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Año III - Nº 185
Uruguay, 09 de junio del 2006
Inscripto en el Registro de Derechos de Autor en el libro 30 con el No 379
 

 

 

 
Para descodificar el
"Código Da Vinci".

* Fernando Pintos
 

El revuelo ha sido tremendo y el escándalo mayúsculo. Los ecos resuenan todavía, muchos días después del estreno mundial de la película. El tema ha saltado, desde las páginas informativas de los periódicos hasta las columnas de opinión, y parecería que todos tienen algo que decir al respecto. En cuanto me compete, se puede explicar esta enorme difusión de algo que carece de la mínima seriedad intelectual, y para colmo, el hecho de que tanta gente se tome en serio tamaña sarta de disparates -puestos en letra de molde o celuloide- con una sola palabra: Posmodernidad. Vivimos en esta época difícil, así denominada, y podemos explicarla de una manera breve, concisa y comprensible: Posmodernidad es la Modernidad puesta de patas para arriba. Entonces, una primera explicación del éxito de un escritor arribista y mediocre, de un libro plagado de disparates y de una película que sigue dejando por los suelos la creatividad y el talento de la exhausta "fábrica de sueños" (Hollywood and company) es apenas ésta: se debe al ambiente intelectual de la Posmodernidad. Y a ese respecto, coincidiré una vez más con lo expuesto por David Lyon en "Postmodernidad" (Alianza Editorial, 2000), cuando explicaba que uno de los antecesores o precursores de esta etapa fue Nietzsche. Estamos en todo de acuerdo, prinicipalmente a partir de dos de las obras del filósofo alemán: "Más allá del bien y del mal" y "El Anticristo", obrita esta última de la cual un par de frases son por demás demostrativas: "Los débiles y los malogrados deben perecer: principio primero de nuestro amor por los hombres"& "¿Qué es más dañino que cualquier vicio? El acto de la compasión hacia todos los malogrados y débiles, el cristianismo&". Sí, ese mismo Nietzsche que proclamó a voz en cuello la muerte de Dios. Pese a ello, me atrevo a decir que el primer manifiesto de la Posmodernidad, atribuible al filósofo alemán, se da cuando enero de 1889 (tenía 44 años) sufre la llamada "crisis de Turín", cuando se abraza al cuello de un caballo que estaba siendo castigado y le dice, según la tradición: "¡hermano mío!". Es decir, el primer manifiesto de la Posmodernidad ha sido, según creo, el primer acto de la locura de Nietzsche, estado psíquico que se prolongó hasta su muerte, ocurrida el 25 de agosto de 1900.

"El Código Da Vinci" es la segunda novela escrita y publicada por Dan Brown, un hábil oportunista literario que ni es historiador ni escribe textos de historia, sino que, simple y sencillamente, se las arregla para meter algunos retorcidos conocimientos históricos y religiosos en una batidora, agregarles pronunciadas dosis de ficción y acción, aderezarlos cuidadosamente con unas cuantas especulaciones disparatadas& Y después servir el producto resultante, siempre en atractivos recipientes comerciales que, por alguna extrañísima razón, son objeto inmediato de unas promociones descomunales y exhaustivas a nivel planetario, lo cual representa de por sí un riesgo altísimo y, además, unos montos de inversión verdaderamente gigantescos. Hasta ahí, el individuo y su tullida producción literaria parecerían ser nada del otro mundo, salvo por el ya longevo método del best selling: negocio que está basado en los grandes tirajes de libros intrascendentes, sin el mínimo contenido y sin un ápice de seriedad intelectual o rigor crítico& Libros que, en el mejor de los casos, son un puro entertaining, pero sin mayor asidero intelectual y, ciertamente, sin el mínimo atisbo de calidad literaria& Pero& Eso sí: con unos relatos que resultarán, de diferentes maneras, casi siempre llamativos, movidos, excitantes, erotizantes& ¡Y vendibles! Sumamente vendibles, pues no de otra cosa se trata publicar best sellers, sino de perpetrar pingües negocios tomando ventaja de la estupidez y el embotamiento intelectual de un rebaño embrutecido.

