Impuestos e ideología
por Michael S.Castleton-Bridger
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Mezclar impuestos con ideología nunca es bueno. Los neo-marxistas latino americanos lo hacen permanentemente.
Un ejemplo palmario de esto fue la pretendida imposición de ‘retenciones a las exportaciones agrícolas’ en Argentina. Estas retenciones absolutamente expoliatorias fueron rechazadas por una población movilizada y mayoritaria que en los hechos reconoció la absurda inaplicabilidad, e injusticia, de esas detracciones a la exportación de productos del sector primario.
El gobierno neo-marxista de la proto- dinastía Kirchner debió retroceder y ahora deberá repensar su estrategia impositiva. El tema es que ese impuesto tan absurdo e impopular se quiso imponer por decreto. Por incapacidad o tozudez llevó a nuestros hermanos muy cerca a un enfrentamiento interno con todo la desgracia que ello implica.
La situación en nuestro país es, felizmente, muy distinta. Tenemos sin embargo un gobierno ideológicamente parecido al de Argentina. Tenemos un ministro de economía tan tozudo como anacrónicamente izquierdozo. El Cr. Astori, sin duda pragmático como casi todos los neo-marxistas de estas épocas, sigue sosteniendo que a falta de revoluciones buenos son los impuestos.
Esta gente , una vez que se les borra la retórica utilizada para conformar a los inversores internacionales que con tanta razón cortejan, siguen pensando en los impuestos como mecanismo de cambio social. Siguen pensando en estructuras impositivas en términos de cambiar estructuras sociales, incluso más allá de consideraciones directamente presupuestales.
La política de redistribución social por vía impositiva es altamente peligrosa. Implica mezclar conceptos tan básicos como la libertad individual o la de la propiedad privada con los mecanismos de recaudación del estado. Fácilmente esto puede degenerar en métodos coercitivos por parte del estado para financiarse, métodos lesivos a los derechos básicos inherentes a una sociedad democrática. De alguna manera esto ya se percibe en nuestro país en una Dirección Impositiva ensoberbecida, con poderes cuasi policiales que muchas veces maneja en forma arbitraria e injusta frente al contribuyente.
Los liberales en cambio, pensamos muy distinto. Pensamos que los impuestos no son más, pero no menos, que una forma de financiar el estado. No pensamos, a diferencia de los neo-marxistas que a través de los impuestos se pueda hacer ingeniería social. La verdadera ingeniería social , esa que beneficia, que ayuda a mejorar la vida de los más infelices, se hace dirigiendo bien el gasto. Gastando en forma inteligente y con retornos medibles los dineros de la sociedad. En realidad pensamos en el gasto, incluso el social, como inversión más que gasto. Inversiones que deben retornar a la sociedad en mejores condiciones de vida, en mejores oportunidades, en mejores niveles de salud, educación o seguridad.
Según dijera Benjamín Franklin,’ en la vida hay sólo dos cosas inevitables, los impuestos y la muerte’.
Los impuestos deben ser instrumento para que el estado cumpla a cabalidad su función de realizar las actividades que por distintos motivos le son imposibles a los particulares. Los impuestos nunca deben ser para sacarle a uno y darle a otro sin contrapartida. Eso es receta para el desastre inevitable en el mediano plazo, porque, se pierde el sentido de razonabilidad que debe tener este tipo de imposición, y el impuesto pasa a ser nada más que una apropiación forzosa desde el punto de vista del contribuyente. Apropiación que este prontamente resistirá por todos los medios a su alcance, como vimos tan de cerca en Argentina.
Los impuestos deben ser fácilmente liquidables, lo más justos posibles y cobrarse lo más cerca posible, en el tiempo, del hecho que los genera. Nunca deben perder la percepción de razonabilidad bajo pena de volverse incobrables.
Por sobre todas las cosas no deben ser ideológicas ya que entonces siempre serán de alguna manera la imposición preceptiva de las ideas de algunos sobre las ideas de otros. Esto es contrario a la esencia de la democracia y por definición insostenible en un sistema de ese tipo.
La verdadera ingeniería social se hace con presupuestos equilibrados, bien financiados y con una buena visión de lo que se quiere lograr en materia de inversión social.
Todos debemos aceptar que cualquier gobierno que se precie debe siempre buscar lo más para los más. Sin embargo, esto no debe implicar de manera alguna, la persecución o expoliación de los menos, quienes son, en definitiva los que, con su creatividad e ingenio, generan la verdadera riqueza en cualquier sociedad libre.
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