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Para comprender mejor la Posmodernidad:
Antecedentes de la Época Moderna por Fernando Pintos |
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Sea que se fije su punto de partida en 1776 o en 1789, la Época Moderna se desarrollará con un impulso cada vez mayor desde los comienzos del siglo XIX. Un siglo que fue caracterizado por una concepción muy definida del progreso; por unos avances tecnológicos cada vez mayores; por unos descubrimientos científicos sucesivos y espectaculares; por la conquista irreversible de hasta los más recónditos rincones del planeta; por la concreción de los Estados Nacionales y lo que se conoce hoy como Estado Moderno; por el desenlace de la Revolución Industrial, que más bien fue el final de la primera etapa del proceso y el comienzo para una segunda parte, con renovadas características; por la expansión colonial y comercial de algunos países, no sólo los principales de la Europa occidental —como Inglaterra, Francia, Holanda, Bélgica y Alemania—, sino además Rusia, Estados Unidos y Japón; por la presencia de un capitalismo cada vez más definido, ambicioso e internacionalista.
En una palabra, toda una serie de factores, generalmente muy complejos, confluyeron para cimentar esta nueva etapa de la civilización occidental, y se puede afirmar, sin temor a equivocaciones, que el siglo XIX fue posiblemente el más característico de la Época Moderna y el verdadero crisol donde se forjó el concepto de “Modernidad”. Ahora bien, entre los acontecimientos más importantes o resaltables que tuvieron lugar durante el siglo XIX, que también fue conocido como «Edad del Progreso», deben citarse por fuerza los siguientes:
- La industrialización creciente de los países europeos, un proceso que despobló el campo, sobrepobló y proletarizó las ciudades, y cambio definitivamente el paisaje, tanto rural como urbano. Los cambios principales fueron, por supuesto, en el panorama de las ciudades, que se volvió gris, oscuro, triste, y derivó en lo que se ha denominado «el paisaje gris», o sea, el que está formado por las masas y los medios de comunicación de masas1 .
- La vertiginosa ascensión de los nacionalismos, fenómeno que comenzó en la Europa central y occidental, pero que rápidamente alcanzó al sur y el este de aquel continente. Ese mismo nacionalismo llegó a otras regiones del mundo, como América y el Japón.
Siguiendo con la Ilustración propiamente dicha, cabe destacar algunos:
- La evolución del pensamiento y del sistema democráticos, hecho que primero tuvo sus epicentros en Estados Unidos e Inglaterra, pero que rápidamente se extendió a otros países, principalmente europeos.
- El nuevo imperialismo, si se quiere neoimperialismo, que impulsó a las naciones europeas, los Estados Unidos y el Japón, hacia una era de conquistas territoriales, que fueron alcanzadas a costa de los países más pobres, más débiles y más retrasados del planeta.
- La difusión del espíritu revolucionario y, por lo tanto, la difusión de la violencia interna, las revoluciones y las guerras civiles, en los diferentes países. En ese sentido, la mayor parte de los países del mundo occidental iba a experimentar una serie de tremendas y sangrientas convulsiones. Las hubo en España, Francia, Hungría, Italia, Alemania, Estados Unidos. También las vivió toda Latinoamérica, por supuesto. Para citar un solo ejemplo de todo aquello: la guerra de Secesión norteamericana costó casi un millón de muertos.
- En el campo de las ideas políticas, sobresalió el movimiento denominado Reacción, que constituyó un serio esfuerzo de los regímenes autoritarios y conservadores del continente europeo por salvar el antiguo statu quo o, como bien dijera el protagonista de IL GATTOPARDO: que todo cambiara para que las cosas siguieran igual2.
