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Año V - Nº 263
Uruguay,  07 diciembre del 2007
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Fernando Pintos

Carta a Rita (2)

por Fernando Pintos
 
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            Bueno… ¿Qué podría decirte al respecto? Que me encuentro impedido de hacer mayor cosa, simplemente porque soy así. Una bestia completa, peluda y cuadrada, en todo el ancho sentido de tales expresiones. Y aquí, la pregunta fundamental sería, ¿hasta qué punto alcanzará a llegar ese amor que siento por Astrid? En todo caso, sí se trata de una desesperada historia de amor… Una que es absolutamente desesperada, como todas aquellas que ameritan serlo, porque el amor, amiga mía, es una tortura constante. Es una angustia que te invade sin medida. Es una completa alteración de los estados normales, que suelen ser o la indiferencia o el (estar en) celo… El amor es algo enorme y terrible. Igual que un incendio gigantesco que avanza, sin descanso, devorando y convirtiendo en humo y cenizas a todo cuanto encuentre en su camino. El amor es un asunto trágico y, cuando te corresponde la suprema desgracia de amar con profundidad, te convertís en un personaje trágico (si bien, en determinados momentos que suelen ser especialmente patéticos, también tragicómico)… En realidad, cuando uno ama sin medida se convierte, casi sin darse cuenta, en una especie de héroe trágico. Como recordarás, todos los héroes de la literatura antigua son personajes trágicos. Y el amor te convierte fatalmente en eso.

            ¿Será todo esto como para lamentar? En verdad, no creo que así sea. Lo primero que deberías agradecerle a ese amor que ahora te estruja el alma y los sentidos de una manera tan terrible, es el hecho de que con la exaltación y los dolores profundos que te inflige, en realidad te está haciendo vivir con inusitada intensidad. Ese dolor insoportable y aquella exaltación inextinguible son la mejor prueba de que estás, cuando menos en estos momentos, absolutamente vivo. Y estar vivo, alejado de esa quietud e indiferencia que aquejan por igual a los muertos y a los mediocres, es algo que cualquiera con dos dedos de frente —o dos gramos de discernimiento— debería agradecer con un cuando menos moderado sentimiento. En cuanto a lo que mencionabas acerca de que la vida es bella… Bueno, dejemos eso en suspenso. En el mejor de los casos, sustituiría tu adjetivo por uno que me parece más adecuado: «terrible». Por supuesto, la vida es ese vendaval impío que te despoja el alma y te gangrena los sentidos. Como bien sabrás porque varias veces te lo he manifestado, tanto esta vida como este mundo me parecen una perfecta versión del infierno.

            Y, por supuesto, existe mucha razón en todo lo que me escribís. Si no tengo a la mujer que estoy amando con absoluta pasión y locura, ¿para qué querría estar con otra? Tal cosa (estar con otra) no tendría el más mínimo sentido. Y, después de todo, desde el momento en que estás verdadera y profundamente enamorado, tu amor es lo más tuyo que pudiese existir sobre la torturada superficie de este mundo… ¿Por qué extraña razón debería, entonces, dejar de aferrarme a él? Como bien explicabas en tu carta, el sentimiento es tan fuerte que no te permite la opción de negarte o la posibilidad de elegir. Sencillamente te domina y a partir de él no encontrarás la más mínima salida. Es decir: que estarás como una pobre bestia atrapada en una jaula hermética, impenetrable, invulnerable… No way out!

            Estoy cumpliendo ya, en pocos minutos, mis cuatro días sin comer nada… ¿No te parece excelente? El asunto es que me siento perfectamente, en absoluto lleno de energía y, para mejor, con una lucidez envidiable. Todos estos días estuve trabajando normalmente y yendo al gimnasio (donde también he trabajado aparatos muy duramente), pero en ningún momento me he sentido débil o cansado en lo más mínimo. Tampoco el estómago, por vacío, me ha dado la menor señal de descontento. Y demás está decir que no he padecido de hambre en absoluto. ¿No es todo eso una maravilla? Sobre esos maravillosos síntomas de mi locura psico-somática debería hacerse el libro o la película que sugerís, y no sobre mi trágico y patético amor por Astrid… Y bueno, así es: de repente sucede que debo ser inmisericorde conmigo mismo porque no merezco la mínima misericordia. En cuanto a visitar a mi familia cuando llegue a Montevideo, creo haberte dicho que mi parentela es llamativamente escasa y se parece no sé si a los más a los Munsters que a los Addams, o viceversa. En fin…

            Cambiando de cassette (o CD): 1º) ¿Cómo estará el clima en Montevideo para principios de octubre? 2º) ¿Qué ropa pensarías conveniente para llevar? (no tengo casi nada de abrigo en mi guardarropa); 3º) ¿Siguen existiendo los sweaters Burma en Uruguay? 4º) ¿Todavía existe la feria de Tristán Narvaja? 5º) ¿Qué tan caro está todo en Montevideo? Bueno, ya tendré otras preguntas que hacerte, de aquí al 5 de octubre, fecha en que se producirá mi arribo a la «Muy Fiel y Reconquistadora».

            Besos y abrazos desde Guatemala…

 
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