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Mitos y verdades sobre el liberalismo argentino
por Rafael Beltramino

 
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         La primera aclaración que quiero hacer es que voy a referirme al liberalismo como un sistema de ideas más o menos fundamentales, con contradicciones, pero con grandes coincidencias; en términos de autores, digamos que incluyo a Adam Smith, a John Stuart Mill, a Hayek.

         Desde Alberdi, el liberalismo argentino ha sido al menos, contradictorio.

         Recordemos aquella memorable descripción de los liberales de su época que hizo el tucumano, refiriéndose particularmente a las inexactitudes históricas al decir de Sarmiento. “Los liberales argentinos son los amantes platónicos de una deidad que no han visto ni conocen. Ser libre, para ellos, no consiste en gobernarse a sí mismos sino en gobernar a los otros. La posesión del gobierno: he ahí toda su libertad. El monopolio del gobierno: he ahí todo su liberalismo. El liberalismo como hábito de respetar el disentimiento de los otros es algo que no cabe en la cabeza de un liberal argentino. El disidente es enemigo; la disidencia de opinión es guerra, hostilidad, que autoriza la represión y la muerte".

         El problema central que a mi juicio tuvo el liberalismo argentino es la escasa importancia dada por el mismo a las instituciones liberales, algo especialmente llamativo en un liberal.

         Las instituciones liberales nacieron para limitar a los gobiernos, a todos los gobiernos, también a los de los amigos.

         Sin embargo desde su mismo inicio, en la constitución del 53, el liberalismo argentino fue de papel. Los ejemplos sobran: desde la propia elección de los constituyentes, magistralmente reseñada por el historiador revisionista José María Rosa en su libro Nos los representantes, hasta el texto aprobado (aprobado pero no tanto, ver el mismo libro) que fue siempre una mera declaración con pocos o ningún viso de realidad.

         Con razón pudieron decir Pellegrini y Joaquín V. González que en la Argentina nunca se había votado antes de la reforma de Saénz Peña. Y eso con una constitución liberal desde hacía 50 años...

         Para quien le interese Eduardo Zimmerman publicó en Libertas 12 de mayo 90, un excelente artículo bibliográfico sobre el tema, en ocasión de editarse la Cambridge History of Argentina, libro que por supuesto también recomiendo.

         Pero pasemos revista a algunos de los mitos acerca del liberalismo argentino:

1) El liberalismo es para los ricos

         Nada más falso en principio y sin embargo, qué esperamos ver en un acto liberal en la Argentina, sino gente de buen pasar, en lo posible “blanquitos”. El liberalismo se hizo para los pobres, la eliminación de los privilegios favorece al que NO los puede alcanzar, no a los otros. Al que no tiene amigos ni vecinos ni compañeros del club poderosos.

         Por supuesto, un poco de subsidios se derraman entre los pobres, fundamentalmente los despojos de los privilegiados, en forma de asistencia social (eso siempre con la mayor intermediación estatal posible, no sea cosa que después voten por otro). Supongo que el problema comenzó con Mitre llamando Partido Liberal a su partido, pero ha continuado vigente.

2) El liberalismo es sólo libertad económica

         Más falso todavía, pero convengamos que absolutamente explicable por la historia argentina, ya que algunos de los representantes más conspicuos del liberalismo, guardaron un cuidadoso silencio cómplice, cuando no participaron más o menos directamente en golpes de Estado, proscripciones políticas, o atroces violaciones de derechos individuales, generando “guilt by association” en el mejor de los casos. Por supuesto hubo luminosas excepciones.

         No hay que cansarse de aclarar que para mí una de las creaciones más gloriosas del liberalismo es su influencia en el derecho penal. Desde la irretroactividad en materia penal, al derecho al debido proceso, a aportar pruebas y resumidamente a ser considerado inocente hasta que se pruebe lo contrario en una corte de justicia.

         Por supuesto uno de los textos que puede revisarse es el excelente resumen que el Libertas 1 hicieron Alberto Benegas Lynch y Ezequiel Gallo “Libertad política y libertad económica” en octubre de 1984, que suscribo. La libertad es inescindible pero, sí tenemos que aceptar que los liberales argentinos en su inmensa mayoría reclamaron más por cierto aspecto de la libertad que por otros (y mucho más por la libertad de los amigos y /o simpatizantes, que por la de cualquier otro).

