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No nos engañemos, el candidato
del Frente será Astori
por Dr. Jorge T. Bartesaghi
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La pirotecnia electoral de los últimos días, y especialmente el viaje del senador José Mujica a Buenos Aires, nos han inclinado a pensar que en el Frente Amplio se ha desatado una lucha intersectorial por la candidatura a la primera magistratura.
Creo que, más bien, se pretende inducirnos a pensar tal cosa. No dudamos que entre las bases, tomado el término en su acepción más amplia, existe una disputa esencial en la preferencia de tan diferentes personalidades. Pero tampoco tenemos dudas sobre la postura de los principales dirigentes, aquellos con capacidad de convencer, de gravitar decididamente en las decisiones trascendentes. Aquellos que, en cualquier caso, y por encima de programas o principios, optarán por quien consideren con mejores posibilidades de alcanzar el triunfo.
De todas formas, lo cierto es que Mujica partió para la vecina orilla, con la excusa de una invitación a un foro poco convencional. Y lo hizo en indudable postura de candidato, disimulada, entre sonrisas socarronas, con frases como no tengo “pinta” de presidente, o referencias a su edad o a la “dureza” de su vida pasada.
Todos sus movimientos se identificaron con actitudes que corresponden a la proyección de un candidato. Desde la convocatoria a los partidarios frentistas, hasta las visitas “semioficiales” a funcionarios de mediana jerarquía (no tuvo éxito en sus solicitudes de audiencias con las figuras de primer nivel), evidenciaban pretensiones presidenciables que rompían con lo que habían sido su postura tradicional.
De esta forma, con actitudes erráticas y frases enigmáticas que exhuman picardía, ha logrado instalar en el colectivo frenteamplista la idea de una gran contienda electoral interna, atractiva por las características de los actores, francamente disímiles entre sí, al punto de ubicarse en los extremos de cualquier escala.
Sin duda ese era el efecto buscado. Lograr remover la fibra de un electorado naturalmente militante, desilusionado por el inexistente relacionamiento entre las cúpulas y sus bases, y sobre todo, frustrado al comprobar la incompatibilidad entre las promesas electorales y la acción efectiva del gobierno.
Al “viejo zorro” no se le escapa esta percepción y busca el antídoto con la “amenaza” de su propia candidatura. Pura pirotecnia, fuego de artificio, balas de fogueo.
Nadie mejor que él sabe que no tiene la menor posibilidad de ganar una elección nacional. Que su figura, admirada en algún caso hasta la idolatría por un importante (cuantitativamente hablando) sector del Frente Amplio, provoca rechazo insuperable en ciudadanos cuyo apoyo resulta imprescindible para lograr el triunfo.
Tiene perfectamente claro que la vulgaridad, e incluso grosería de su lenguaje, útiles en algún caso para perfilar una personalidad atractiva para ciertos sectores, es absolutamente incompatible con la sensibilidad, estilo y valores de otros.
Hay una línea de naturaleza cultural que separa a quienes les satisface sus posturas y estilo, de aquellos que los consideran inapropiados, y en algún caso, francamente intolerables.
Y ese estilo no se puede modificar. En primer término, porque no lo admitiría el propio Mujica, a quien sin duda hay que reconocerle autenticidad absoluta. Y por otra parte, porque imaginarle actuando convencionalmente le haría ingresar en el plano de lo ridículo. Implicaría la pérdida del atractivo acumulado a lo largo de los años. Algo así como ver a “Minguito” de traje y corbata, o al “Negro Olmedo” privado de su gestualidad y la picardía de sus ojos.
Pero además Mujica no quiere ser candidato y tampoco presidente. Porque sabe que no puede ganar la elección nacional, y, consecuentemente, no quiere ser responsable de la derrota. Y si así no fuere, porque muchas de las imprescindibles funciones de un primer mandatario son absolutamente incompatibles con sus principios esenciales.
¿Por qué, entonces, su actitud “presidenciable”? Nos parece que ha querido sacudir la interna frenteamplista incorporando el condimento de mayor interés para cualquier fuerza política, nada menos que la definición del candidato único que la representará.
Logrado este efecto, que sin duda logrará, será él mismo quien se encargue de la muy difícil tarea de articular acuerdos para lograr el candidato de “consenso”.
Aprovechará la falta de vocación de la fuerza política para dirimir en las urnas la elección de sus representantes. El Frente Amplio que ha usado y abusado del término “participativo”, y que con él ha intentado llenar de contenido ese fenómeno cultural de crecimiento, sólo admite la participación “in voce” de sus miembros. Es sólo una participación “vocinglera”. Votar no, y decidir menos. Esa es tarea de las cúpulas.
Creemos que, apenas logrado el efecto removedor en la militancia que implica la amenaza de su candidatura, será el mismo senador Mujica quien, usando su habilidad y su fuerza, tejerá los acuerdos necesarios para levantar la figura del Cr. Astori como candidato único del Frente Amplio.
No cree en el actual ministro, tampoco en sus recetas rígidas y naturalmente no le gusta su estilo. Pero, pragmático al fin, entiende que en las actuales circunstancias es la que menos daño le haría a una fuerza política que no encuentra piezas de recambio.
Pensamos que ésta será la realidad electoral con la que nos enfrentaremos a la brevedad.
Si nos equivocamos y el senador Mujica resulta el candidato único del Frente Amplio, será porque el MPP exige su sacrificio como (única) forma de obtener la cuota de poder correspondiente a sus votos, y que hoy no le es reconocida.
Nuevamente la máquina habría matado al inventor.
El tiempo nos dirá si tenemos razón.
De todas formas para el Partido Nacional todo ello será irrelevante por cuanto centrará su propuesta en programas concretos de acción y en la capacidad de sus hombres. No la fundamentará en la debilidad de sus adversarios.
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