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No preguntes lo que tu país te puede dar, sino lo que tú puedes darle a él.
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Año V Nro. 372 - Uruguay, 08 de enero del 2010 |
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Cerca de fin de año siempre resulta útil hacer un balance – en este caso político – de lo acontecido, principalmente para analizar sus consecuencias y hacer previsiones para el futuro. Lo primero que salta a la vista es que este fin de año marca también el fin del ciclo iniciado el 25 de mayo de 2003, cuando asumió la presidencia de la república Néstor Kirchner. Esa ordalía está terminada. El declive en el que está el gobierno de su sucesora, marcado por la derrota electoral del 28 de junio, es una realidad ineluctable. No creo necesario abundar en las razones de esta afirmación pues están a la vista y resultan confirmadas por los manotazos de ahogado que despliega el gobierno y sus aliados, que cada vez son menos. Sí, me parece que vale la pena enfocar el balance en las consecuencias del actual estado de cosas en materia política, para enfrentar el porvenir inmediato y sentar las bases para el mediato. Ello teniendo en cuenta que el camino será arduo, no sólo por la magnitud de los problemas que enfrenta la Argentina; también porque su principal enemigo, es decir el gobierno y sus aliados, aún tienen “poder de fuego”. Frente a los estertores del régimen agonizante no hay que perder la calma ni confundirse: el futuro está en manos de los argentinos y no del puñado de resentidos, ignorantes, herederos del terrorismo de los años 70, que hoy gobierna. Lo primero que hay que hacer, es analizar las grandes cuestiones pendientes, es decir, la pobreza, la inseguridad, la educación y la salud públicas, despojados de preconceptos o prejuicios ideológicos. Naturalmente habrá que analizar también y luego proponer cambios en temas tan importantes y trascendentes como la defensa nacional y la reinserción de nuestro país en el mundo, en concordancia con sus intereses permanentes. Pero para hacer ese análisis, hay que sincerarse y aceptar, sin condicionamientos, el orden jurídico que emana de la Constitución Nacional. La nuestra, de acuerdo con su texto, es en república federal, democrática y representativa, no el mamarracho en el que nos han sumido los actuales gobernantes, con legisladores que son marionetas, jueces claudicantes y gobernadores mendicantes. Hay que volver al imperio del derecho, impidiendo el desmadre social consentido y hasta impulsado por los actuales gobernantes. Hay que recordar que le pueblo no delibera ni gobierna: lo hacen sus representantes. Y en esto hay que ser también muy claro y terminante: la ausencia casi extrema, de partidos políticos organizados, que además de funcionar democráticamente deben ser cenáculos de elaboración de plataformas y escuela de ciudadanía y de dirigentes, nos coloca en una posición muy débil. Hay que reorganizar en serio, tales vehículos imprescindibles de la república democrática y garantizar la pureza del sufragio, devolviendo el prestigio perdido a la noble tarea de interesarse por lo público. Si todos cumpliéramos, con lealtad y patriotismo, las reglas constitucionales, la vida en comunidad sería menos conflictiva y más productiva de lo que, hasta hoy ha sido. La libertad de expresión, la libertad política, la garantía del derecho de propiedad, no son cuestiones negociables. Son de la esencia de la nación que nos legaron quienes nos precedieron hace casi dos siglos, Finalmente hay que reconciliar a los ciudadanos. Ningún proyecto será posible sin la armonía que nace de la ilusión común de ser partícipes de aquel. El pasado, por doloroso que sea, debe ser puesto en su lugar, para evitar recaer en sus vicios, que fueron de todos los argentinos, no sólo de aquellos que hoy, injustamente, pagan con cárcel y procesos inicuos, los pecados colectivos. Quiera Dios iluminar a los argentinos en esta hora difícil de su historia y darles la sabiduría necesaria para que, en el año del Bicentenario de la Revolución de Mayo, retomen el camino trazado por los fundadores de la Nación. Fuente: Hacer
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