La hora de la verdad
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por Sergio Crivelli |
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A menos de una semana del triunfo en las urnas, el Gobierno comenzó a asumir algunos problemas pendientes. El caso más palpable es el del conflicto por la pastera que Botnia construyó en Fray Bentos. La presidenta electa dijo con todas las letras que si la fábrica no contamina, la protesta de los ambientalistas/piqueteros de Gualeguaychú carece de razón, opinión que mereció el elogio del canciller uruguayo Reinaldo Gargano.
Esa postura ya había sido parcialmente admitida por su marido. En un reciente viaje al exterior había comentado "off the record" ante un grupo de periodistas que la planta era una realidad y que insistir en su relocalización carecía de sentido.
La verdad no puede seguir siendo aplazada. Está a las puertas un encuentro con el rey Juan Carlos que aceptó mediar conociendo de antemano las dificultades del asunto y demostrando con su actitud una generosidad poco frecuente en este tipo de problemas internacionales. Además, la chimenea de la pastera comenzará a echar humo en pocos días más, por lo que lo recomendable es achicar las pérdidas.
Está a la vista que la postura del Gobierno es muy distinta de la de los ambientalistas/piqueteros. Estos dicen "no a la papelera", mientras el Gobierno dice "no a la contaminación". Resultan en este marco difíciles de comprender las declaraciones del canciller Jorge Taiana, que calificó de "provocación" la autorización dada por el gobierno uruguayo a Botnia para operar. No queda en claro a qué instrucciones estaba obedeciendo el funcionario cuando hizo público un juicio de semejante gravedad, pero resulta evidente que está kilómetros de distancia de la opinión de la presidenta electa "conciliadora" y "ecuánime", como la calificó -ajustadamente- Gargano. ¿Seguirá considerándose Taiana candidato a conservar su cargo en la próxima etapa kirchnerista?
La decisión de reconocer que la relocalización de la fábrica no es realista obedece a por lo menos dos lógicas. La primera es la común que dice que plantas similares funcionan en numerosos países sin provocar un escándalo como el de Gualeguaychú; que en la Argentina hay plantas con tecnología más vieja y más contaminante sin que nadie las quiera erradicar y que nadie gasta mil millones de dólares en un proyecto burdamente inviable.
A esto hay que añadir la lógica electoral, que primero aconsejó no enfrentar al piquete ("es una causa nacional"), después comenzó a tomar distancia lentamente, lo que encrespó los ánimos de los "ambientalistas", y por último "blanqueó" la posición más racional. Y por último, pero no por eso menos importante, tuvo peso decisivo la circunstancia de que Cristina Fernández de Kirchner ganó por 20 puntos en Gualeguaychú, demostrando que el grueso de la población local la respalda. También que los "ambientalistas" tienen más prensa que votos.
En suma, hay al parecer una nueva etapa incipiente en el caso pastera. Hay más realismo, los beligerantes quedan descolocados y hasta se hace público cuanto le cuesta al país -por ahora 500 mil dólares- seguirle el tren al piquete. Falta saber cuánto terminará costando a la Argentina el corte de un puente internacional y si en algún momento se tomará la decisión de despejarlo.
Fuente: Diario La Prensa
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