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El espíritu de las leyes
por Danilo Arbilla
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Está claro que el título ni es mío ni es nuevo. Es el del libro que Charles de Secondat, más conocido como barón de Montesquieu, escribió en 1748 y en el que propuso un sistema en el que los tres poderes (ejecutivo, legislativo y judicial), que por esas épocas los reyes encerraban en su puño, estuvieran saludablemente separados y se controlaran debidamente entre sí.
Dada la crisis hondureña no vendría mal un repaso de lo escrito por Montesquieu. Sobre todo a los presidentes de España, Francia e Italia y el más flamante de los Estados Unidos, y también a todos los restantes miembros de la ONU, la Comunidad Europea y la OEA.
Para todos ellos --excepto Fidel, Chávez, Ortega, Correa y Evo Morales, que son coherentes-- fue una suerte lo de Honduras: desplazó de la orden del día las elecciones en Irán y sus derivaciones: fraude admitido, represión popular, muertos y cientos de disidentes y opositores detenidos.
Coincidentes con los caudilllos bolivarianos, Sarkozy, Berlusconi y Rodríguez Zapatero llamaron a sus embajadores en Tegucigalpa. Los diarios españoles destacaron el hecho; en uno de ellos , eso sí, más escondida, apareció la noticia de que el régimen iraní iniciaba la purga de rivales políticos, y de algunos otros atropellos destinados a facilitar el segundo mandato de Mahmud Ahmadineyad. No se informó sobre si los citados mandatarios europeos también convocaron a sus embajadores en Teherán, o si la ONU exigió que se realicen nuevas elecciones o si la CE en este caso protestó y condenó en bloque. Tampoco trascendió si Obama, tan lerdo y prudente respecto a Irán y tan presto y lanzado con Honduras, hizo algo más en defensa de la democracia iraní. Los únicos coherentes fueron Fidel, Chávez y adláteres: apoyaron a los demócratas Zelaya y Ahmadineyad. No queda claro además si el gobierno español apoyó, condenó o se hizo el zonzo respecto a lo de Irán.
Hay algunos hechos que vale la pena dejar consignados y que tienen que ver con el título. Cosas sobre las que no se ha insistido mucho, como por ejemplo que el Congreso de Honduras fue electo democráticamente al igual que Zelaya. Que éste pretendió violar la Constitución, más una ley dictada por ese congreso, mucho más representativo de la soberanía popular que Zelaya, y una decisión judicial expresa y ordenó a las fuerzas armadas que consumaran esas violaciones. ¿Qué debían hacer los mandos militares, afiliarse a la teoría de la obediencia debida? Y si los mandaba a torturar, ¿también? ¿A quién o qué deben obedecer los militares? Todos estos son hechos que no se pueden tapar; se disimulan o se esconden un poco y se habla de que el poder legislativo debería haber cumplido con los trámites institucionales. Y lo hizo, pero igual Zelaya se burló de la ley, la justicia y la Constitución e hizo distribuir las papeletas para el referendo preparatorio de su continuidad en el poder. Las papeletas vinieron de Venezuela, en donde fueron impresas. ¿Qué organismo o autoridad electoral hondureña controló esas listas y se ocupó de su impresión como debe ser en cualquier sistema efectivamente democrático? ¿Las controló Chávez? Zelaya contra viento y marea seguía con su referendo. ¿Quiénes iban a integrar las mesas e iban a contar los votos? Esas tareas iban a estar a cargo de los pocos partidarios de Zelaya y gente y amigos venidos de Venezuela, Cuba, Nicaragua y Ecuador.
Pase lo que pase, haga lo que haga lo OEA, estos hechos están ahí, lo de Montesquieu también y además algunos otros antecedentes, como el caso del presidente Correa de Ecuador, que ordenó a las fuerzas armadas que impidieran el ingreso al Congreso a 50 diputados (independientes y opositores), que conformaban la mayoría legislativa y que fueron electos democráticamente y con mayor representatividad que Correa. Y eso ocurrió, y nadie calificó a esos militares de gorilas ni se habló de golpe de estado o de ataque a la democracia y por supuesto ni la OEA ni Insulza hicieron nada, como no lo van a hacer, por ejemplo, con el Alcalde Mayor de Caracas, electo democráticamente, pero despojado de todo por orden de Chávez.
Fuente: El Nuevo Herald
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