Viejas profesiones se adecuan
a este mundo posmoderno
* Fernando Pintos
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Recuerdo ahora una graciosa anécdota de cuando llegué a Guatemala. Siempre he sido un aficionado a los masajes relajantes y por supuesto sigo siéndolo. Pero he ahí que apenas un par de meses tenía yo en Guatemala cuando descubrí, en los clasificados del ya extinto diario EL GRÁFICO, unos cuantos anuncios donde se ofrecían masajes relajantes. Tal descubrimiento me hizo sentir en el paraíso, porque tales servicios profesionales no solían abundar entonces tan públicamente en la Muy Fiel y Reconquistadora Montevideo, ciudad de la cual yo provenía. En consecuencia, preparé mi incursión hacia el mundo de los masajes relajantes de Guatemala, pero antes de hacerla efectiva, se me ocurrió comentarlo con un amigo quien, para mi sorpresa y desencanto, me informó que no se trataba de unos masajes profesionales tal cual yo creía e ingenuamente esperaba, sino de vulgar prostitución encubierta. A decir verdad, el alma se me fue al suelo, porque me había hecho sobradas ilusiones. Por tan infeliz circunstancia, quedé sin la gratificación de unos verdaderos masajes relajantes hasta que encontré un par de lugares donde sí los hacían muy profesional y seriamente. Corría entonces el Año de Gracia de 1985 y Guatemala era una ciudad en cierta medida pacata. La sociedad guatemalteca se mantenía conservadora y en buena medida recatada. Por supuesto, había todo cuanto pudiera pedirse o buscarse en una moderna ciudad de aquella hermosa época& Pero cierta clase de actividades, entre ellas la prostitución, se las arreglaban para subsistir con sobrado disimulo. Fue así que comenzó a correr el tiempo, que como bien sabemos, resulta tan rápido como inexorable.
El tiempo había pasado y pocos años atrás, mientras esperaba frente a un cruce de la que en Guatemala se denomina "Zona Viva" (está en la zona 10 de la ciudad y se supone un lugar de diversión, mas no de lupanares), una chica muy sonriente se acercó a la ventanilla de mi carro, inconvenientemente abierta, y me entregó un volante al que no presté en ese primer momento mayor atención. Pero, una vez llegado a casa, retomé el mencionado papelucho y pude leer el siguiente anuncio:
Top Model& Damas a tu servicio. Si eres hombre, ¡atrévete a llamarnos! (seguía un teléfono con la característica 368, pues la telefonía de Guatemala no había llegado, todavía, a los ocho dígitos).
¡Sorpresa! Allí estaba, entre mis manos, un verdadero retazo posmoderno de la profesión más antigua& Para decir verdad, tentado estuve de tomar el teléfono para discar el citado numerito y decirle, a quien me atendiera, lo que pensaba acerca de su ofensiva publicidad. Pero al final me contuve y dejé de hacerlo& En aquel momento reflexioné que todo el mundo tiene el derecho a ganarse la vida como mejor le parezca o pueda, y que los publicistas o sus aprendices muchas veces pecan por exagerar la nota. También medité en el hecho innegable de que unas pocas palabras impresas sobre un volante no deberían tener el poder suficiente como para sacarme de las casillas, pues, como es bien sabido, si a las palabras se las lleva el viento, no menos cierto es que la letra impresa aguanta con cualquier barbaridad que uno pueda imaginarse. Sin embargo, mi molestia derivaba de la imposibilidad de aceptar que cualquier hijo de vecino se diese el lujo de indicar que no me atrevo a "ser hombre" por el simple hecho de que las prostitutas -a quienes siempre he respetado profundamente- no me atraigan en lo más mínimo. El asunto me parecía a todas luces injustos, si ustedes me entienden.
Apenas unas pocas semanas más tarde, mientras transitaba una vez más sobre cuatro ruedas, también por la zona 10 de la Ciudad de Guatemala, recibí el regalo imprevisto de un nuevo volante, el cual rezaba lo siguiente ¡Oferta! Relajante masaje& mmm& Bueno, aquéllos nuevos actores del mercado estaban ofreciendo prebendas y delicias tales como "&cálido aceite, aromáticos talcos, baño de espuma europeo y hasta una bebida gratis al exijir (SIC) su factura&". Como conclusión, se hacía harto evidente que la oferta se estaba diversificando y extraje del hecho, a manera de moraleja, que todo aquello obedecía a los efectos directos de una competencia mercantil desenfrenada, que se estaba desarrollando en estos tiempos de Posmodernidad irrestricta. Despojando el mensaje de groserías y alusiones personales, hasta quedaba la remota tentación de expresar una cierta admiración. ¡Qué maneras tan originales de poner aggiorno una antiquísima profesión!
