Democracia, Política, Políticos...
Y lo que el Futuro Puede Traer
* Fernando Pintos
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Alguna vez, alguien tuvo una idealista ocurrencia. Sencillamente, se inventó aquello de que la democracia era "el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo"& La frase se convirtió en enunciado y ganó popularidad& Tanta, que hoy día todo el mundo la repite generosamente, con la misma enjundia que loros y papagayos. O sea: sin entender mayor cosa sobre aquello que están diciendo. La democracia -al igual que casi todas las elaboraciones utópicas que han sido creadas por el hombre- corresponde casi perfectamente al humorismo de Woody Allen: excelente dentro de los límites del aula o la sala de conferencias, se vuelve terriblemente impráctica una vez que se la quiere, precisamente -¡vaya ironía!-, poner en práctica. El talón de Aquiles de la democracia es uno muy sencillo. Para funcionar, necesita de los políticos& ¡Nada menos que de ellos! Porque, dicho sea con todo respeto y la necesaria unción: ¿dónde estarán los políticos perfectos, y dónde aquéllos con madera de santos? Véase, si no quieren creerme, que si bien acerca de la democracia se tejen continuamente las más sublimes especulaciones (actividad y expresión que casi siempre son provocadas por lo ideal o lo inalcanzable), sobre los políticos sí que se ha dicho de todo y se han expresado infinidad de definiciones, las más de las cuales son francamente impublicables.
Pero volvamos con la democracia, que se ha convertido de mucho tiempo a esta parte en el inveterado e insustituíble caballito de batalla de los políticos. Aquel famoso cínico que fue el norteamericano H. L. Mencken dijo, en cierta ocasión, que la política, era "el arte de dirigir el circo desde la jaula de los monos". A estas alturas del siglo XXI será de esperar que cualquier persona con dos dedos de frente concuerde con Mencken, principalmente si es una de las sufridas personas que habitan en este subcontinente denominado América Latina. Por su parte, lord Halifax, un inglés que sabía lo suyo expresó, en cierta ocasión, que el mejor de los gobiernos no era más que "una gran conspiración contra el resto del país". Sé que a pocos políticos -incluidos los uruguayos, quienes bien bailan- les hará la menor gracia este artículo, pero& ¿Qué le vamos a hacer? Ya que hablamos de Mencken y de lord Halifax, hablemos de Fernando Pintos y su definición sobre la política, los políticos y el gobierno: "la política es el arte de ejecutar malabarismos imposibles y los políticos son, of course, los eximios malabaristas encargados de ejecutar el numerito& El gobierno significa un maravilloso botín, formado por los impuestos que salen de los bolsillos de los ciudadanos. Y, obviamente, no existe botín que deje de excitar la codicia de todos los piratas habidos y por haber". Y ahora, díganme cínico a mí también.
Sin embargo, la historia de las ideas aplicadas a la política estuvo repleta de bonísimas intenciones. Véase, si no, aquel buen señor que fue Charles-Louis de Secondant, barón de Montesquieu y tan recordado por la posteridad con ese último nombre. Después de publicar en 1721 sus Cartas Persas, y de volver a la carga en 1734 con Consideraciones sobre la grandeza de los romanos y su decadencia, Montesquieu trabajó casi cinco años para dar vida a su obra más célebre y perdurable, El espíritu de las leyes, acerca de cómo debería ordenarse políticamente un Estado moderno. En aquella obra resalta, como idea primordial, la doctrina sobre la separación de los poderes del Estado. Pero cuando Montesquieu formuló su doctrina sobre la necesidad de que el Estado estuviera dividido entre los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial, todavía no existían ni las pandillas organizadas ni el cartel de Medellín, ni los barones de la Posmodernidad y la Globalización. De ahí la injusticada omisión. Y antes de continuar, he de citar lo que tan acertadamente expresó un almirante inglés en 1863: "el hombre que va a la guerra en un barco de madera es un idiota; pero aquel quien lo envía, es simplemente un canalla".
La antedicha conjunción de pensamientos, al parecer poco conexos, tiene un propósito: rendir un justificado homenaje al espíritu de la Posmodernidad que nos anega con su cieno, y al sentido emprendedor de quienes manejan la Globalización, con su indeclinable y casi infinita sed de riquezas& ¡Riquezas a costa de la miseria de los demás! Aunque por el momento la Humanidad esté sumergida en los cantos de sirena de una disfunción narcotizante tan bien ejecutada por los medios convencionales de comunicación, estoy seguro que no está lejos el momento en que el planeta entero emerja de este nefasto período casi completamente exhausto, repleto de asombro y sobrepasado de náuseas. Un mundo que tendrá hambre, que experimentará una furia inextinguible y que se negará a apagar su rencor contra los responsables de la debacle universal. En ese mundo violento y vengativo que se avecina (que llegue es apenas cuestión de tiempo), los políticos podrían llegar a ocupar un lugar de privilegio en el matadero, y no precisamente como matarifes, sino como víctimas propiciatorias. ¿Sería de lamentar? No lo creo. Recuérdese la anónima sabiduría de los viejos dichos: "aquellos polvos trajeron estos lodos", lo cual, dicho en un lenguaje mucho más moderno se traduciría de la siguiente manera: "quien busca encuentra".
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