bello para que intentemos destruirlo.
En Despeñaperros la naturaleza es opulenta y hay un ser invisible que nos la ofrece sin retaceos.
Esta es la ruta por Despeñaperros: http://picasaweb.google.com/fotos.graciela
Almería, en el sur del norte, 5 de septiembre de 2007
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