Ahora bien: de este engendro indigesto que se ha titulado "El Código Da Vinci" se han vendido hasta el momento unos 30 millones de ejemplares en todo el planeta. Se le ha traducido a 30 idiomas y la Columbia Pictures ha gastado sumas colosales para hacer una película que fue dirigida por Ron Howard (un realizador cuyos mejores antecedentes habían sido "Cinderella Man", "A Beautiful Mind" y "Apollo 13") y protagonizada por Tom Hanks, quien no cobra menos de 20 ó 30 millones de dólares por película. Si las cifras que se declaran son siquiera aproximadas (30 millones de libros vendidos significaría haber lanzado un tiraje de 40 ó 50 millones, y contar, hasta el momento, con unos 100 millones de lectores), gracias a la acción combinada del libro, la película, la publicidad y los productos promocionales, en este momento ya habrá entre 200 y 300 millones de personas que habrán sido expuestas a la influencia del "mensaje" e ideas allí expresados. Por supuesto, la piratería de videos y DVDs habrá hecho ya y de seguro seguirá asegurando una enorme difusión adicional, al igual que el material rentado en los video clubes& Y, una vez se exhiba el filme a través del cable, aquella cifra podría tal vez quintuplicarse y estar muy cerca de cubrir al menos un tercio de la población del planeta. Y si hago estos cálculos, es por lo siguiente: parecería que, tanto la promoción de la obra como su difusión en diferentes formatos están apuntando hacia un objetivo perverso: que enormes auditorios puedan llegar a creer que siquiera parte de lo que allí se afirma tiene asideros reales. O, cuando menos, sembrar una semilla de duda con respecto a las bases teológicas del cristianismo. Y eso es un asunto muy serio y muy grave.

Más que todo: el asunto es gravísimo. Porque la intención parecería apuntar mucho más allá de la pretendida "voracidad comercial" que existiría -según los bien pensados, ese rebaño del cual jamás he formado parte- detrás de todo este cúmulo de mamarrachos, cretinadas e insensateces que andan rodando, impresas sobre papel o en celuloide. En todo este oscuro asunto no se trata sólo de las acciones automáticas y mercadológicas de "difundir" para "recaudar". Lo que más se pretende es "hacer creer" o, cuando menos, plantar dudas en las mentes de cuanto ignorante, incauto o idiota ande suelto por este turbulento mundo posmoderno. Así planteadas las cosas, desde cualquier punto de vista "El Código Da Vinci" es un producto abominable y, por ende, repudiable& Porque algunos otros horrendos mamarrachos por el mismo estilo, como las aventuras de Harry Potter y varias recientes estupideces seudo literarias lanzadas al mercado mundial, de ninguna manera han pretendido insinuar que sus respectivas tramas iban más allá de un puro divertimento basado en fantasías delirantes. En la práctica, comentar con cierto detalle y refutar, uno por uno, todos los disparates y estupideces que figuran con letra de molde en "El Código Da Vinci" resultaría fatigoso en grado sumo. Y además de ello, también sería exasperante, porque detesto sin medida a los farsantes, los arribistas, los mentirosos y a todos aquellos quienes, para colmo de injurias, se creen autorizados a usar la doctrina cristiana y la figura de Jesucristo como si fuesen pelotitas de ping pong o simples trapeadores. Mas sí debo poner el énfasis sobre dos aspectos de este asunto que, según lo veo, están profundamente entrelazados.

El primer aspecto: la desmesurada y exageradísima promoción que han recibido tanto el libro como la película (dos caras de la misma moneda) a nivel universal& Estamos, ahí, frente a un esfuerzo de mercadeo como pocas veces se había visto hasta el momento en el mundo editorial y en el mercado cinematográfico. Esa promoción ha alcanzado a todos los medios y se ha diseminado a través de periódicos, revistas, canales de televisión abierta y de cable, radios, carteles en la vía pública, Internet, etcétera& El dinero que "alguien" o más bien "algunos" se han gastado para promover esta vil inmundicia a escala planetaria, alcanza un volumen verdaderamente monstruoso. Ningún libro que yo recuerde -ni tan siquiera "El fin de la Historia y el último hombre", de Francis Fukuyama- había recibido nunca tanta difusión interesada, tanta promoción directa o indirecta& Y ninguna película que yo pueda traer a colación, titúlese "Gone with the Wind", "Ben Hur" , "The Lord of the Rings" o la que me quieran proponer, había recibido jamás tamaño impulso planetario&

El segundo aspecto es el siguiente: dado que es innegable el operativo financiero y de mercadeo que han puesto a rodar para promover un pésimo libro y una película a todas luces mediocre (ni la presencia de Tom Hanks ha servido para mejorarla un poco), la pregunta de rigor sería ésta: ¿qué es lo que persiguen a través de un esfuerzo tan enorme y de una difusión tan persistente? Porque, lo reitero, que ahora no aleguen "el interés comercial, "el mercadeo por sí mismo" y otras pamplinas por el estilo. Detrás de tal derroche de recursos y de tan feroz como sostenida (aunque el adjetivo más o tono sería "implacable") promoción existe bastante más. Novelas mediocres, como ésta de Dan Brown, se escriben y publican por millares cada año, pero nadie dispone siquiera de un centavo partido al medio para promoverlas. Entonces, ¿por qué esta promoción desenfrenada de "El Código Da Vinci"? La respuesta parece muy simple. Se trata un texto que atenta contra todas las bases de las creencias del cristianismo. Y al decir cristianismo estoy refiriéndome a todas las denominaciones, pues una de las tantas "gracias" de libro y película ha consistido en amagar en dirección a la Iglesia católica y el Opus Dei, lo cual es apenas una entre sus tantísimas imposturas. Ese amago o, en términos militares movimiento de diversión, tan sólo me recuerda la sempiterna maniobra de los hábiles rematadores de penales: hacer creer que la pelota irá hacia la izquierda del portero, pero rematar hacia la derecha: y gol. Pero no se trata aquí ni del Opus Dei ni de la Iglesia católica ni de los monjes trapenses& Eso es una cortina de humo muy hábilmente colocada, para distraer la atención del objetivo principal que consiste en derribar, de un solo golpe, toda la doctrina y toda la tradición de todo, entiéndase bien: todo el cristianismo. Pero sin excepciones que valgan. En cualquier caso, si la frenética difusión mediática de esa obra global (me refiero al libro, la película, los documentales y la publicidad, formando un solo bloque) alcanza a influir sobre el pensamiento de millones de personas, sembrando las dudas y facilitando la creencia en una serie de disparates, insensateces y abominaciones, el resultado habrá de ser un debilitamiento sensible en las bases mismas de la fe cristiana a nivel universal.

