Miembro de
Proyect Sindicate apdu
       
 
separador                                          Inscripto en el Registro de Derechos de Autor en el libro 30 con el No 379
              
Google Buscar en la

 
Año V Nro. 320 - Uruguay, 09 de enero del 2009   
 

 
historia paralela
 

Visión Marítima

 
 
 
separador
La Intendencia Municipal de Maldonado clausura un local del Partido Nacional
Helena Arce
separador
1111111
Nelson Maica C.
separador
El País de los Pasos Perdidos
Raúl Seoane.
separador
El Teflón
Rodrigo Blás
separador
1111111
Darío Acevedo C.
separador
Proponen construir un hombre nuevo
Dr. Alberto Scavarelli
separador
La Barra: Ocupación total durante enero
Julio Dornel
separador
Fin de Año
Pedro A. Lemos
 

 
Fernando Pintos

Ciento once años del conde Drácula
y la revaloración histórica de Vlad Tepes

por Fernando Pintos

 
separador
   
mail
mail Contactos
notas
Otros artículos de este autor
pirnt Imprimir Artículo
 
 

En artículo anterior me refería al «Drácula» de Bram Stoker, una novela que cumplió 11 años de haber sido publicada en el recién pasado año de 2008. Retomaré ahora el tema, que espero terminar con otro par de entregas y antes de que se cumplan los 112 años, en el próximo mes de junio.

         Como fuere que la inspiración hubiese podido iluminar a Stoker en su debido momento —recuérdese que le gustaba decir que concibió la idea de la novela tras sufrir una pesadilla que se había producido por una indigestión con cangrejos—, el éxito de su obra sobre vampirismo resultó casi inmediato y, a partir de aquel mismo momento, el impacto que tuvo aquella luctuosa novela sobre la cultura popular, desde finales del siglo XIX hasta el momento —pasando por todo el siglo XX— resultó ser tan extenso como difícil sería de categorizar. Si bien, a manera de ejemplo harto contundente, valdría la pena comenzar con un detalle que resulta significativo: las adaptaciones de «Drácula», tanto para el teatro como para la cinematografía y posteriormente la televisión, han sido tan sucesivas como numerosas y se comenzaron a tramar casi desde el mismo momento en que se publicó la novela. Si bien, para hacer honor a la verdad, debe señalarse que aunque en cada una de aquellas sucesivas ocasiones la trama de la obra fue objeto de adaptaciones más o menos literales, casi siempre el texto original terminó por ser alterado de diferentes maneras, tanto en cuanto refiere al orden de las situaciones, como en lo referido a importancia o carnadura de los personajes principales.

         Pero, paralelamente, el «Drácula» de Bram Stoker ha sido objeto de una considerable cantidad de adaptaciones marcadamente tangenciales o de muy grosso modo, en todas las cuales, sin hacer una mención específica del famoso conde vampiro por su nombre, sí le han sido copiadas, casi como con papel carbónico, la mayor parte de sus características arquetípicas. Si para la cultura pop del siglo XX el Conde Drácula ha sido uno de los personajes emblemáticos por excelencia —o por antonomasia—, esa misma circunstancia le ha convertido en referente ineludible para todo cuanto pudiera estar relacionado con el tema de lo vampírico, del vampirismo y de los muertos-vivientes que deambulan por las noches más oscuras (posiblemente tan profundas como el mismo inconsciente del ser humano), para acechar a los seres vivos y alimentarse con esa sangre tibia y oscura, recién extraída de sus yugulares expuestas.

         Pero retornemos al «Drácula» original. Esto es: el Drácula-personaje-de-novela que fuera creado en forma magistral por Stoker. Se deberá explicar que su impresionante éxito editorial, que resultó inmediato y sorprendió en especial a su propio autor, no se ha diluido con el paso del tiempo. Muy por el contrario: a lo largo de 111 años de exhaustiva existencia en multimedia, las páginas de «Drácula» jamás se han mantenido alejadas de las imprentas ni ajenas a las vidrieras y anaqueles de las librerías. Y se debe anotar, como un dato por demás revelador, que se ha sostenido sin mayores contratiempos como el tercer gran best-seller mundial de habla inglesa de todos los tiempos, tan sólo por detrás de las obras completas de Shakespeare y La Biblia. ¿De cuántas novelas que hayan sido publicadas durante los pasados 111 años podría afirmarse algo parecido?

         Muchos fueron los aspectos fascinantes que adornaron la génesis de esta obra maestra, al igual que los esencialmente referidos a la vida de su autor, un modesto personaje irlandés del siglo XIX que durante la mayor parte de su existencia pareció ser un perenne condenado a la mediocridad… Cuando menos hasta el 14 de junio de 1897, fecha oficial de la publicación de «Drácula». Pero obsérvese que, gracias a tal acontecimiento, no sólo alcanzó Stoker a salir del anonimato y trepó hasta ocupar un lugar en el panteón de los inmortales de la creación literaria. Entre lo más resaltable y sorprendente que haya provocado aquella novela puede anotarse una extraordinaria revaloración histórica de Vlad Tepes: un belicoso, sombrío y sanguinario príncipe guerrero rumano del siglo XV, quien, de ser por sí mismo y su tempestuoso pasaje por este mundo, hubiera seguido condenado, por todo el resto de la eternidad, a un absoluto desconocimiento universal y, con él, a la consiguiente indiferencia del mundo entero… Lo cual no hubiese tenido nada de extraño, si se tiene en cuenta que ése ha sido, precisamente, un destino inexorable compartido por infinidad de en personajes verdad notables que han poblado las mejores páginas de la Historia Universal, en todas las épocas.

