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Año V Nro. 359 - Uruguay, 09 de octubre del 2009   
 
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Lic. Washington Daniel Gorosito Pérez

Borges, yo y mis batallas internas
por Lic. Washington Daniel Gorosito Pérez (Perfil)

 
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         Borges decía que la democracia, tal como hoy la entendemos, es “ese curioso abuso de la estadística”

         La estadística, que sin duda es un instrumento valioso para entender ciertos fenómenos y para lo toma de decisiones, se ha vuelto en nuestra época la piedra filosofal. Antes todo querían convertirlo en oro, ahora todo lo convierten en cifras.

         Todos los días nos bombardean con cifras, que nos producen la ilusión de que todo es medible, de que todo es contable, y a veces perdemos la visión de la complejidad de los hechos gracias a la ilusión de que entendemos el mundo sólo porque conocemos sus porcentajes.

         Cifras llenas de importancia que cambian día a día. Los gobernantes suben y bajan en popularidad como en una montaña rusa al empuje de los acontecimientos, y están aprendiendo que a punta de escándalos, de riesgos y alarmas, es posible mantener el interés y hasta la aprobación de la comunidad.

         Nadie parece preguntarse si detrás de esas cifras hay hechos profundos y datos verdaderos, si detrás de esos éxitos atronadores hay verdaderas transformaciones históricas.

         Roma creyó que era posible gobernar con pan y circo. El mundo contemporáneo le está demostrando que en esa fórmula sobraba el pan. Vivimos en la edad del espectáculo, en la edad de la satisfacción inmediata, ya quieren que nadie se pregunte de donde viene ni para dónde va sino cual es el próximo movimiento, cual es el último acontecimiento.

         Las modas han reemplazado a las costumbres, las noticias a las tradiciones, los fanatismos a las religiones, la farándula a la política. Paul Valery decía que llamamos civilización a un proceso cultural por el cual la humanidad tiende a ponerse de acuerdo sobre valores cada vez más abstractos.

         Y es verdad que allí donde las sociedades primitivas luchan por la tierra, por el oro, por la acumulación personal, las sociedades organizadas luchan por la libertad, por la justicia, por la dignidad, por la legalidad. En una sociedad primitiva, si la ley es  un estorbo para alcanzar un fruto concreto, se viola la ley con arrogancia y con descaro.

         Ello permite logros inmediatos pero vulnera ampliamente el pacto social, deja a algunos protagonistas más fuertes pero a la comunidad inevitablemente más débil.

         Hay una conspiración en el mundo contra la lucidez, contra la lentitud, contra las serenas maduraciones, contra los ritmos naturales, contra el esfuerzo, contra la responsabilidad, contra el compromiso.

         La inteligencia, por ejemplo, estorba a la hora de lograr la unanimidad: es mucho mejor la disciplina y la sumisión. Las cosas profundas maduran lentamente, como los buenos vinos, pero ahora se quiere que todo se  enseguida o mejor dicho “para ayer”, no viajar sino llegar, no aprender sino saber, no estudiar sino graduarse, y terminamos creyendo que vale más el resultado que el proceso. Si las semillas tardan en retoñar, piensan que hay que intervenir los procesos para que estas revienten antes, para que la planta brote más pronto, para que la tierra extreme su trabajo y las cosechas se multipliquen. Sin embargo nunca hubo tanta hambre en el mundo como en el presente.

         Comparto con ustedes el poema Batallas Internas de mi autoría que colaboró para dar el título a esta columna.

                                            BATALLAS INTERNAS

Si el destino me trae otra batalla,
Yo sabré merecerla.
Jorge Luis Borges

                                         El río interior se estremece,
                                         un espantoso grito cubre la ciudad,
                                         rompe el silencioso secreto
                                         de la naturaleza humana.

                                         En la soledad de la vida,
                                         dilatada de miedos,
                                         carente de luces,
                                         con voces sin sonido.

                                         De suspiros agrietados,
                                         de agonías conscientes,
                                         de eclosiones interiores,
                                         de desencuentro.

© Lic. Washington Daniel Gorosito Pérez para Informe Uruguay

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