|
|
|||||||
|
No preguntes lo que tu país te puede dar, sino lo que tú puedes darle a él.
|
Año V Nro. 372 - Uruguay, 08 de enero del 2010 |
|
Está planteada nuevamente la eterna polémica. Quizás se pueda definir en un año más para los jóvenes y un año menos para la tercera edad. De todas maneras cuando llegue la media noche del 31 olvidaremos por algunos instantes estas reflexiones para recibir con fe y esperanzas al 2010. Viejos y jóvenes junto a la mesa larga para estirar la noche en un ritual casi sagrado y milenario. En la evocación de aquellas festividades que mirábamos con óptica infantil, nos encontramos con vivencias que han desaparecido al influjo de los nuevos tiempos. Nos propusimos dejar el sentimentalismo sensiblero de años anteriores y realizar un enfoque más realista de estas festividades. No podemos continuar con las crónicas tradicionales donde bastaría con cambiar la fecha y reiterar los textos de años anteriores para saludar la Navidad y recibir un nuevo año. Los tiempos cambian y el periodismo no puede continuar con sus esquemas tradicionales, ocupando espacio con el tradicional deseo de felicidad. Para no recurrir al palabrerío inútil de años anteriores con los textos dialécticos y platónicos, vamos a la realidad que suele ser más importante que los deseos de felicidad. En primer término debemos reconocer que la felicidad completa es patrimonio de la juventud. Señalaba un conocido periodista brasileño que poco adelanta que la mujer posea la energía de una Mesalina, si las arrugas que marcan su edad la conducen al olvido de los hombres. De que le sirve al hombre la tensión de un jabalí si su apariencia y falta de magnetismo no le permite demostrar su potencial de alcoba. Por supuesto que los 70 permiten pensar mejor, proceder mejor, resistir mejor las tentaciones y huir mejor de los peligros de la vida. Hace algunas horas el periodista rochense Oscar Bruno nos acerca reflexiones ajenas, sobre el suplicio que suele representar el festejo de un nuevo aniversario en la tercera edad. Tras realizar un detallado informe sobre los festejos en la juventud señala que “por suerte está de moda encontrarse con gente vieja, gorda, pelada, sorda, desdentada y canosa que alguna vez bailó y salió de joda con nosotros. Y de pronto nos invitan a una noche de nostalgia, cuando hacía mucho tiempo que no teníamos una salida formal. Había que ir bien empilchado. Pero todo nos quedaba estrecho y no permitía que se prendieran los botones. Lo que no nos aguantaba la panza nos estrangulada el cuello. No nos podíamos mover, caminar, ni respirar. Después probamos una vez (una sola vez) a agacharnos e hicimos como que bailábamos para saber de antemano si algo de aquello se rompería, se despegaría, se desarmaría o se descosería en algún momento. Tras narrar otros inconvenientes propios de la edad, los invitados comienzan a llegar al aniversario. “todo bien servido a los 200 comensales que apretaditos y de pie durante la fiesta, sosteníamos un plato caliente con una mano, el tenedor con la otra, el vaso de whisky con la otra, saludáramos a un amigo con la otra y un leve pero persistente temblequeo de Parkinson en todas las manos a la vez. Por fin pasamos al salón principal. Nos sentaron en una mesa grande con otras personas. _ ¿Quién es el señor canoso que está al lado mío? Le pregunte en voz baja a mi mujer. – Es Carlitos, fueron compañeros de la secundaria y es tu actual peluquero. Giré, le pasé el brazo por la espalda y tratando de disimular le dije: -¡Carlitos viejo peludo….estás igualito! Y voz estás hecho bolsa- me dijo y empezó a toser de tal manera que la mujer se tuvo que parar para atenderlo. –Levanta los brazos viejos. Tomate una cucharada de este jarabe por favor, tenés que cuidarte, te faltan dos días para tus 70 y te quiero organizar una fiesta. La conversación se fue poniendo linda. Todas las frases comenzaban con ¿te acordás de…? ¿Voz estabas el día que ..? El que no está bien es ¿viste quien se murió? Ya vengo le dije a mi mujer. Mi amor, lleva el celular por las dudas y también este papel con el número de la mesa anotadito que después te pasas buscándola por todo el salón. El baño estaba de lo más concurrido, flojos de vejiga y prostáticos agrandados nos encontrábamos a cada rato. Fue una fiesta inolvidable, a las 11 nos tomaban la presión a todos y un enfermero atendía sin costo a los que se sofocaban bailando. Para tranquilidad de todos avisaron que una ambulancia del SAME hacía guardia pasiva en la puerta del salón. Junto con los souvenirs, en un detalle realmente novedoso, a los que queríamos seguir tomando cerveza nos iban entregando pañales descartables.” De todas maneras amigo lector, aunque usted no disponga de tantos beneficios, festeje igual, felices fiestas. © Julio Dornel para Informe Uruguay
|