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Año III - Nº 185
Uruguay, 09 de junio del 2006
Inscripto en el Registro de Derechos de Autor en el libro 30 con el No 379
 

 

 

 

Vivencias de Canadá
* Dra. Diva E. Puig

   

Estuve en Canadá la semana pasada por asuntos atinentes a mi especialización.
El propósito era asistir, en unos días de mi licencia anual reglamentaria, a una conferencia mundial sobre tecnología nuclear, que se llevaba a cabo en Waterloo, Ontario.

En primer lugar, fue muy emocionante volver al país donde tuve el privilegio de estudiar hace exactamente veinte años y del cual guardaba muy gratos recuerdos , que fueron ahora acrecentados, y naturalmente el honor de poder ser la única uruguaya ( de entre tres latinoamericanos) que estuvieron presentes en ese evento. Evento al que asistieron más de trescientas personas del mundo entero, entre ellos alrededor de cien de las distintas provincias de Canadá.

Sólo volví y de visita, a Sheridan Park, Mississauga, Toronto, donde había asistido cuando estudié en el año 1986. No volví, en cambio, a Ottawa ni a Whiteshell.(Manitota) Pero estar otra vez en la Atomic Energy of Canada Limited en Mississauga fue una experiencia maravillosa.

En cuanto al evento en sí, con conferencistas del más alto nivel mundial, fue excelente, al igual que la organización del mismo a cargo de la Sra. Susan Brissette, excelente profesional a la cual seguramente el futuro le deparará una posición de privilegio ya que felizmente pertenece a un país donde se reconocen la capacitación y los esfuerzos.

Fue muy interesante conocer la ardua labor llevada a cabo por algunos conferencistas, quienes desde la década de los años sesenta del siglo que recién culminó, llevaron a cabo una gran labor de difusión entre el público, para tratar de disminuir el miedo que el mismo sentía acerca de la energía nuclear y llevarles el mensaje sobre el uso pacífico de la tecnología nuclear que salva vidas y mejora la calidad de vida.

El tema central fue precisamente la relación con la comunidad.

Pero quería referirme a lo que es Canadá hoy Creció más del 50 % en veinte años. A la entrada, en Inmigración, me hicieron preguntas que en EE.UU. jamás me habían hecho. Eso ya indicaba lo que todos sabemos, que no quieren más inmigrantes. Ver aspirantes a inmigrantes ilegales ponerse delante del mostrador de Inmigración con sus rostros asustados y del otro lado alguien que delataba ser seguramente hijo o nieto de alguien que en algún momento estuvo del lado del ahora nuevo aspirante a inmigrante es algo conmovedor, pues seguramente en época en que su ascendiente llegó, lo recibieron con las puertas abiertas y sin preguntas. Sin duda, todo ha cambiado desde entonces, vivimos en otro mundo

Del aeropuerto de Pearson en Toronto hasta Waterloo hay alrededor de una hora y media de trayecto. Durante el mismo se pueden ver a ambos lados de la espectacular carretera, fábricas enormes. Fábricas y más fábricas, y ya casi al llegar aparecen las granjas. Preciosos poblados se pudieron ver cuando la camioneta se desvió para dejar a algunos pasajeros. No tienen rejas ni cercos, la seguridad parece ser total.

Y pensaba ¡cuántas manos y mentes foráneas habrán intervenido para construir esa riqueza cuando el país llamaba a gente de allende fronteras para poblarlo!

Y me pregunto ¿es justo que ahora todos los países que son hoy prósperos países del primer mundo tengan esa actitud hostil hacia el inmigrante que va a ofrecer su trabajo, trabajo que muchas veces es desechado por los nacionales? Entre tanto lujo, muchos países ricos ¿no habrán perdido la cultura del trabajo? ¿Por qué no dar cabida a inmigrantes con ganas de usar sus manos y mentes en beneficio de esa nueva sociedad que los recibe y de ellos mismos, naturalmente?

Sin duda, seria mucho mejor que las condiciones se dieran en los países de origen para que no tuviera que haber emigración y en ese caso ¿por qué los países ricos que se nutrieron del trabajo de inmigrantes no ayudan?

Pero si de ayuda se trata, hay que destacar que los periódicos de Canadá tienen en sus páginas enormes avisos pidiendo ayuda ya sea para los damnificados con el terremoto de Indonesia o de otras tragedias. Se percibe la solidaridad.