         Ahora, señalemos algo en lo cual nadie parece haber reparado, cuando menos hasta el momento. En la actualidad, aquel tortuoso y oscuro príncipe empalador que fue Vlad Tepes se ha constituido en uno de los personajes históricos más conocidos, recordados y mencionados, tanto en su propio país como en el mundo entero. Y lo más digno de resaltar sería que tamaña fama universal le pone casi en pie de igualdad con otros protagonistas históricos de muy superior dimensión y de diferentes épocas, tales como Carlos V de España; Iván el Terrible de Rusia; Luis XIV de Francia; María Teresa de Austria; Federico de Prusia… O Nicolás II, quien fue el último zar que tuvo Rusia.

         Aunque parezca una exageración, el príncipe Vlad Tepes de Valaquia, mejor conocido como «Vlad el Empalador», es hoy tanto o más conocido, a nivel de cultura popular, que los notables personajes arriba mencionados. Y todavía hay más que eso. ¿Acaso alguien recuerda quiénes fueron los soberanos europeos más importantes durante el período que duró la vida de Vlad Tepes? Estamos hablando de un individuo que nació en 1431 y murió en 1476. En el transcurso de aquellos 45 años, Francia tuvo dos soberanos: Carlos VI (1422/1461) y  Luis XI (1461/1483).  Inglaterra también tuvo dos: Enrique VI (1422/1461) y Eduardo IV (1461/1483). Y lo mismo sucedió con Austria y Hungría:   Alberto II (1438/1439) y Federico II (1440/1493). Con el Papado las cosas fueron un poco diferentes y, mientras duró la azarosa vida de Vlad, hubo nada menos que siete Papas, quienes fueron: Martín V (1417/1431); Eugenio IV (1431/1447);  Nicolás V (1447/1455); Calixto III (1455/1458); Pío II (1458/1464); Pablo II (1464/1471); Sixto IV (1471/1484).

         Cuando Vlad llegó al mundo, en 1431, España no existía como nación y estaba dividida en varios estados. Aragón —principal potencia mediterránea del siglo XIV— tuvo, durante la vida de «Vlad El Empalador», tres reyes: Fernando I (1412/1416); Alfonso V (1416/1458); Juan II (1458/1479). El germen de la futura gran nación que fue España estuvo en el casamiento de Isabel de Castilla con Fernando de Aragón, que se produjo en 1469. En cuanto a la gran potencia musulmana del Mediterráneo, Turquía, en vida de Vlad Tepes estuvo bajo el reinado de dos notables soberanos: Murad III (1421/1451) y Mehmed II (1451/1481). A este último se debe la conquista de Constantinopla, consumada el 26 de mayo de 1453.

         Después de repasar las más importantes testas coronadas de Europa y el Cercano Oriente durante los exactos 45 años que alcanzó a vivir Vlad el Empalador, se cae en cuenta de que sólo hay un trío de soberanos que se pueden poner hoy día a la altura de Tepes, gracias a su permanencia en el conocimiento vulgar universal. Ellos son, en primer término, los Reyes Católicos de España, Fernando e Isabel, íntimamente asociados con la figura de Cristóbal Colón y el descubrimiento de América. El restante es el sultán Mehmed II, quién pasó a la historia como el conquistador de Constantinopla. Sin embargo, a los demás no se les recuerda en la escala en que sí se tiene idea y conciencia de aquel príncipe de Valaquia que fue Tepes. Y ese desproporcionado conocimiento universal acerca de aquella poco relevante figura histórica rumana del siglo XV tuvo su punto de partida en la novela de Bram Stoker, publicada casi en las postrimerías del siglo XIX. Y en el siglo XX se extendió, de manera extraordinaria, gracias a una diversificada e incesante difusión mediática.

» Arriba


© Fernando Pintos para Informe Uruguay
 
21
Informe Uruguay se halla Inscripto en el Registro de Derechos de Autor en el libro 30 con el No 379
Depósito legal No. 2371 deposito Nos. 338018 ley No - 9739, dec 694/974 art. 1 inc A
20
Los artículos firmados son de exclusiva responsabilidad del autor y no reflejan, necesariamente, la opinión de Informe Uruguay
20
Los enlaces externos son válidos en el momento de su publicación, aunque muchos suelen desaparecer.
Los enlaces internos de Informe Uruguay siempre serán válidos.
21
 
Estadisticas Gratis