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Año V Nro. 346 - Uruguay, 10 de julio del 2009
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En esta tercera nota que dedicamos al tema fiscal, consignemos lo sucedido tiempo atrás cuando el Instituto Nacional de Estadísticas (INE) informó oficialmente que los pobres en el año 2007 alcanzaban 865.000 personas. Sobre el año anterior (2006) el INE había informado antes que se habían bajado a 725.000 pobres lo que produjo, por ese entonces, un gran despliegue de prensa. En realidad ahora se informa que esa cifra que se brindó para el año 2006 era errónea y que ese año 2006, en realidad, había 910.000 pobres. De manera que, mediante esta explicación, en el año 2007, al ser 865.000 los pobres se han bajado en algo la cantidad de pobres entre 2006 y 2007. De todos modos estamos lejos de los 408.000 pobres de 1999 o de los 387.000 pobres de 1994. Y mucho más cerca del peor año de todos que fue, a causa de la crisis, el 2004 con 908.000 pobres (más los del interior rural donde la población total es de 300.000 personas, de los cuales puede estimarse 90.000 pobres). Todos datos del INE. Reestructuración regresiva de la riqueza La muy ligera baja de la pobreza se explica casi exclusivamente por las mejoras en empleo y salario y estudios del Instituto de Economía informan que la incidencia del Panes para sacar a la gente de la pobreza ha sido escasa (menos de 10.000 personas), de modo que sin MIDES y sus 250 millones de dólares repartidos, tendríamos en 2007, 875.000 pobres en lugar de 865.000. Aunque el Panes ha sido algo más eficaz con la indigencia (gruesamente, los pobres no alcanzan a cubrir sus gastos mínimos mientras los indigentes no alcanzan a cubrir los gastos mínimos siquiera de alimentación) Con la información de indigentes pasa lo mismo. Se había informado oficialmente que en el 2006 eran 47.000 y ahora se informa que para el 2007 eran 67.000, pero que ello significa una baja pues en el 2006, en realidad, había 70.000, pero se había informado mal. Siempre lejos de los 31.000 que había en 1999 ó 30.000 que había en 1994. Como venimos sosteniendo, en suma, lo que ha ocurrido con la salida de la crisis –en el 2007 el PBI fue mayor que antes de la crisis- es que se ha consolidado una regresión social grave puesto que el país es ahora más rico que antes de la crisis y tiene, sin embargo, el doble de pobres y de indigentes que antes de la crisis. La salida de la crisis ha supuesto entonces una reestructura de la riqueza nacional a favor de los pudientes. Eso es lo que ha significado, en suma, la administración Astori. Pensar que ello se hizo como objetivo específico pertenece a la perimida corriente de pensamiento “conspirativo”: pensar en antiguo. Dando por bueno, desde luego, que se intentó otra cosa –la redistribución del ingreso- el asunto es que no se han encontrado las políticas correctas. Lo que debería llevar, en primera instancia, a no ser despreciativo con los que, generaciones antes, supieron hacerlo mejor, teniendo en cuenta, además, que cuando la pobreza era la mitad que ahora, lo cierto es que hacía ya décadas que el país estaba mucho peor que cuando el Uruguay construyó el estado del bienestar. El crecimiento económico es de afuera no de adentro La situación fiscal uruguaya y su intención no cumplida de distribución debe verse, además, dentro de un marco económico más general. Con respecto a este crecimiento económico uruguayo debe empezar señalándose que, como se sabe, pertenece más a un fenómeno regional vinculado a los precios de las materias primas que a originarse en las políticas domésticas. Empezó con fuerza en el 2004, año en que el país creció 12%. Argentina, Panamá, República Dominicana (sin contar al vergel petrolero de Venezuela), por ejemplo, han crecido más que Uruguay en 2005 y 2006. Y Colombia, Costa Rica o Perú han crecido lo mismo que Uruguay, pese a no tener ellos el fenómeno rebote que viene del fondo de crisis que tuvimos en 2003 y ha impulsado nuestra tasa de crecimiento. Ellos crecen sin haber bajado antes. Santiago Levy, reputado economista de los organismos internacionales, acaba de ofrecer, sin embargo, un cálculo en que desagrega en América Latina cuál sería la realidad sin el aumento de los precios de las materias primas ocurrido en los últimos cuatro años y concluye que, sin ese aumento, habría un severo déficit fiscal superior al 4% del Producto. En Uruguay, si estuviera