UN PUERTO, UNA CARRETERA
Y ALGUNAS HISTORIAS ÉPICAS
* Fernando Pintos
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En la actualidad, el puerto de Santo Tomás de Castilla, el más importante con que cuenta Guatemala sobre su litoral atlántico, desarrolla un movimiento cada vez mayor. Millones de toneladas de carga entran y salen por ese gran puerto, que está situado a pocos minutos de la ciudad de Puerto Barrios, donde funciona un puerto de menores dimensiones, operado por la empresa bananera COBIGUA. Trabajan en Santo Tomás de Castilla más de mil 400 personas y este mes de septiembre, más precisamente el martes 13, se cumplen 50 años de la inauguración del moderno puerto y de la Empresa Portuaria Nacional Santo Tomás de Castilla, entidad del Estado que se encarga de manejarlo. También es 50º aniversario de la inauguración de la carretera del Atlántico, pues de nada hubiera servido contruir un gran puerto sin tener conexión terrestre con la capital del país y el resto de la República. Como dato curioso, el moderno puerto de Santo Tomás de Castilla, que figuraba en los planes de gobiernos guatemaltecos desde principios de la década de 1830, fue iniciado -junto con la carretera al Atlántico- en 1953, durante la presidencia de Jacobo Arbenz Guzmán. Éste fue derrocado en julio de 1954, por un movimiento patrocinado por los Estados Unidos, al cual se denominó "La Liberación". Como consecuencia de ello, ambas obras, puerto y carretera, fueron inauguradas en septiembre de 1955, por el Gobierno encabezado por Carlos Castillo Armas, el líder de la Liberación, quien sería misteriosamente asesinado apenas dos años después.
Con Santo Tomás de Castilla Guatemala tuvo su primer gran puerto moderno, el cual rápidamente se convirtió en el eje de todo el comercio de Guatemala con Europa, el Caribe, la Sudamérica atlántica y la costa Este de los Estados Unidos. En la actualidad, se puede viajar en auto desde la Ciudad de Guatemala hasta Santo Tomás de Castilla en poco más de cuatro horas. Pero no siempre ha sido así. En los primeros años de vida independiente para Guatemala (fue parte de la Unión Centroamericana desde 1821 hasta 1847, año en que se proclamó República independiente), vastas regiones del noreste del país estaban prácticamente deshabitadas. Y peor todavía: toda la costa atlántica de América Central dependía entonces del cabotaje y del comercio que los británicos manejaban en Belice. El peligro de tener deshabitadas grandes extensiones de tierra muy fértil linderas con Belice representaba, además, un peligro latente: que los ingleses las ocuparan. Por esa razón, desde 1831 la Unión Centroamericana promulgó leyes que favorecían la colonización. En Guatemala, tales leyes se pusieron en práctica desde 1834, por iniciativa del Jefe de Estado, el liberal Mariano Gálvez. Y los primeros que entraron en escena hubieron de ser, por supuesto, los ingleses. Se formaron dos compañías que, en 1834, firmaron cinco contratos con el Estado de Guatemala y obtuvieron casi todas las tierras baldías de los actuales departamentos de Alta Verapaz, Baja Verapaz e Izabal. Como la cesión se extendía hasta algunos otros departamentos, las compañías podían tener injerencia sobre un área de unos 50 mil kilómetros cuadrados. A ello se agregaban, además, exenciones de impuestos y muchos privilegios adicionales.
En 1834 faltaban 13 años para la proclamación de la República de Guatemala y la Unión Centroamericana estaba convulsionada por las luchas entre conservadores y liberales. El mundo adolecía de enormes distancias, pues los transportes dependían por tierra de la tracción animal. Por mar, estaban atados a la navegación con vela. Recién en 1825 George Stephenson había hecho circular un primer precario ferrocarril entre las localidades de Stockton y Darlington, destinado a transportar carbón y con una velocidad -insólita para la época- de 22 kilómetros por hora. En lo referente a navegación, recién para abril de 1838 atravesaron el Atlántico los primeros buques de vapor, el Sirius y el Great Western. Más todavía: hasta 1837 no inventaría Samuel Morse el telégrafo electromagnético& De los adelantos entonces por venir, la energía eléctrica aplicada a maquinaria industrial llegaría hasta 1873. El primer motor de combustión que dio resultados, sería inventado por Nikolaus Otto en 1876. Aquel mismo año, Alexander Graham Bell inventaría el teléfono. El primer automóvil viable se atribuye al francés Emile Levassor y no se construiría sino hasta 1890. En cuanto a la radio, irrumpiría en 1896, gracias al genio de Marconi& En 1834 el planeta no tenía más de mil millones de habitantes. Italia, Alemania, Yugoslavia, Croacia, Eslovenia, Eslovaquia, la República Checa, Hungría, Ucrania, Polonia, Bielorrusia, Estonia, Letonia, Lituania y muchísimos otros que hoy se conocen, no existían en cuanto países independientes. Estaba por producirse la separación de Texas del territorio mexicano. Y está demás decirlo: la entrañable RODELU apenas atesoraba cuatro años de vida independiente. Convengamos que, por aquel entonces, el mundo era drásticamente diferente de éste que hoy conocemos.
