Síndrome "Esto es el colmo"
por Robert Bottome y Norka Parra
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Después de dos intentos fallidos, Hugo Chávez logró anotarse un punto a favor cuando los terroristas de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) liberaron, al fin, a las ciudadanas colombianas Clara Rojas y Consuelo González, a quienes habían mantenido secuestradas por seis años.
Los millones de personas que seguían el acto mediático montado por Chávez pudieron observar, a través de las cámaras de Telesur, el insólito trato amistoso que le daba el ministro de Interior y Justicia venezolano a los guerrilleros que entregaban a sus dos víctimas. Y, escucharon en vivo y en directo, al cordial ministro decirles a estos criminales que "en nombre del Presidente Chávez estamos muy pendientes de su lucha. Mantengan ese espíritu, mantengan esa fuerza y cuenten con nosotros".
Palabras que asombran por cuanto es harto conocido que las FARC son el más grande y antiguo grupo guerrillero de Colombia, que viven de la extorsión, del secuestro y del narcotráfico y que le han causado un daño irreparable a más de tres generaciones de colombianos y, dicho sea de paso, también a los venezolanos.
Millones de sorprendidos televidentes tal vez habrán pensado que se trataba de una especie de cortesía, a tono con las circunstancias. Sin embargo, Chávez demostró que la cosa iba más allá.
Para que no quedara la menor duda de ello, en la presentación anual de su Memoria y Cuenta ante el cuerpo legislativo Chávez pidió, en un discurso cínico y desvergonzado, a los gobiernos del mundo considerar a las guerrillas colombianas como "fuerzas beligerantes" para facilitar las conversaciones de paz, diciendo que las FARC y el Ejército de Liberación Nacional (ELN) de Colombia no son grupos terroristas, sino "verdaderos ejércitos" a los que "hay que darles reconocimiento". Y remató que las FARC y el ELN "son fuerzas insurgentes que tienen un proyecto político y bolivariano que aquí es respetado".
Así, el mismo presidente Hugo Chávez fue quien se encargó de que el mundo comprendiera que la cordialidad de su Ministro de Relaciones Interiores y "Justicia" hacia los guerrilleros no era una posición personal, sino que era la posición oficial del Gobierno de Venezuela, con lo cual colocó al país en una de las más delicadas posiciones que se conozcan en las relaciones diplomáticas con Colombia, que ha sido calificado por muchos políticos y analistas internacionales como una "declaración de guerra".
Colombia es un Estado democrático, soberano y libre, con un gobierno constitucionalmente electo que merece el respeto de todos los gobernantes del mundo, incluyendo a Hugo Chávez. Y más respeto merecen los más de 800 secuestrados en poder de las FARC, incluyendo los seis turistas secuestrados el domingo 13 de enero; los desplazados por las guerrillas y el pueblo que viene padeciendo desde hace 40 años por los crímenes de estos grupos armados.
Las FARC hoy son calificadas por unos 30 países de América Latina, Estados Unidos y la Unión Europea como un grupo terrorista, y seguirán siendo terroristas mientras persistan en utilizar la violencia para fines políticos. Eso no cambiará ni con mil y un shows que Chávez y los terroristas insistan en montar.
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