         También podemos ver, más recientemente el análisis brillante de Hana Fischer en la misma revista nro. 44. “¿La democracia sistema ideal de gobierno?”, elaborando sobre las propuestas de Amartya Sen, como así mismo la obra de Carlota Jakckish sobre los sistemas electorales.

         Y fundamentalmente la obra de Michel Wolgemuth en Libertas 34 hacia una economía austriaca de la democracia. Wolgemuth tiene una tesis doctoral brillante intentando reconciliar a Habermas con Hayek que merece mención y una lectura cuidadosa.

         Por último me encanta decirles que Ricardo Lopez Göttig, a quien conocí en un Liberty Fund, y me parece un tipo especialmente valioso, piensa lo mismo, es decir que los liberales argentinos no se han preocupado demasiado del Estado de Derecho.

         El tema en cuestión es si el liberalismo puede imponerse por la fuerza, cosa de la que estoy absolutamente convencido que no, o por el fraude, como a mi juicio la historia argentina demuestra que tampoco puede imponerse. O retomando la eterna discusión de Friedman con su visita a la Universidad Católica de Chile si los espacios de libertad económica generan una sociedad democrática (algo con lo acuerdo) pero si para eso hay que participar de un gobierno antidemocrático (algo que definitivamente me parece inadmisible).

         En esta misma línea incluyo los devaneos de varios liberales argentinos durante el
gobierno militar sosteniendo que eran partidarios de un gobierno limitado; a mi juicio ése gobierno limitado puede ser única y exclusivamente democrático, si bien por supuesto admito que tal gobierno democrático es sólo una condición necesaria y no suficiente para el gobierno limitado.

3) El liberalismo se desentiende del bienestar de sus congéneres

         También es falso, aunque por supuesto ciertas caricaturas del liberalismo lo alimentan pero basta con estudiar, por ejemplo a Adam Smith y a tantos otros economistas liberales que se dedicaron a su ciencia, con el sólo objetivo de mitigar los males de su prójimo. Como Alfred Marshall, que decidió su vocación después de ver la miseria de los empleados portuarios de Londres. Hace poco, el dirigente de Federación Agraria Eduardo Buzzi dijo “no somos liberales, no nos da lo mismo que la gente pueda comer o que no pueda comer”.

         Adviertan que lindo epíteto. Yo diría que tal vez a algunos liberales les da lo mismo que la gente coma o no, de lo que estoy seguro es que la gente como Buzzi tiene una enorme sensibilidad y solidaridad, siempre y cuando lo pague otro.

         Me encantaría saber cuanto dona mensualmente de sus recursos el Sr. Buzzi para darle de comer a los hambrientos, yo le puedo contar de varios liberales que mensualmente donan bastante para ayudar a los hambrientos, lo que refuta la imbecilidad del dicho de Buzzi, ya que bastaría encontrar un solo caso de liberal al que no le dé lo mismo (y en serio no le dé lo mismo, no en declaraciones para la televisión) para refutarlo.

4) El liberalismo es militarista

         Esta es una afirmación descabellada en la mayor parte de los países del mundo, no en América Latina, donde casi curiosamente, siempre se asocia al liberalismo a un régimen militar. Los ejemplos sobran... Casi siempre los (autotitulados) representantes del pensamiento liberal han terminado siendo ministros de gobiernos militares, lo que es decididamente un disparate ideológico.

         Pero es más, durante mucho tiempo se habló de una fracción “nacionalista” dentro de las fuerzas armadas argentinas y una fracción “liberal”. O hemos escuchado afirmaciones tales como que “la armada era más liberal que el ejército”, afirmación únicamente entendible por un argentino. También es interesante lo de Carlos Rodríguez Braun que afirma que la Argentina dejó de ser liberal en 1930, lo que es mi juicio, cuanto menos una simplificación conveniente.

5) El liberalismo es el movimiento de los empresarios

Esta es una afirmación que tiene un contenido de verdad y un contenido de mito. El liberalismo sí es el movimiento de los empresarios si agregamos “competitivos”; o también si agregamos “futuros”. No creo, como creía Adam Smith, que toda reunión de empresarios es para ir contra del bien público, pero si comparto su preocupación cuando los empresarios e industriales están demasiado cerca del gobierno.

