Frei, la vuelta de un candidato serio
por Federico Ysart
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Como hace dieciseis años, Eduardo Frei Ruiz-Tagle vuelve a la carrera para alcanzar la presidencia de Chile. Cuando parece que la sociedad quiere un cambio, la Concertación gubernamental, socialistas, democratacristianos y radicales, no tiene un candidato mejor; o si lo tiene no ha sido capaz de localizarlo.
Veinte años inenterrumpidos de gobierno, cuatro presidentes, parece que hubieran agotado la capacidad creativa de la coalición centro izquierdista que acertó a liberar el país de las ataduras de la dictadura sin costes reseñables pero que no ha sugerido hasta ahora nada nuevo ante el futuro.
Frente a ese complaciente sesteo, y como en los primeros años noventa, Frei hijo ha sabido hacer sus deberes mejor que nadie en el sector oficialista. Serio como pocos políticos de la América Latina, Eduardo Frei comenzó hace un año a tejer sus redes desde abajo, conectando con la gente que no oculta su desencanto por la deriva que la Concertación ha tomado en los últimos años. El senador ha recorrido su país como ningún otro contendiente, tratando de conectarse con la nueva realidad chilena, demasiado alejada hoy de la misma superestructura política de hace dos décadas.
Frei Ruiz-Tagle es probablemente la única alternativa capaz de enfrentar con éxito a Sebastián Piñera, el singular candidato de la Alianza derechista. Singular no sólo por su riqueza y capacidad inversora como empresario sino, y sobre todo, por su personalidad política, notablemente más centrada que la mayoría de los cuadros y votantes de los partidos que forman la Alianza opositora.
El electorado del PDC difícilmente se hubiera mantenido firme en su apoyo a un tercer presidente socialista, como Insulza o Lagos, y más aún teniendo la alternativa de votar a un Piñera, miembro de una de las estirpes democristianas del país andino.
Consciente sin duda de esa ventaja, Frei se lanzó a recabar apoyos y complicidades, como hizo en los comienzos de la transición para alzarse con el liderazgo del PDC que le llevó a la Presidencia de la República. Y, lo que es más novedoso, a tratar de ensanchar las ambiciones de un programa para la Concertación que nadie en en el oficialismo ha intentado preparar. Para ello ha ido aglutinando un equipo transversal "creando nuevos océanos azules y ensanchando la cordillera", en su propia expresión. Las propuestas esbozadas para reformar la Constitución son tan pertinentes que parte de ellas son también sugeridas por su rival, aunque con muy fragmentado entusiamos por buena parte de los líderes aliancistas.
De entre ellas, una debería ponerse en práctica ya con el apoyo de ambos candidatos: la inscripción automática para votar y la eliminación paralela del carácter obligatorio del voto. Resulta insólito, por ejemplo, que el voto joven en Chile apenas superara el 15% en los últimos comicios. Cuando en un país se hallan inscritos como votantes este año 1,3 millones de jóvenes (18/34 años), menos de un tercio de los inscritos hace veinte años, la democracia no llega serlo de todos. Y ese es uno de los grandes problemas que ha arrostrado el monopolio de la Moneda por una coalición sin alternativa real hasta ahora.
La gran tentación del gobierno de la socialista Bachelet será seguir jugando en la misma mesa y con las mismas cartas que tan buenos resultados les han brindado desde el referendum de 1988 contra Pinochet. Pero si Eduardo Frei quiere seguir actuando con seriedad, debería imponer su criterio ya, adelantando para las eleciones de diciembre lo que prometerá hacer en su programa. Y, para conseguirlo, buscar la complicidad de su rival, aunque tampoco los mandos partidarios de la derecha se muestren proclives a liberar el censo.
Ese temor a lo desconocido, el voto joven, está impulsando la marginalización de la mitad de la población chilena. Las consecuencias de este fenómeno son tan graves como evidentes en buena parte de Latinoamérica.
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