- Dos procesos de unidad nacional tuvieron especial importancia e influencia en la Europa del siglo XIX. Uno de ellos fue la unificación alemana, que enfrentó a las dos grandes potencias de esa lengua, Prusia y Austria-Hungría. Los prusianos, que contaban con la dirección de un notable político, el conde Otto von Bismarck —denominado el «canciller de hierro»— derrotaron a Austria-Hungría en 1866 (en lo militar y lo tecnológico, fue un triunfo de la modernidad sobre lo antiguo y tradicional). Después, provocaron otra guerra en la que vencieron fácilmente a la Francia de Napoleón III, en 1870/71. El 18 de enero de 1871 nació el imperio alemán y fue proclamado en la Sala de los Espejos de Versalles, sede del cuartel general prusiano que dirigía el sitio de París, ciudad que caería pocos días después Por otra parte, el reino de Cerdeña-Piamonte, sede de la dinastía italiana de Saboya, contó con la astucia de su primer ministro, Cavour, quien comenzó a preparar la unificación de Italia desde 1852. En 1859 convenció a Napoleón III para una guerra contra Austria-Hungría, con la cual Piamonte obtuvo Lombardía. En 1860 se promovió la invasión de Sicilia por los mil camisas rojas de Garibaldi, quien a continuación tomó Nápoles y derrumbó el poder de los Borbones. Ya para el año de 1861, la mayor parte de la península italiana estaba unida en torno a la dinastía de Saboya. En 1866, Italia se alió con Prusia para atacar a Austria. Pese a experimentar dos serias derrotas, una naval en Lizza y otra militar en Custozza, los italianos incorporaron la importante región del Veneto. Y en 1870, aprovechando el colapso de Francia, tomaron la ciudad de Roma. Estos dos acontecimientos, la unificación italiana y la unificación alemana, no significaron lo que los nacionalistas de esos dos países habían pensado. El ideal de libertad se desvaneció, dando lugar a la realidad de dos Estados centralizados y autoritarios3.
- El Romanticismo surgió y se impuso como idea y como movimiento artístico. En cuanto idea, podría más bien denominársele como un sentido romántico de la existencia. Es un movimiento espiritual que se generó en Alemania, en las postrimerías del siglo XVIII, pero que tuvo su auge en el XIX. Surgió como una reacción contra el racionalismo que encerraba la Ilustración y contra lo que se consideraba «la estrechez de las formas clásicas». Hizo énfasis en el pensamiento subjetivo y tuvo algunos caracteres que le fueron propios por excelencia, tales como el ansia por lo infinito; la ironía; la nostalgia; la profundidad del sentimiento; el anhelo por lo lejano o imposible; el gusto por lo extraño o lo exótico; el cultivo de lo irracional; la ampliación de la imagen del hombre; el fomento de tradiciones populares y un retorno a las creaciones del Medioevo —que pasaron a simbolizar lo legendario— y un amor a lo poético en sí mismo4. En el siglo XIX se extendió tanto este sentimiento romántico por Europa, que hubo quienes lo vieron como una especie de pandemia. Ciertamente, el romanticismo desencadenó una ola de suicidios y llegó a conocérsele como «el mal del siglo». Ejemplo típico del héroe romántico en literatura sería el Werther de Goethe. En cuanto a los románticos reales, los mejores ejemplos serían el poeta inglés lord Byron (quien murió en 1824, luchando por la libertad de Grecia) y Giuseppe Garibaldi, el héroe del RISORGGIMENTO italiano.
- En cuanto tiene que ver con un movimiento artístico, el romanticismo tiene muchas facetas, si bien siempre inspiradas, todas ellas, en los caracteres esenciales que lo definieron como un movimiento espiritual. He aquí que como movimiento artístico, el Romanticismo adquiere el carácter de revuelta, de revolución, de rebelión contra lo establecido. Si lo establecido hasta el momento había sido el culto de la razón, la preeminencia del intelecto, se trataba en oposición de exaltar los sentimientos, instintos y emociones. Si lo establecido había sido formal, pues había que poner el énfasis en lo informal. Subyacían, bajo tales expresiones formales, algunos deseos que estaban en sintonía con las grandes corrientes ideológicas de aquella época: una veta de amor por los pobres y desvalidos, aunado con un deseo manifiesto de reformar el mundo conocido. El romanticismo literario hunde sus raíces en Inglaterra, donde producirá exponentes como William Wordworth, Samuel Taylor Coleridge, John Keats, Percy Shelley y lord Byron. En Alemania estuvieron Friedrich von Schiller, Johann Wolfgang von Goethe y Heinrich Heine. En Francia destacaron Francois René de Chateaubriand, George Sand y Victor Hugo5. Hubo, por supuesto, muchos otros nombres muy significativos en el terreno literario, tales como los de Washington Irving, Fenimore Cooper, Edgar Allan Poe y Nathaniel Hawthorne, en Estados Unidos; Alphonse de Lamartine, Alfred de Vigny, Alfred de Musset y Alexander Dumas, en Francia; José Espronceda, José Zorrilla y Gustavo Adolfo Bécquer, en España; Giacomo Leopardi y Alessandro Manzoni, en Italia; Aleksander Sergeevich Puschkin y Michail Jurievich Lermontov, en Rusia; Juliusz Slowacki y Zygmunt Krasinski, en Polonia. El Romanticismo también tuvo influencia notable en la pintura, en la arquitectura y en la música de su tiempo. En pintura destacaron los nombres de los franceses Eugene Delacroix, Gericault y Camile Corot, así como del inglés Joseph Mallord William Turner. También sobresalieron varios artistas alemanes, tales como Caspar David Friedrich, Philipp Otto Runge, Peter von Cornelius, Johann Friedrich Overbeck, Julius Schnorr von Carosfeld y Ludwig Richter. En la arquitectura el Romanticismo pretendió, por un tiempo, resucitar el gótico medieval. En cuanto a la expresión musical, que fue una de sus principales vías de expresión, produjo algunos creadores de la talla de Ludwig von Beethoven y Franz Schubert, junto con muchos otros.