La colonización inglesa en Guatemala colapsó en menos de una década. Todos los esfuerzos fueron infructuosos y los colonos se desencantaron por los paupérrimos resultados. Dos poblaciones fundadas por aquellos colonizadores, Nueva Liverpool y Abbottsville, quedaron soterradas en el olvido, al igual que tantos pueblos fantasmas del viejo Oeste que son recreados, a menudo, por los guionistas y productores de Hollywood. El fracaso experimentado por la colonización inglesa ha provocado perplejidad en algunos historiadores, y Pedro Pérez Valenzuela en su libro SANTO TOMÁS DE CASTILLA, reflexionaba al respecto: &Causa sorpresa el repentino final de la colonización inglesa. Los informes del capitán Gould no podían ser más optimistas; la amplia visión de Mayaang Anderson, expuesta en sus extensas cartas a la compañía, no podía ser más elocuente& Y la liberalidad con que Gálvez hizo una concesión de más de 56 mil kilómetros cuadrados de tierra guatemalteca -concesión inusitada-, como no se había visto otra igual en ninguna parte del mundo, prometía un gran interés de parte de los ingleses. Pero, lo que causa más admiración es que el gobierno británico, que ya se había adueñado de Belice, no parara mientes en esta nueva concesión. Si por un simple permiso para cortar madera no tuvo empacho con Belice, no se explica su indiferencia ante una provincia de las calidades de Verapaz. Porque, entendámoslo bien: no era sólo la Verapaz& era todo el Estado de Guatemala el que Gálvez había entregado&
Como fuere, después del fracaso inglés entró en escena Bélgica. Fracasado el proyecto de un banco comercial anglobelga en Guatemala, particulares belgas se concentraron en promover la colonización. Se formó la Compagnie Belge de Colonisation, que suscribió en enero de 1841 dos contratos, adquiriendo un millón de acres (unas 400 mil hectáreas) por 10,000 libras esterlinas. Una primera expedición de la Compagnie desembarcó en Santo Tomás, en enero de 1842, y con ello comenzó uno de los capítulos más heroicos y menos conocidos de la historia de Guatemala. En marzo de 1843 salieron de Amberes las goletas Theodore, Louise Marie y Ville de Bruxelles, que arribaron a Santo Tomás los días 20 de mayo, 7 y 8 de junio, para desembarcar los primeros colonizadores belgas. En marzo de 1844 arribó el navío Jean van Eycke, con 190 colonos. En total, entre 1843 y 1847 arribaron al puerto Santo Tomás 452 inmigrantes, en diferentes embarcaciones. Sin embargo, la colonización belga fracasó por varios factores. Uno de ellos, fue el notorio desinterés del gobierno belga. Otro, la muy escasa ayuda recibida del gobierno de Guatemala. Después, las enfermedades tropicales, las plagas de mosquitos, las inclemencias de un clima poco benigno para europeos del Mar del Norte, las copiosas lluvias de la zona y la falta de caminos o rutas regulares de navegación fluvial& Hoy día, el cementerio Belga en el puerto Santo Tomás de Castilla es un triste recordatorio de aquello. Una de las obligaciones adquiridas por los belgas fue fundar el puerto de Santo Tomás, pero para el 19 de noviembre de 1846, Guatemala declaró Puerto Libre a Santo Tomás de Castilla, finalizando así los compromisos con la Compagnie y dejando a los colonos que aún subsistían en plena posesión de la tierra. El fracaso de los belgas fue también el fracaso del puerto como proyecto de envergadura. Y la epopeya vivida por aquellos colonizadores en años posteriores, fue verdaderamente épica. Unos murieron, otros regresaron a Europa& Pero muchos permanecieron, aunque la gran mayoría emigró hacia la Ciudad de Guatemala o algunas otras regiones del país. Esos caminos quedaron sembrados de cadáveres, pero los sobrevivientes perseveraron. Y con el tiempo prosperaron en su nueva patria. Para poner un claro ejemplo: el actual Presidente de Guatemala, Oscar Berger, desciende de aquellos colonizadores belgas.
He querido rememorar este pasaje de la historia de Guatemala, no sólo porque el sábado 13 de septiembre de 2005 la Empresa Portuaria Nacional Santo Tomás de Castilla esté celebrando sus bodas de oro. Lo hice, principalmente, para recordar de cuántas y qué diferentes maneras nuestra América Latina está repleta de historia, de heroísmo, de acontecimientos extraordinarios, de luchas épicas, de personajes forjados en grandeza y valor& No estaría de más que, siquiera de vez en cuando, recordemos todo eso& Pues somos excesivamente parcos en hacerlo. Despreciamos nuestras tradiciones y, como contrapartida, solemos quemar incienso frente a cualquier becerro de oro, siempre y cuando éste provenga de alguno de esos afortunados países del Primer Mundo. Esta marcada tendencia que nos aflige, y de la cual casi ninguno entre nosotros escapa, podría explicar de alguna manera la medida de nuestro fracaso. Porque nadie puede dudar que hemos fracasado en cuanto países. Pero nuestro fracaso mayor ha consistido en no ser capaces de crear una gran nación llamada América Latina. Eso, y no tener un show business como el americano& Carecer de un Hollywood y de un Broadway que olviden o minimicen nuestros crímenes y miserias, que caricaturicen adecuadamente a todos los demás (sobre todo a aquéllos a quienes queremos seguir explotando), y que canten las glorias de nuestro pasado, las loas de nuestro presente y las excelencias de nuestro futuro& En verdad, ¡vaya fracaso el nuestro!