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Las cuatro estaciones
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por Luis Tappa |
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En una época, y hablando de un genio musical como Vivaldi, sus críticos dijeron que él no había escrito 500 obras, sino que había escrito 500 veces la misma.
Puede ser, a pesar de que me gusta mucho la música clásica, no he escuchado ni tengo conocimiento de todo el repertorio de Vivaldi, el gran genio Barroco.
Trasladando estos pensamientos a nuestros días, y hablando en forma especial de la prensa y muchos periodistas, me da la sensación de algo parecido.
Hay gente que no ha escrito 500 artículos, sino que repitió 500 veces el mismo.
Lo vemos a diario en todos los medios de comunicación, los mismos conceptos, las mismas frases, las mismas cosas, todo igual; simplemente cambiando algunos puntos y comas de lugar o agregando y quitando alguna palabra, como si fuera una nota musical, se pretende simular que es una canción distinta.
El resultado es: más de lo mismo todos los días; si leíste, viste o escuchaste alguno de ese tipo de notas, escritas, habladas o televisadas, con una vez alcanza, ya no vale la pena seguir perdiendo el tiempo.
Yo tampoco creo ser la excepción, porque he machacado mucho sobre algunos temas, solo que trato de no ser demasiado reiterativo, y también he transitado por diferentes caminos, para no aburrir, ¡Claro!
He estado releyendo el archivo de mis notas, y encuentro una variedad bastante aceptable de temas y conceptos, cosa que permite analizarme con cierto optimismo y decir: ¡Bueno…! al fin de cuentas no es para tanto, bien puedo pasar desapercibido y no ser uno del montón.
Desde hace más de dos meses, y por razones que no vienen al caso comentar, me he mantenido alejado de las páginas de Informe Uruguay.
Pero aquí estamos de vuelta, con nuevos bríos, nuevas expectativas y, por sobre todas las cosas, buscando no aburrir ni aburrirme escribiendo siempre sobre lo mismo, o sea que pretendo continuar con una línea, salvo que alguien piense lo contrario, que he transitado hasta ahora, sin atarme a filosofías políticas, pero diciendo lo que veo y lo que siento, espero que sepan tolerar, disculpar y comprender.
Por obligación deberé, seguramente, hacer otro breve paréntesis, ya que para el mes que viene estaré viviendo en mi vieja y querida Barra del Chuy, y una mudanza a 365 Km. de donde resido actualmente, no es fácil.
Ustedes se estarán preguntando que tendrá que ver el título de esta nota y lo que voy a escribir a continuación, sin embargo es muy fácil asociarlo.
A veces la vida nos pone a prueba y nos presenta situaciones difíciles que debemos afrontar con todas nuestras fuerzas para no dejarnos vencer, yo he debido pasar y continúo atravesando por una de esas contingencias del destino. Es entonces cuando deberemos sacar a flote el coraje de nuestro ánimo y la fuerza del corazón para seguir en la lucha, una lucha en la que no está en riesgo nuestra vida ni nuestra salud, pero es una lucha al fin; con la “patrona” hemos pasado 36 años de nuestras vidas hombro con hombro, no vamos a aflojar ahora.
¡Pucha…! Si estaré acostumbrado a lidiar con situaciones “fuleras”, 30 años en ADES no es “moco e’pavo”.
Se te desgarra el corazón llegar 2 minutos tarde para poder salvar una vida, y eso duele, duele en lo más profundo del alma, aún a sabiendas que en el intento puedes perder la tuya.
Así suelen presentarse muchas situaciones durante nuestra breve estadía en este mamarracho de “cosa” que llamamos tierra, o mundo, que vagará por un tiempo en el espacio insondable hasta que, por ley natural, desaparecerá definitivamente.
Sin embargo, muchas veces, no le damos la importancia debida a cosas que nos parecen intrascendentes, siempre estamos ocupados en asuntos que creemos muy importantes, pero… Nos olvidamos de lo que, realmente, ¡Es importante!