- En el aspecto social, y más que nada en el que tiene referencia con la condición de los trabajadores, resaltaba notablemente, más bien contrastaba con violencia, el hecho de que entre tamaña actividad creativa, tales adelantos tecnológicos, tales avances científicos y una formidable acumulación de riqueza, los niveles de vida de las grandes masas anónimas, proletarias, fueran tan exiguos. Se señala como uno de los aspectos más inquietantes y enigmáticos de aquélla, que fue denominada «Edad del Progreso», esa pobreza persistente de tan grandes sectores de la población, mientras que alrededor la sociedad entera parecía bullir de prosperidad y fermentar unos cambios constantes y sucesivos que, al menos en apariencia, apuntaban hacia una situación que debería haber sido, al menos en la teoría, cada vez mejor y más próspera6.
- En el terreno de las ciencias y la tecnología se produjeron extraordinarios avances, los cuales, aunados con la mentalidad o ideología del progreso, contribuyeron a cambiar radicalmente la civilización. En 1809 —año del nacimiento de Charles Darwin—, el francés Jean Lamack presentó la primera teoría sistemática de la evolución orgánica. Precisamente, Darwin publicaría en 1859 su obra fundamental, EL ORIGEN DE LAS ESPECIES, que sigue suscitando confrontación hasta nuestros días y que fue una de los libros más influyentes sobre lo que se conoce como pensamiento moderno. Paralelamente, varios científicos, como Theodor Schwann, Hugo von Mohl y Karl Ernst von Baer contribuyeron, con sus estudios, al desarrollo de la teoría celular. Hacia 1865, el francés Louis Pasteur sentó las bases de la bacteriología. Tras la primera vacuna de Jenner contra la viruela (1796), Morton comenzó a utilizar el éter como anestésico (1842). Un médico húngaro, Semmelweiss, descubrió que con sólo lavarse las manos y hervir instrumentos, los médicos podían evitar el 75 por ciento de las infecciones y muertes por parto (1847). Hacia 1865, el inglés Joseph Lister aplicó la antisepsia a toda la práctica quirúrgica, utilizando ácido fénico. El propio Pasteur y el aleman Robert Koch desarrollaron la teoría microbiana de las enfermedades. Los alemanes August von Wassermann y Paul Ehrlich hicieron notables contribuciones para combatir la sífilis. Ya hacia 1810, el inglés John Dalton había resucitado la teoría atómica de la materia. En el año de 1847, Hermann von Helmholtz formuló el principio de conservación de la energía, que es al mismo tiempo la primera ley de la termodinámica7. En 1849, mientras pretendía extraer del alquitrán del carbón de piedra una droga sintética que pudiese sustituir a la quinina, un estudiante de 18 años, William Henry Perkin, obtuvo un extraño polvo negro. Lo disolvió con alcohol y lo vio transformarse en líquido purpurino brillante. Perkin había descubierto el primer colorante sintético que se conoció, la purpurina, gracias al cual se transformó en un próspero industrial e inició la industria de los colorantes, que dio lugar, más adelante, a la de las drogas sintéticas. Utilizando procedimientos químicos similares a los de Perkin, otros científicos produjeron un arco iris de tintes, explosivos para la minería, anestésicos y desinfectantes para la medicina, fibras y materiales plásticos para la industria textil o la de bisutería. Pasados unos años, el celuloide había sustituido al marfil y al hueso, el rayón tomó el lugar de la seda, y la milagrosa aspirina sustituyó a incontables remedios caseros8. La ciencia y la tecnología, tomadas de la mano, produjeron acero barato. crearon el telégrafo y tendieron los cables oceánicos; desarrollaron la era de la electricidad, y le dieron a esa fuerza innumerables aplicaciones; desarrollaron el motor de explosión alimentado con gasolina; comenzaron a experimentar con precarias máquinas aéreas; erigieron estructuras gigantescas tales como los primeros rascacielos, la torre Eiffel y la Estatua de la Libertad; crearon y perfeccionaron la fotografía, que fue seguida por las primeras cámaras cinematográficas (1888); y también se inventaron máquinas que ya en 1886 eran primitivas computadoras. Pero tan importante como esa verdadera evolución de la ciencia y la tecnología aplicadas a los aspectos prácticos de ña vida y de la economía, fue una idea, un estado de la mente y del espíritu que fue haciéndose cada vez más fuerte no bien avanzaba la Época Moderna: una fe ciega en las bondades de la ciencia, en los milagros de la tecnología y, por supuesto, en el avance irreversible del progreso de la humanidad. Idea que compartían, por igual, ricos y pobres: millonarios, burgueses, proletarios, burócratas, funcionarios, militares y revolucionarios.
