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Año V Nro. 359 - Uruguay, 09 de octubre del 2009
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Sólo quedan dos meses para las elecciones de presidente, vicepresidente, senadores y diputados. En este tramo final, la campaña electoral arreciará en intensidad y constantemente se harán conocer vaticinios, cábalas y encuestas sobre los resultados electorales. Generalmente, en cada elección se afirma solemnemente que se trata de un hecho histórico por lo que la suerte de la Nación está en juego. Habrá que convenir en que ahora sí lo está, puesto que se iniciará un gobierno con una nueva constitución, la aprobada por el referendo de enero pasado, que no sólo cambia los nombres de las instituciones a las que se les añadió “del estado plurinacional”, sino que hay transformaciones de esencia que pueden conducir a un régimen autoritario, inspirado en el llamado socialismo del siglo XXI y que, como característica autóctona, seguirá en el intento de consolidar la primacía de un grupo étnico sobre los otros que constituyen esta Bolivia diversa. La otra visión, que ahora se dispersa en varias opciones opositoras, lamentablemente aún no tiene claridad. Parecería que se trata del resultado de una carrera desenfrenada para estructurar frentes que se opongan al esquema populista del MAS. Así se procura inducir a votar contra el continuismo porque cualquiera otra opción será mejor que la oficial, es decir que nada puede ser peor que el populismo inspirado en la línea que diseñó Dieterich para el venezolano Hugo Chávez. Se sabe, además, que el MAS tiene el propósito, ciertamente no disimulado, de consolidar una economía completamente estatizada en contraposición al modelo de libre mercado, en vigencia desde 1985 con el Decreto Supremo 21060 que curiosamente no ha sido, hasta hoy, abolido completamente. Pero, hay que insistir, es poco –si hay algo– en las ofertas de las candidaturas opositoras. Nuevamente se reeditan frentes remendados con aportes de todos los sectores, que resultan en abigarradas fuerzas electorales que, por su falta de cohesión, sólo tienen vigencia en un proceso electoral y que, luego, se desbandan. Resulta que se pone al ciudadano en la circunstancia de votar por el mal menor, es decir distinguiendo entre quienes son menos peligrosos para el futuro de los bolivianos: los populistas del actual régimen que no disimula sus afanes de predominio racial o los opositores dispersos en media docena de candidaturas de las que se sabe poco y que no alcanzan a satisfacer las expectativas ciudadanas. Otros, en este mismo sector, seguramente aplicarán el llamado “voto castigo”, como una manera de manifestar su insatisfacción. Pero hay algo más para la reflexión. ¿Se trata de votar o de legitimar elecciones en las que la tolerancia no asoma? Pese a que hay meritorios intentos de acción ciudadana para cuidar que los próximos comicios sean transparentes, libres y justos, también hay aprestos para distorsionarlos. Ingenuamente se creyó –aún persiste esta percepción– que sería imposible el fraude con el padrón biométrico, ya que impedirá las inscripciones múltiples y las de ciudadanos inexistentes. Pero esto no aleja los otros métodos que pueden deformar los resultados: el voto comunitario, la violación del secreto del sufragio e impedir el control electoral. El entusiasmo por la nueva modalidad de registro ciudadano, puede convertirse en una penosa decepción. Esta es una visión pesimista. Es que, si votar conscientemente es el objetivo, en estas circunstancias hay poco por elegir. © Marcelo Ostria Trigo para Informe Uruguay ![]()
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