Ganadores y perdedores por Vicente Massot |
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Si alguien se preguntase acerca de cómo van a evolucionar los acontecimientos y creyese que al final del diferendo puede aparecer el rostro de Marte, estaría descaminado. No porque la guerra resulte un imposible sino en razón de que —por muchas que sean las torpezas de los gobiernos involucrados y los ánimos exaltados de algunos vecinos de Gualeguaychú— un conflicto armado resulta impensable. Lo cual no quiere decir que el diferendo no siga escalando en el tiempo —como lo viene haciendo desde hace un año, poco más o menos— y que las relaciones con la vecina República Oriental puedan, eventualmente, romperse. Sobre todo si fracasase esa suerte de mediación que han puesto sobre los hombros del rey de España.
A esta altura de los acontecimientos el peor escenario que se recorta en el horizonte de las probabilidades es el del cese de las relaciones diplomáticas. ¿Por qué? Porque, salvo lo que pueda aportar el enviado personal de Juan Carlos, hasta aquí prácticamente se han ensayado todos los caminos sin que ninguno llevara a las partes a buen puerto. Inclusive la idea que se repite a diario respecto de una reunión al más alto nivel, entre Néstor Kirchner y Tabaré Vázquez, ya fracasó una vez en Santiago de Chile, de modo que no habría que alentar demasiadas esperanzas por ese lado.
En realidad, lo que sucede es que Uruguay se dio cuenta de algo elemental y esencial al mismo tiempo, respecto de lo cual la Argentina parece no tener noticia: que ganó la pulseada en los distintos ámbitos —La Haya, Mercosur y Banco Mundial— donde se ventiló el diferendo. Que Tabaré sepa con claridad cuanto Kirchner parece ignorar le da al político oriental una ventaja considerable sobre el santacruceño. Quien le ha sacado a su adversario una ventaja imposible de descontar no tiene ninguna necesidad de parar la pelota y solicitar un respiro. Quien, inversamente, está al borde del KO, si es inteligente deseará detener el combate para no sufrir una derrota más categórica.
El presidente uruguayo no esta ni apurado por el tiempo ni debe hacer frente a una oposición que lo hostiga de manera permanente para que cambie su política. El argentino, en cambio, sin cartas que jugar y perdidoso por escándalo, no es dueño de sus tiempos y sí tiene en frente al arco opositor —que le echa en cara su estrategia desastrosa— y a unos vecinos de Gualeguaychú y, en menor medida, de Colón, que no reciben órdenes de nadie. Con lo cual, el santacruceño tampoco es dueño del terreno donde actúa. Este último dato no es en absoluto menor y explica la orden de Tabaré Vázquez de custodiar la planta de la empresa Botnia con efectivos militares
El gobierno oriental no tomó esa resolución a tontas y a locas. Podrá parecerle desmedida a Kirchner, que sólo ve cuanto le conviene, pero, miradas las cosas desde el ángulo uruguayo, es lógico que exista preocupación no tanto por la posición de nuestro país como por la falta de autoridad que, en este caso, aqueja al gobierno argentino. Si el Palacio San Martín se ha dejado secuestrar el manejo de la política por parte de Gualeguaychú y si el presidente de la República y el gobernador de Entre Ríos nada pueden hacer ante los cortes de ruta, ¿por qué no cusodiar una planta que es el blanco de la ira de toda una ciudad?
La movida de los orientales, bien analizada, no ha sido un intento de escalar el conflicto sino de montar un aparato disuasivo para que el diablo no meta la cola. Es que a las falencias demostradas por Kirchner hay que agregarle la convicción de algunos vecinos de la localidad de Gualeguaychú —no todos— de que la planta de Botnia en funcionamiento supone el fin de un estilo de vida que no están dispuestos a resignar.
Resumiendo: si de este lado del río los argentinos hacen lo que quieren, ante la indiferencia del gobierno central, también podrían, en un arranque de irracionalidad, cruzar el puente y entonces si la situación podría descarrilarse definitivamente. El desplazamiento, ordenado por Tabaré Vázquez de efectivos militares a Fray Bentos, es, pues, producto de la debilidad del gobierno argentino.
En tanto y en cuanto Néstor Kirchner siga jugando a las escondidas con la realidad, no habrá avances y sí retrocesos de todo tipo con el Uruguay. Si, en cambio, asume que su posición de máxima —no a las pasteras— fracasó y, a la vez, levanta la que debió ser la posición de mínima del Estado argentino —no a la contaminación— el conflicto podrá tener un principio de solución.
Aunque, para eso, debería convencer antes a Gualeguaychú que demandar el retiro de la planta de Botnia es algo así como ladrarle a la luna. Hasta la semana próxima.
Fuente: Periodismo de Verdad
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