Cambalache por Jorge Larrañaga

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         Una de las jactancias del Frente Amplio en el ejercicio del Gobierno es acerca de su pragmatismo. Sin embargo, ese pretendido pragmatismo no es otra cosa que improvisación.
No sólo se trata del doble rol de oficialismo y oposición que ejercitan las primeras figuras del gobierno, o de ir a contra pelo de posiciones históricas del Frente Amplio, sino de algo más grave: asumir simultáneamente posiciones contradictorias y excluyentes.

         Enfrentamos un mundo cada vez más dinámico que nos pone cotidianamente a prueba y que exige actualizar las posiciones ideológicas y doctrinarias para acompasar esos cambios. Pero la velocidad de los cambios no es tanta como para justificar la filosofía del tipo “como te digo una cosa, te digo la otra”, ni la de decir que sí, que no y todo lo contrario a la vez. Estas posturas terminan tributando a la idea de que el fin justifica los medios.

         Los ejemplos son abundantes. La política internacional –o la carencia de una política a ese respecto- ha sido un escenario que reveló contradicciones. Desde la crítica permanente -y miles de litros de pintura en los muros uruguayos- para con los Organismos Internacionales se pasó a brindar con champagne con los delegados del Banco Mundial. Durante meses asistimos a la discusión al seno de la izquierda acerca de si el TLC estaba o no comprendido en el programa del Frente Amplio, y en ese lapso, el tren pasó.

         La posición sobre las asociaciones con privados también cambió. En definitiva, la gestión diaria del gobierno está plagada de estos contrasentidos.

         Existe una tendencia a ocupar todo el espacio del espectro político, así como preocupación por ejercer en simultaneidad el rol de gobierno y oposición. No estamos frente al pragmatismo, enfrentamos la improvisación y el doble discurso.

         Las promesas de transformaciones radicales e inmediatas ahora necesitan más tiempo, ahora son graduales; se pretende disfrazar como utopía lo que es su incapacidad. El futuro prometido para el ahora se traslada irremediablemente hacia adelante.

         Un ejemplo claro es el de la inflación. Cuando suben los precios, cuando suben las arbejas, repollo, entre otros, resulta que la culpa es de los granjeros. Parece increíble, pero el modelo de país productivo responde a la suba de los precios exonerando de IVA a las frutas y verduras importadas. Increíble pero cierto. Tanto como el gas oil “productivo”. En buen romance, “una pata en cada barco”.

         Por supuesto que las posiciones pueden modificarse. Lo incomprensible es la mentira, la irresponsabilidad y las verdades a medias.

         El país necesita avanzar, y para ello necesita un liderazgo con sentido ético, seriedad, planificación y confianza. No se trata de un retorno al pasado, a un pasado de unos contra otros, de coaliciones de Partidos Tradicionales en contra de Frentistas. Ni tampoco se trata de la situación actual de un “progresismo” excluyendo al resto del sistema político. Es tiempo de una sociedad de uruguayos.

         El Partido Nacional es centro del sistema político nacional quien ofrece esas certezas, basado en la coherencia y congruencia de su acción.

         Así hemos obrado en el ejercicio del rol que nos asignó el electorado nacional. Hemos ejercido una Oposición basada en el principio de buena fe, responsabilidad y con espíritu de colaboración crítica.

         Hemos sido Oposición firme en la crítica pero que también ha tenido la responsabilidad de la propuesta y de la colaboración. Somos el partido con más iniciativas legislativas presentadas en el Parlamento, hemos colaborado en instancias muy importantes para la vida nacional como fue el conflicto con Argentina, el tratado de promoción de inversiones con Estados Unidos, le hemos dado institucionalidad al país a través del nombramiento del fiscal de Corte y la integración del quinto miembro de la Suprema Corte de Justicia.

         Ejercemos la política con respeto por la destinataria de nuestra acción política, la gente. Tenemos la vocación cívica de actuar, cuando ejercemos gobierno como cuando somos oposición, con sentido patriótico. No criticamos cuando somos oposición, lo que haríamos de ser gobierno.

         Hoy nuestro Partido tiene la enorme responsabilidad de ser la alternativa positiva para todos los uruguayos.

         Y esa visión responde a un hecho contundente, es que ofrecemos ideas claras, convicción para llevarlas a cabo, la voluntad y el compromiso de convocar a los mejores de todos los Partidos para la gran tarea nacional de construir un destino más próspero.

         Tenemos un proyecto de país posible y desafiante, que premie el esfuerzo, estimule el éxito en un marco de igualdad en el acceso a las oportunidades.

         Queremos construir el Uruguay moderno, donde un Estado eficiente esté al servicio del trabajo como mejor política social, de la educación, de la descentralización y de una propuesta de desarrollo nacional integral; con una verdadera y coherente política de inserción internacional; brindando seguridad ciudadana; políticas sociales ligadas y con epicentro en la mejora de la educación.

         Aspiramos a lograr el zurcido social entre los uruguayos, a una sociedad incluyente generando una cultura de diálogo, de Nación y no de Partidos.

         Vamos a sustituir el progresismo por el progreso.

         Vamos a sustituir el voluntarismo por el realismo de dignidad y trabajo.

         El “cambalache” no debe seguir.

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