6) Es imposible el surgimiento de una fuerza
política liberal representativa en la Argentina

         No sé si incluir esto entre los mitos o las verdades, creo que tiene algo de ambas. Con el esquema actual de financiamiento y de formación política argentinas lo veo complicado. Personalmente creo que hay que acentuar las posiciones del pensamiento liberal en todos los partidos y formar una fuerza electoral relevante, cediendo sin dudas en las ideas, pero no en las formas morales, porque no se pueden sostener electoralmente las ideas sin una forma moral detrás.

         Me parece interesante considerar lo que Jorge Raventos, dijo en un coloquio también organizado por la Fundación Naumann: “... Hay un hilo sutil que vincula todos esos aspectos del liberalismo basado en la ‘libertad negativa’ que he mencionado: sospecha de la autoridad y búsqueda de neutralizarla o disminuirla; desconfianza de todo poder; renuncia a la construcción de poder; aislacionismo, elitismo, ideologismo. Ese hilo asegura insoslayablemente la esterilidad política.”

         No estoy de acuerdo, no creo que la insistencia en la libertad negativa, conduzca al aislacionismo. No ha ocurrido así en otros lugares. A mi juicio el problema es más simple, y más difícil de resolver: creo que la política es una actividad en donde demás de ideas se necesitan ejemplos.Y convengamos que los dirigentes o aspirantes a dirigentes liberales han sido de malos a deplorables, tirando a delincuentes en los casos más graves. Pero Uds. me dirán bueno, los otros, los no liberales no son precisamente diferentes. Y acá está el punto clave a los dirigentes liberales se les exige más, se les demanda más por diversas razones.

         Creo que en las actuales circunstancias argentinas, hay que buscar más que gobiernos liberales, gobiernos razonablemente decentes; si son liberales mejor, pero el primer punto debe ser poder darnos gobiernos decentes.

         Lo que además nos lleva a un punto más profundo... ¿porque no hay en la Argentina un gobierno decente? Hace más de 25 años que los gobiernos no vienen del Colegio Militar ni de Venus, son electos en elecciones aparentemente no fraudulentas. Por supuesto hay un tema sistémico que ha remarcado muy bien Carlota Jackish y un tema de financiamiento... pero, ¿es sólo eso? ¿No descubriremos que el electorado argentino no pone a la decencia como uno de los requisitos a exigir de un gobernante?

         ¿No tendrá razón el ex presidente Battle? Sinceramente creo que no.

         Esto me lleva a la primera verdad:

1) Ser liberal cuesta, en todo sentido

         Exige y demanda no sólo un mínimo de coherencia ideológica sino, en un ambiente lleno de subsidios favores y prebendas, no usarlas y marcar un renunciamiento moral a ese sistema, es decir, demanda conductas que en ética se llamarían supererogatorias, es decir se demanda más de lo habitual. En un mundo de delincuentes, es mucho más caro, no serlo

2) El liberalismo no resuelve todos los problemas
de la Humanidad, no es una panacea

         Más allá de lo atractivas que, especialmente para ciertos momentos de la vida puedan resultar las utopías (Hayek se ha ocupado especialmente de ese tema), son no lugares y todo el mundo dudaría de nuestra razón si dijéramos que nos encaminamos o que lo que nos guía es un no-lugar.

3) Ser liberal implica ser responsable de las consecuencias de
nuestros actos y de nuestras omisiones y del destino

         A menudo los institutos liberales de todo el mundo nos relatan bellas historias de entrepreneurs que salieron adelante (hace poco uno muy interesante del Acton Institute). Les adelanto que muchos (de hecho la mayoría) de las bellas historias de entrepreneurs terminan no demasiado exitosamente, al menos si el éxito se mide por resultados económicos.

         Para concluir, voy a hacer una de las pocas cosas que sé... que es recomendar libros.

         Por supuesto no está mal revisar Camino de servidumbre (aunque el propio Hayek se haya quejado del mismo), pero preferiría recomendar The Constitution of liberty.

         Y especialmente a un autor tal vez más olvidado en un mundo en donde el Big Brother es un programa de televisión. Me refiero obviamente a George Orwell, del que les recomiendo repasen, además de Animal Farm, un ensayo brillante que se llama Politics and the English Language, que analiza el uso del lenguaje en la política y en donde demuestra que el lenguaje, que habitualmente se usa para comunicar pensamientos, en la política se usa para ocultar lo que se piensa.

         Por último recomiendo otro ensayo de un extraño liberal, tan extraño que fue casi un socialista fabiano, aunque por una excelente razón, por una mujer, que fue John Stuart Mill; no dejen de repasar On liberty.

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Fuente: Fundación Bases
 
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