Un breve paréntesis& Hasta pocos días después, cuando estando una vez más a la espera de luz verde frente a un semáforo tozudamente estacionado en lo rojo -al costado de la Guardia de Honor, también ubicada en la zona 10-, otra jovencita muy mona me entregó un tercer mensaje publicitario, en el cual la por mí ya conocida mas no bien recordada empresa Top Model volvía a la carga, con expresiones como éstas:
Ven, disfruta y saborea con lindas señoritas que te atenderán y estarán dispuestas a complacer tus más grandes fantasías& En este punto comencé a sopesar las mías, que eran y siguen siendo: tener tres millones de dólares& Terminar con la miseria en el mundo& ¿Irme a una isla desierta con Janeth Lee& Salvar las especies animales en vías de extinción& Que el glorioso Club Nacional de Football gane por cuarta vez la Libertadores de América& Que la Selección uruguaya de fútbol no sólo vaya a un Mundial, sino que además lo gane, invicta y sin goles en contra& ¡Ah, mis fantasías! Pero sigamos con el resto del volante aquel, donde se ofrecía:
&Jueves: Bebida gratis. Viernes: sorteo de señoritas. Sábados: Bebida y churrasco gratis.
Y concluía con un cambio de dirección, porque se habían trasladado a la zona 2 de Mixco, o sea, fuera de los límites de la Ciudad de Guatemala. Al igual que el primero y segundo, este tercer volante terminó en el tarro de la basura. Y la tercera fue la vencida en el sentido de que no volví a aceptar publicidad de aquella índole ni dentro ni fuera de mi carro.
En la actualidad, los clasificados de PRENSA LIBRE, el diario más& digamos conservador de esta Guatemala posmoderna del 2005,, abundan en anuncios sobre masajes de aquéllos que ustedes pueden imaginar. Aparecen agrupados bajo la categoría de VARIOS, ofrecen servicios a domicilio y en ciertos días de la semana que el periódico llega bien gordo, pueden andar rondando los treinta O más, porque inmediatamente antes de VARIOS viene una categoría un poco más light, digamos, bajo el ambiguo letrero de OTROS: allí se publicitan desde la doctora Guzmán, una dama que usurpa un título universitario para anunciar sus servicios, consistentes en "&Caballeros C/problemas D/Stress. Tensión, Sentimentales, Q/Deseen eliminarlos C/Tratamientos Relajantes Desestrezantes, Terapéuticos. A/Gratis Folleto Higiene Sexual y Enfermedades Venéreas&", hasta el sex shop Adán y Eva, el servicio denominado Bachelorette parties (eventos especiales sólo para damas), y el "joven especializado en masaje americano, sólo para caballeros".
En cuanto a mí atañe, no necesito visitar antros de prostitución para demostrar mi condición masculina. Eso es algo que he dejado fuera de cualquier duda. Para mí, un hombre es quien va a la guerra porque su país está en peligro. O es quien encaja con estoicismo los golpes que la vida le propine. O será aquel otro que, tras sufrir una caída estrepitosa, retoma el sendero sin quejas ni lloriqueos. Hombre es sinónimo de Carácter, como bien lo expresó el poeta argentino Almafuerte: Procede como Dios, que nunca llora/ o Satanás, que nunca reza,/ o el robledal, cuya grandeza/ necesita del agua y no la implora&/ ¡Que grite y vocifere, vengadora,/ ya rodando por el polvo tu cabeza!& Hay muchas maneras de ser hombre. Una de ellas, mantenerse fiel a una sola mujer, aunque a ésta uno le sea indiferente. Y no será jamás un lenocinio el lugar más idóneo para afirmar la masculinidad. Allí, por el contrario, se podría captar un variado repertorio de enfermedades venéreas, con el SIDA en vanguardia. Por no hablar de ese insecto anopluro de la familia pedicúlida, tan parecido al piojo: la ladilla. Porque, a pesar de la Posmodernidad, de las tecnologías de vanguardia y las antiquísimas profesiones aggiorno, las enfermedades prosperan y las ladillas retozan por doquier, ensayando el salto olímpico con garrocha.