Con lo que se conoce como Época Moderna nace el concepto de Modernidad. De la misma manera que la Época Moderna fue antítesis de ANCIEN REGIME o Régimen Antiguo —o si se prefiere, Viejo Establishment—, el concepto de Modernidad es antítesis del concepto de Antigüedad. Antes de seguir adelante, empero, cabría establecer la siguiente precisión: en todas las épocas de la humanidad ha existido una contraposición entre lo antiguo y lo nuevo, o moderno, en el sentido de que lo primero debía o debería tender al desuso y la sustitución, en tanto que lo segundo debía o debería tender a sustituirlo. Visto desde este enfoque, existe desde los albores de la civilización, e incluso desde mucho antes en la Prehistoria, este choque o contraposición de conceptos, el cual estuvo casi siempre ligado a los cambios o relevos generacionales. Los ejemplos a tal respecto parecerían sobrar.
En la Prehistoria, el hombre de Neanderthal devino obsoleto y fue sustituido por el más nuevo o moderno o mejor adaptado hombre de Cromagnon, quien a su turno se vio superado y sustituido por el hombre actual, el Homo Sapiens. En las épocas que vivió la humanidad arrancando de lo anterior, se registran diferentes edades, correspondientes cada una de ellas a diferentes y cada vez más avanzadas tecnologías. Primero hubo una Edad de Piedra, que se dividió en tres etapas: Paleolítico Inferior, Paleolítico Superior y Neolítico. En el Paleolítico Inferior el hombre habría comenzado con el lenguaje hablado, habría manejado el fuego; habría comenzado a enterrar a sus muertos; su tecnología habría estado reducida a herramientas y armas de piedra; se vivía de actividades carroñeras, así como de recolección de frutos y caza. Ya en el Paleolítico Superior se experimentan nuevos adelantos: se utilizan agujas, arpones, anzuelos, dardos; habría comenzado con actividades tales como magia, arte, organización social y cocción de los alimentos; se vivía de recolección de frutos, caza y pesca. En el Neolìtico, a todo lo anterior, notablemente mejorado, se habrían agregado la alfarería, la construcción de casas, la navegación rudimentaria y ciertas instituciones; para vivir habían incorporado la agricultura y la domesticación de animales. Y después de todo esto, la Edad de Piedra es sustituida por la Edad de Bronce, que será seguida por la Edad de Hierro. Unos siete u ocho mil años atrás comienza la historia con la escritura; las sociedades humanas crecen hacia la formación de los primeros rudimentarios estados (generalmente, a partir de una única ciudad dominante). Desde ese momento el hombre se hace sedentario. Se desarrollan las tecnologías, la ciencia, la arquitectura, la ingeniería, la literatura, la filosofía. Nacía así la civilización humana9.
NOTAS
- González-Anleo, 1998:197.
- IL GATTOPARDO, una novela escrita por Giuseppe Tomasi de Lampedusa, fue publicada por Feltrinelli, en 1958. La historia se desarrolla en la isla de Sicilia, inmediatamente después de que fuera conquistada por los camisas rojas de Garibaldi, y su protagonista principal es el príncipe Fabrizio de Salina, a quien secunda toda una galería de personajes de época. El principe de Salina, un noble de cepa antigua, ha visto que los acontecimientos son irreversibles y su filosofía es acomodarse a este nuevo mundo que se avecina, el mundo de los Estados Nacionales, el mundo del romanticismo, del progreso y de la revolución social. Y esas ideas las manifiesta con palabras como éstas: “…Si allí no estamos también nosotros —añadió—, ésos te endilgan la república. Si queremos que todo siga como está, es preciso que todo cambie. ¿Me explico?…”. (página 29 de la edición de 1983 de la edición de Editorial Origen/Editorial). Más adelante, en otro pasaje revelador, se expresa de la siguiente forma: “…Sucederían muchas cosas, pero todo habría sido una comedia con alguna manchita de sangre sobre el bufonesco disfraz. Éste era el país de las componendas, no tenía la fueria francesa. También en Francia, por otra parte, si se exceptúa el junio del 48, ¿cuándo había sucedido algo realmente serio?…” (página 36, edición citada).