Otro hecho deseo destacar: cuando muy joven llegué a Ottawa en el año 1986 para estudiar, seguí todas las instrucciones que me dieron en el hotel para llegar a la oficina donde me debería presentar aquel lunes del mes de mayo. Crucé el parque desde donde escurridizas ardillas me miraban con sus grandes ojos y escapaban y llegué a la parada donde debería abordar un autobús de línea.

El día estaba gris y lluvioso. Vino el ómnibus. Subí, estaba casi vacío y le pregunté al chofer - guarda , de clara ascendencia extranjera, que hiciera el bien de avisarme en la dirección que le mostré escrita en un papel. Atónita presencié sus gritos inentendibles para mí. No sabía qué pasaba pero evidentemente estaba muy malhumorado. Entonces, una joven delgada, de cortos cabellos muy rubios y lentes, de gabardina beige, que venía escuchando sus walkman, se paró y dirigiéndose a mi , me dijo " Disculpe señorita ,es un mal educado . No se preocupe, yo le aviso." Yo no salía del asombro y me senté enfrente suyo.

Luego de largo rato, se paró y dirigiéndose a mí me dijo "Es acá" Nos bajamos las dos. Me pidió el papel con la dirección. Enfrente había un enorme complejo de edificios. Caminé a su lado hasta la propia oficina donde debía presentarme. "Qué suerte que esta persona venía para acá, pues de lo contrario jamás hubiera dado con esta oficina "pensé.

Al cabo de varios minutos y cuando ya estaba sentada en un escritorio completando unos formularios, vi por la ventana, a lo lejos, a esa dama que fue mi ángel de la guarda , esperando el autobús ¡en la misma parada donde habíamos bajado! No podía creerlo&,¡ esa canadiense se había bajado en otro lado solamente para acompañarme a donde yo debía ir! ¡Qué ejemplo de la solidaridad que luego varias veces más vi en ese gran país!

Jamás olvidé el hecho ni su rostro, cierro los ojos y es como si la estuviera viendo, lamenté mucho no haberle pedido sus datos.

Y en esta oportunidad, acompañaba a la delegada de Tanzania que preguntaba en la recepción del hotel dónde conseguir un transformador para cargar su celular. De forma un tanto desganada le dieron una respuesta negativa. Del mostrador de al lado, se acercó Kim, un fornido canadiense encargado del servicio de transporte entre los hoteles. Le dio indicaciones acerca de dónde había un centro comercial donde podía conseguir uno. Ello implicaba caminar muchas cuadras por lo cual desistió ella y yo también como acompañante. Kim no dudó, él nos llevaría y así fue. Cuando entramos al pequeño negocio inmediatamente pidió al vendedor que le hicieran precio especial pues él era cliente de ahí. Sin embargo el precio era muy alto para mi colega y se quedó mirándolo pero agradeciendo dijo que no lo llevaría. Ante esto, Kim no dudó, sacó su billetera y con una amplia sonrisa le dijo al vendedor que lo llevaría. Su rostro tenía una alegría hasta infantil, gozaba del hecho quizá más que la propia interesada. Subimos de vuelta a su camioneta .Ahí no pude evitar contarles el episodio que reseñé anteriormente y que me vino instantáneamente a la memoria, a sí como felicitar de corazón a Kim. Este nuevo hecho me volvió a emocionar, y era nuevamente en Canadá&Por cierto que nada nos cobró por el viaje tampoco.

A veces ¡qué bueno es practicar la solidaridad! Todos deberíamos aprender pues se dice a menudo que los uruguayos lo somos ¿lo somos realmente?

Pero hablando de seguridad debo decir que el día de mi partida, en letras de molde los periódicos anunciaban un gran operativo antiterrorista que se había llevado a cabo en Toronto el día anterior (justamente cuando estuvimos en esa ciudad) a consecuencia del cual fueron detenidos siete canadienses de origen musulmán y se creía que había planificados atentados en ciertos puntos estratégicos de Canadá.


PD En el viaje de ida, en el tramo Montevideo - Ezeiza y junto a otros diputados, iba el colaborador de Informe Uruguay Dr. Javier García y quisiera destacar su amabilidad y por sobre todo su sencillez, es un ejemplo y un orgullo.

 
 
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