en la hipótesis promedio, ello significaría un déficit de 900 millones de dólares, no el superávit primario actual. La actitud de la administración de tomar como logro propio los cuantiosos recursos que le está proporcionando la economía internacional parece muy inocente. Y en ese mundo feliz legitima el endeudarse sin preocupaciones. Y no preparar al país para tormentas futuras, desde luego. La deuda externa se viene encima Es cosa curiosa que se lance al país al endeudamiento en momentos en que está recibiendo dinero extra por sus exportaciones. El presupuesto se calculó sobre la base que el país iba a crecer un 20% en el quinquenio y va crecer un 35%. La deuda externa bruta ha subido, sin embargo, en el 2007 de 13.717 a 16.321 millones de dólares, según datos oficiales del Banco Central. La deuda más los intereses ha subido de 20.000 millones de dólares a 28.200 millones de dólares entre mediados 2005 y fines de 2007. En términos absolutos el país se viene endeudando a un ritmo desconocido. En términos relativos la administración se autosatisface calculando qué porcentaje del PBI es la deuda externa. Pero ello es hacerse trampa al solitario pues mide el PBI actual del país en dólares baratos. Lo primero que hace una crisis es golpear la moneda y como pasó hace 6 años cuando la moneda se encareció el PBI en dólares bajó a la mitad de un mes al otro, de 22.000 millones de dólares a 11.000 millones de dólares. Lo segundo que hace la crisis es llevarse las reservas en días, por lo cual la deuda Bruta se presenta en toda crisis con toda su crudeza. Con esta deuda de ahora, en caso de crisis, sería mucho más difícil evitar el default (que el Frente Amplio aconsejó en 2002) y que tan caro le ha costado a Argentina con cifras de pobreza del doble que nosotros y de indigencia cuatro veces superior. Un escenario de baja de los precios de las materias primas (como se anuncia que ocurrirá a raíz de la baja de la demanda estadounidense, lo que le reducirá el principal cliente a las ventas de China, país que al bajar su crecimiento por exportar menos aflojará la demanda mundial, lo cual devendrá en caída de precios), de colapso de algún país vecino, de consecuente fuga de capitales, de dólar encarecido, y toda la canción que conocemos, nos encontrará con una deuda loca. Por otra parte, la administración parece muy satisfecha por haber renegociado la deuda. Es curioso. Es lo que está previsto desde siempre que hagan todos los gobiernos al asumir sus funciones. Hace dos semanas, sin embargo y según la prensa, el Presidente Vázquez sostuvo inteligentemente en el Consejo de Ministros que «es posible que haya una crisis financiera en Argentina». La semana pasada la medidora de riesgos internacional Merryl Lynch aconsejó –nada menos y nada más- desprenderse de bonos argentinos y comprar bonos libaneses en su lugar. Es decir, el comienzo de la crisis está a nuestras puertas. En este umbral de crisis se puede apreciar que la idea de la administración de pagarle por adelantado al FMI –con quién en caso de crisis se puede refinanciar si se tiene deuda y aún sacarle plata- y pasar a cambio de ello a deberle al público exterior e interior (que no refinancia nada cuando desconfía, pues deja de comprar bonos) no parece buena. Fue un error pues no es muy relevante pagarle al FMI. Se le deba o no se le deba, los demás otorgadores de préstamos, los inversionistas, los calificadores de riesgo, todos, antes de hacer nada con Uruguay preguntan si estamos bien calificados por el Fondo. Cosa que esta administración ha cuidado bien, lógicamente. Por eso, inversión que iría a Argentina -que se desentendió del Fondo- viene a Uruguay. De esa calificación del Fondo no nos liberamos por pagarle adelantado 700 millones de deuda el año pasado. Para pagarle al Fondo hubo sí que colocar bonos (deuda externa) a mayor tasa y, reiteramos, los bonos no se renuevan cuando la crisis. Allí está Argentina pidiéndole de rodillas a Chávez, cada tanto, que se los compre. Es decir, en suma, la política fiscal no sólo no ha sido redistributiva sino que, además, en plena expansión económica no preparó al país para la crisis. Lo deja regalado. Y si no se entiende que las crisis son cíclicas y que hay que estar preparados para ellas –y que la economía siempre tiene una granada en la barriga no se está calificado para llevar adelante la política económica.© Manuel Flores Silva
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