- Para profundizar sobre estos dos procesos de unidad nacional, vale la pena leer el volumen de la colección LAS GRANDES ÉPOCAS DE LA HUMANIDAD titulado LA EDAD DEL PROGRESO (Time-Life International, 1971), principalmente el capítulo denominado NACIONES HECHAS A “SANGRE Y HIERRO” (página 96), complementado por el ensayo ilustrativo HÉROE DE UNA ERA (página 107), donde se relata, en forma algo sucinta pero verdaderamente acertada, la vida de Giuseppe Garibaldi, quien fue sin lugar a dudas el gran héroe militar y romántico del RISSORGIMENTO.
- DICCIONARIOS RIODUERO, volumen LITERATURA, páginas 255/256.
- McNall Burns, 1980:649/652.
- Aquella terrible realidad de las grandes masas urbanas durante el período que duró la primera Revolución Industrial que quedado documentado por numerosos autores. Merece especial mención el capítulo 4 del volumen titulado LA EDAD DEL PROGRESO de la coñección LAS GRANDES ÉPOCAS DE LA HUMANIDAD (Time-Life, 1971), el cual está complementado por un ensayo ilustrativo titulado UN GRITO DE PROTESTA (páginas 72/95). Allí se describen aspectos muy puntuales y precisos de la realidad social de aquella época. Se explica de qué manera las estructuras heredadas del feudalismo por el ANCIEN REGIME que comenzó a colapsar en 1776 facilitaban al campesino de Europa occidental una seguridad y una estabilidad que naufragaron cuando, por la mecanización de la agricultura y la abolición de la servidumbre, se provocó un éxodo hacia las ciudades y todos esos migrantes cayeron dentro de los engranajes de la revolución industrial, donde las fábricas y las minas ofrecían cuando menos trabajo seguro y pagado en dinero. Es acertado el siguiente apunte: «…Sin exagerar, puede decirse que esos trabajadores no hicieron más que cambiar una servidumbre por otra. Las leyes y disposiciones que los liberaron de la servidumbre, también les dieron la libertad de morirse de hambre…» (Op. Cit., página 74). El grado de explotación que sufrieron aquellos trabajadores, que fueron parte fundamental de la Revolución Industrial, fue terrible. Hacia 1860, el magistrado de un distrito de Inglaterra informaba lo siguiente: los niños que trabajaban en las fábricas de encajes de Nottingham eran sacados a rastras de sus pobres camastros a las dos, tres o cuatro de la mañana, y obligados a trabajar hasta las diez de la noche o más. Las condiciones físicas de aquellos pobres desdichados, eran lógicamente terribles (Op. Cit., página 74). A este panorama cabría agregar la manera caótica y mezquina en que crecían las ciudades que se transformaban en meca de tales migraciones internas. Las viviendas eran verdaderas ratoneras, que podían albergar hasta 60 ó 70 personas en ocho o nueve cuartos, y las condiciones higiénicas eran deplorables. De allí que grandes epidemias de tifus, cólera y fiebre tifoidea devastaran las grandes ciudades durante los primeros tres cuartos del siglo XIX. Para ilustrar mejor lo anterior, atiéndase al siguiente pasaje: «…Un niño nacido en el seno de una familia acomodada de Liverpool, Manchester o Leeds podía esperar llegar a los 38 años; en cambio, el promedio de vida de un niño de la clase obrera en una de esas mismas ciudades era de un poco más de 17 años. El índice de mortalidad en el elegante West End londinense era la mitad del de las barracas del East End…» (Op. Cit., página 75). No fue sino hasta 1850 que en Inglaterra se promulgó una ley que limitaba la jornada de trabajo de mujeres y niños a diez horas y media (Op. Cit., página 77). Después de la unificación de Alemania, Bismarck promovió leyes de seguridad contra la enfermedad (1883), los accidentes (1884) y la vejez (1889), que fueron el prolegómeno del Welfare o moderno Estado de Bienestar (Op. Cit., página 79).
- McNall Burns, 1980 II:750/757.
- Volumen LA EDAD DEL PROGRESO, en colección LAS GRANDES ÉPOCAS DE LA HUMANIDAD (Time-Life, 1971). Se puede apreciar con claridad meridiana esta evolución de los descubrimientos científicos correspondientes a la Época Moderna en el capítulo 2, titulado LAS BENDICIONES DE LA CIENCIA, que es complementado por el ensayo ilustrativo RASGOS GENERALES DE LA TÉCNICA (páginas 28/47).
- McNall Burns, 1980 I:10.
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