Desde “estar”, cuando un amigo nos precisa, hasta regar un simple plantita y deleitarnos con el vuelo o el canto de un pájaro, libre de toda libertad, sin otra cosa que hacer que no sea vivir y criar sus pichones, algo que parecen intrascendente a primera vista, pero que contiene un profundo mensaje de cómo deberíamos disfrutar y aprovechar de todo lo que nos rodea, vemos o sentimos… ¡Mientras dura!
Los años se van demasiado rápido, para nuestro gusto, en un abrir y cerrar de ojos llegamos a esa etapa en que creemos que todo está solucionado y solo resta disfrutar de lo que nos queda por recorrer, ¡Grave error!
Llegará un momento en que haremos un balance de nuestra vida y recordaremos cada detalle de la misma; recordaremos los buenos momentos, pero por sobre todas las cosas, pensaremos en lo que no debimos hacer, o hicimos mal.
Vaya uno a saber, por qué misteriosa causa, siempre hay que salirle a pelear nuevamente a la mar embravecida; que no termina de desafiarnos, que insiste en poner a prueba el carácter de nuestro espíritu bajo mil formas diferentes, pueden ser “pilchas” que habremos ido perdiendo en el camino o heridas difíciles de cerrar.
“Las culpas son para la mente como las heridas para el cuerpo, por más que intentes sanarlas siempre quedarán cicatrices” Escritor Francés.
Es que la vida es así, tiene sus “cositas”, nos sorprende la alegría del resurgir de la vida en cada primavera para luego deleitarnos con esplendorosos veranos, el otoño traerá sosiego, pero inevitablemente el invierno se encargará de hacernos sentir el rigor nuevamente, nada es fácil.
Duras pruebas que nos harán pasar por las cuatro estaciones, solo resta esperar que pase el invierno, y que tras él vuelva la primavera trayendo consuelo y paz a nuestras almas, así como también el resurgir de una nueva vida.
Estas estaciones yo las definiría como, la ausencia, el dolor, la fortaleza, la esperanza.
Nadie escapa a estas leyes, que no están escritas, pero aguardan, traicioneras, a la vuelta de cualquier esquina.
Es entonces que me pregunto, ¿Porque a veces desaprovechamos tan estúpidamente la vida?, y con esto, mil preguntas más que acuden a nuestra mente, granitos de arena, piedritas en el zapato, cosas que al final del camino atormentarán nuestra alma, a no ser que seamos seres absolutamente insensibles.
El mundo actual es una vorágine que atrapa y devora; ¡Falso, absolutamente falso! nos dejamos atrapar y devorar… ¡Que no es lo mismo!
Porque, amigos, ¡Somos nosotros mismos los que fabricamos las cadenas con que nos atamos o nos atan!
Pero a golpes se aprende, lástima que esos golpes nos lo damos, muchas veces, cuando es demasiado tarde, o no supimos en su momento sacar provecho de los golpes recibidos.
No nos olvidemos de las cosas pequeñas, el desierto es enorme, pero solo está compuesto de pequeños e insignificantes granitos de arena; y es a eso a lo que me refiero, es a eso a lo que apunto, corremos como locos tras quimeras inalcanzables sin darnos cuenta que la felicidad la tenemos ahí nomás, casi al alcance de la mano, y sin embargo somos incapaces de verla, o darnos cuenta.
He aquí el nexo entre el título de la nota, el comienzo, y lo que pretendo trasmitir; de que nos sirve machacar y machacar en lo mismo si nos olvidamos de lo principal… ¡Vivir! Y prestar más atención a todo lo que nos rodea.
Vaya esto, a modo de reflexión, para todos aquellos que han debido soportar situaciones dolorosas, pero es bueno saber que la vida es juego de revancha y siempre hay algo delante por lo que luchar y vivir.
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