Año III - Nº 125 - Uruguay, 08 de abril del 2005

 

 

 

 
Políticamente correcto
Una dictadura perfecta

Eduardo García Gaspar

Un ruso, escritor, que vive en Francia, según encontré en una lectura, fue el que dijo en 1987 que Lo políticamente correcto es una forma de totalitarismo occidental. Su nombre es Andrei Makine y su puntería del 100 por ciento. Esta idea de lo políticamente correcto equivale a una mordaza que literalmente impide la libre expresión y, por eso, es dañina.

Es políticamente incorrecto decir, como escuché hace poco, Estoy harto de movimientos feministas que se basan sólo en el conflicto con el otro sexo. Esto podría ser interpretado con facilidad como un ataque machista y tomado como una actitud en favor de la inferioridad femenina. Pero, en cambio, es perfectamente aceptable decir Estoy harta del movimiento esclavizante de los hombres hacia las mujeres.

Ésta es una de las características de P.C., o políticamente correcto, el ser asimétrico: es legítimo y loable acusar a los hombres de conductas que dañan a las mujeres, pero no es bien visto lo contrario

Es políticamente correcto sostener que la ayuda internacional a las naciones pobres es la clave de la solución de la miseria. Pero es políticamente indebido decir que esa ayuda de nada sirve si los gobiernos de esas naciones continúan con las mismas políticas irresponsables. Es políticamente correcto defender el matrimonio de personas del mismo sexo, pero impertinente defender la postura contraria.

La noción de lo políticamente correcto toma como dogma a creencias a las que se han llamado progresistas, por ejemplo, el calentamiento global, e impide su discusión cuando ella siquiera implique indirectamente la posibilidad de una posición contraria. La cuestión es curiosa, porque en una época de negación de creencias religiosas se han creado verdades artificiales que son consideradas inapelables... como otra forma de religión con verdades seculares.

No hay violencia abierta en lo políticamente correcto. No hay gobierno que arreste a la persona que se atreva a tales herejías. Hay algo peor, el absolutismo de una idea flotante que aplasta cualquier iniciativa que no le haga crecer. La libertad de expresión es la primera víctima de lo políticamente correcto: impide hablar, analizar, pensar; obliga a arrodillarse ante ideas y conceptos que están lejos de ser absolutos.

Es lo que hace que algunos medios noticiosos llamen luchadores libertarios a gente que comete actos terroristas. Es lo que provoca que usemos eufemismos y se llamen personas con capacidades diferentes a los ciegos. Parte importante de esto es eso, la alteración del lenguaje, con la idea de no ofender a alguien por alguna extrema sensibilidad que pueda tener en algún tema.

Es políticamente correcto, por ejemplo, no externar opiniones negativas sobre alguna religión, especialmente el Islam en estos momentos. Aunque curiosamente no se da el mismo caso con la iglesia católica, que no ha entrado a ser parte de lo P.C., al contrario, es políticamente correcto atacarla.

Tenemos, por tanto varias características de lo P.C. El ser asimétrico dando preferencia a las verdades favoritas consideradas inapelables. El usar al lenguaje como un instrumento para el cambio de percepciones. El anular la posibilidad de poner en tela de juicio las supuestas verdades y el ser un ataque a la libertad de expresión. Más el usar el peso social de la reprobación: la reprobación de los colegas, los académicos, los intelectuales.

Lo que persigue lo P.C. es evitar situaciones de sensibilidad potencial en cuestiones relativas a diferencias de sexo, religión, raza y similares, a lo que se ha agregado la cuestión ecológica... y, me parece, se ha inclinado más hacia las posiciones progresistas de una moral más laxa, activismo social e intervencionismo estatal.

Todo mi punto es que la idea de lo políticamente correcto es una forma de censura, que utiliza una terrible forma de presión entre quienes sostienen puntos divergentes. Es la forma de presión, sin violencia externa, que impone tan silenciosa como pesadamente el acuerdo con una serie de opiniones consagradas como dogmas.

Publicado con autorización de Contrapeso.info