Ahora bien: ¿debilitar las bases del cristianismo, a fin de conseguir qué? La pregunta viene al caso porque nadie se gasta, alegremente, centenares de millones de dólares (¿se han puesto a pensar cuánto habrá costado imprimir unos 50 millones de copias de este mamotreto, en treinta idiomas diferentes?) por el simple gusto de gastarlos. Nada de eso. Cualquier inversión de esas dimensiones será siempre objeto de un profundo estudio, y cuanto mayor sea el monto a invertir en la aventura, mayores objeciones recibirá y se convertirá en objeto de estudios más escrupulosos. Si la inversión en difundir el "El código Da Vinci" y su brulote de ideas destructivas ha sido a todas luces enorme, entonces el objetivo que se busca también debe de serlo. Y anótese que, muy "casualmente", todo este producto globalizado aparece en el mercado mundial poco después de que la National Geographic Society ha hecho público su trabajo de restauración del "Evangelio de Judas", que también cuestiona las bases del cristianismo, puesto que pinta al traidor Judas como el bueno de la historia y a Jesucristo como un deliberado suicida&

(El 5 de abril de 2006, la National Geographic Society presentó, públicamente, el presunto Evangelio de Judas Iscariote, documento de papiro con 26 páginas que había sido "hallado" en Egipto en 1978, presumiblemente escrito entre los siglos III y IV de la era cristiana, como "copia" de un manuscrito mucho más antiguo donde se describía la vida y crucifixión de Cristo desde el punto de vista de Judas Iscariote. En este texto Judas es el discípulo predilecto de Jesucristo, quien lo había escogido para que lo denunciara ante los romanos, con el propósito de sacrificarse deliberadamente para redimir a la humanidad. Todas estas ideas, obviamente heréticas, habían sido planteadas por la secta gnóstica, la cual podría ser, precisamente, responsable de haber escrito ese evangelio, alrededor del año 150 de nuestra era).

Habrá quién pueda creer en casualidades, pero este mal pensado que soy yo siempre cree, más bien, en "causalidades". Ante lo cual, repetiré el interrogante sobre el aparente Target del "Código&": ¿consistirá el objetivo en tan sólo atacar y socavar los cimientos espirituales de la Iglesia católica? Y también repetiré que eso, para nada& O, cuando menos, no en carácter de exclusividad. El objetivo principal, habré de repetirlo cuantas veces sean necesarias, es el cristianismo en sí mismo y, permítaseme expresar esto, para ver si alguien lo entiende con claridad: si echamos por la borda las bases, los fundamentos del cristianismo, entonces nada habrá tenido validez ni mucho menos sentido en el transcurso de los últimos dos mil años de historia. Nada de lo que se ha dicho ni nada de lo que se ha obrado dentro de las diferentes denominaciones cristianas durante veinte siglos, tendría la menor validez. La Biblia, por ejemplo, estaría completamente viciada de nulidad en cuanto tiene que ver con el Nuevo Testamento, y en vista de ello debería ser rescrita. Los catecismos estarían también fuera de uso pues resultarían apócrifos. Los sacramentos carecerían de validez. Y también todas las liturgias cristianas, ya sean católicas, protestantes, evangélicas, ortodoxas o coptas. Y deberían replantearse, incluso, hasta las simples y sencillas plegarias. La totalidad de la fe debería replantearse, rehacerse, rediseñarse& Y todo ello en medio de una enorme confusión, en el curso de la cual todos querrían opinar e imponer sus diferentes puntos de vista sobre los puntos más nimios de la doctrina& ¡Enorme confusión! Pero, después de todo, ¿habrá algo que agrade más al demonio que una enorme confusión sobre este mundo de Dios?

Bueno, habría mucho más que decir a este respecto y en su momento será dicho por este escribidor. Pues, si lo que el "Código Da Vinci" está buscando se consigue& ¿Quiénes serían los beneficiados? ¿Quiénes serían, entonces, los promotores de esta gigantesca maniobra? Bien, como ustedes se imaginan, este tema habrá de continuar.

 
 
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