La hipocresía nuestra (de todos los uruguayos)
por Antonio Fernandez Arosteguy
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Todos estos días nuestros medios de comunicación -chatos, sensibleros y sensacionalistas-, han hablado de la corrupción en las aduanas, portuaria y aérea y ante dichos de Jorge Batlle, la réplica, defensiva, de un jerarca público reclamando rectificaciones.
La casi totalidad de los empleados públicos -de una manera o de otra- son corruptos, muy especialmente en la capital, con situaciones más favorables. Todo el mundo lo sabe, lo comenta, pero se guarda de hacerlo públicamente. Batlle (ni él ni ninguno de su apellido me han sido nunca gratos), como suele pasarnos a hombres grandes, ya vividos y pasados de tanta inmundicia tolerada, no tenemos empacho en decirlo.
Poco hay para perder ya. Son las reglas de juego de nuestra sociedad, artificial y carente de vida propia, sin iniciativa ni medios para hacer otra cosas que vivir a expensas del Estado, con la única y casi sola excepción -hasta ahora- de quienes viven del campo y sus productos; realidad concreta y sin artificios.
Hoy, el Turismo hace un aporte importantísimo al quehacer nacional. Me toca de cerca como maldonadense.
Pero negar "nuestra" verdad y manijearla por la prensa y politizarla y buscar culpables ajenos, es seguir viviendo en la misma hipocresía que hoy practica el quejoso funcionario público contra Batlle.
Nos inventaron los ingleses para frenar el enfrentamiento de portugueses y españoles y de rebote -como ha sido su historia- tener un puerto libre. Un liberal y también demagogo, viajó a Europa y copió (mal copió),los adelantos de la industria frente a la agricultura, lo que le daba los medios para sacarle al caudillismo rural su preeminencia.
Pasó por alto que llevaban 300 años haciéndolo. El campo se replegó, en vez de desarrollarse, para salvaguardar sus intereses, que los tenían desde el inicio del proyecto país. Quedaron en el medio muchos quejosos y se fueron conformando con empleos administrativos, gubernamentales. Como bola de nieve, crecieron, también sus privilegios y seguro los interesados. La balanza de entradas y salidas se invirtió. Aparecieron los "pequeños" anarquistas, venidos en su origen de la Italia sureña,sin hábitos laborales y sí de intermediarios.
Afincados en la Capital -poco a poco- manejaron los intereses del País, mediante su conducción, no de su producción.- Tres millones, la mitad en la Capital, sin fábricas, ni nada que genere dinero, salvo el puerto (y después el aeropuerto) Los demás son administrativos, empleados terciarios, públicos o de muy limitadas empresas.
La burocracia y los cargos "especiales" en puestos públicos, se convirtieron en el gran ingreso de los "vivos".
Se volvió más importante el que pone un sello y su rúbrica que un Doctor. Explotaron -de profesionales inútiles- las universidades, que volcaron los mismos a empresas estatales, volviéndolas más obsoletas de lo que ya eran.
El mundo siguió su marcha, nosotros vegetamos en el camino -conformes- y cuando el pan ya no aparece por ningún lado, porque sólo se consigue trabajando, se buscaron "chivos" emisarios, en el pasado y en el presente.
"Para eliminarla (la corrupción), junto con la resuelta determinación de las autoridades, se necesita el generoso apoyo de todos los ciudadanos, sostenido por una firme conciencia moral".
"De la justicia de cada uno procede la paz para todos" -Juan Pablo II- 1 de Enero de l988.
Una vez, otro dolido oriental como yo (ambos tuvimos que desprendernos de nuestros campos en un "no va más"), ante su desahogo con furia y rencor, diciendo "este es un País de mierda", le increpé -no, es un gran país, la que es de eso es su gente, es en lo que se han convertido, pero en ello, todos somos culpables.
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