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Año V Nro. 346 - Uruguay, 10 de julio del 2009   
 
 
 
 
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Visión Marítima

 
Fernando Pintos

Mucho más que puta…
por Fernando Pintos

 
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         Quiero compartir hoy, con ustedes, un extenso artículo editorial que fue recientemente publicado por el diario «ABC Color», de Paraguay,  bajo el título de «Democracia puta». A continuación transcribo el texto, que no tiene desperdicio:

«…En estos días actuales las democracias latinoamericanas pasan por una dura prueba, pues con los mismos mecanismos de competencia electoral libre y plural, algunos líderes izquierdistas que ganan elecciones se hacen del poder legítimo y desde el día siguiente de su triunfo comienzan a ejecutar sus proyectos de acabar con el sistema político mediante los cuales accedieron su mando. La eliminación de las normas que limitan el período presidencial es su primera meta a conquistar. Tienen la intención de eternizarse en el poder y, con ello, reventar la democracia entendida como la rotación permanente de proyectos políticos y de personas. Pretenden excluir para siempre a todo el que no esté adherido a su partido. Construyen dictaduras con fórmulas
“democráticas” y, cuando se sienten fuertes y disponen de los medios, inician el segundo plan: la exportación de su “revolución”.
Internamente, su primera víctima es la Fuerza Armada, de la cual
se excluye a todo militar que no merezca la completa confianza del
nuevo único líder. Una purga general despoja a la Fuerza Armada de los jefes y oficiales institucionalistas, dejándola a cargo de “los
leales”. Después arremete contra el Poder Judicial, realizando las
mismas tareas depuratorias para luego, ya con los principales resortes controlados, iniciar el proceso de desmantelamiento de la prensa no alineada y la supresión progresiva de la libertad de expresión.

El resultado final de este procedimiento es la anulación completa, si
no la supresión definitiva, de toda idea, doctrina, orientación
partidaria o movimiento contrario a la ideología oficial de la nueva
dictadura. Sucumbe la libertad en todas sus formas tradicionales y lo que resta es un pueblo indefenso, sometido a sus nuevas cadenas. Se confía en que el transcurso del tiempo borrará pronto el recuerdo de la democracia anterior y el beneficio del goce de sus libertades y, entonces, un pueblo atontado, obligado a trabajar para sobrevivir y para alimentar al Partido, a reprimir sus dudas, inquietudes y oposiciones, acabará convertido en un dócil rebaño de borregos, como bien recordamos los paraguayos que vivimos la era strosnista.

Este es el proceso en marcha que vemos actualmente en el panorama político de Venezuela, Bolivia y Ecuador. En particular y más claramente en la primera, donde Hugo Chávez, con ya una década de gobierno, se apresta a dar el golpe final haciéndose coronar gobernante vitalicio e imponiendo en el país una nefasta dictadura de corte marxista al estilo del que triunfara y se impusiera en Rusia en 1917, desconociendo el triste final que esos sangrientos regímenes tuvieron después de seis décadas de explotar y oprimir a sus pueblos, asesinar a sus adversarios y poner en grave riesgo la paz mundial.

Hugo Chávez, un dinosaurio que surgió de las cavernas más oscuras de la historia, está a punto de convertirse en amo y señor definitivo de la suerte de su pueblo y de los cuantiosos recursos económicos de su país, excluyéndose de toda competencia real y suprimiendo todo obstáculo que pueda interponerse entre él y su proyecto de vitaliciado. Tiene, además, el dinero necesario para comprar voluntades y pagar el precio de “lealtades”, dentro y fuera
de su país.

Chávez es un dictador, pero UN DICTADOR MUY RICO; dispone hoy del poder absoluto de hacer con el dinero producido por el petróleo lo que se le antoje; ya no tiene encima ninguna contraloría, nadie a quien deba rendir cuentas. Con su gruesa petrobilletera recorre ahora América Latina y financia partidos, movimientos, organizaciones sociales y campañas electorales. Lo que no puede comprar, lo alquila o neutraliza. Al gobierno argentino le compra bonos del tesoro de Kirchner que nadie quiere y así puede exhibir sus sonrisas de complicidad, aplausos y abrazos, pasear libremente por ese país pronunciando encendidos discursos llamando a la “revolución popular” y haciendo otros teatros para exportar su dictadura, entre los cuales figura en lugar prioritario su desesperada intención de introducirse en el Mercosur para, una vez dentro de él, agilizar su intervencionismo en la política interna de los países miembros, con los cuales ya no tiene ninguna afinidad, porque mal que bien, en Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay continúan rigiendo principios básicos del estado de derecho, del régimen democrático y de libertades públicas. Chávez va a pagar en efectivo por su ingreso y tiene billetes a patadas. Quiere comprarle a Brasil y Argentina, lo más barato posible, la legitimidad internacional que su pertenencia del Mercosur cree le va a proporcionar.

La pregunta que continuaremos formulando una y otra vez es:
¿ para qué sirve el Protocolo de Ushuaia, que pretendió establecer un compromiso para todos sus estados miembros de conservar intactas las instituciones democráticas ? En este documento, Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Paraguay y Uruguay declaran que "La plena vigencia de las instituciones democráticas es esencial para el desarrollo de los procesos de integración entre los Estados Parte del presente Protocolo" (Art. 1), y se comprometen formalmente a que “toda ruptura del orden democrático en uno de los Estados parte del presente Protocolo, dará lugar a la aplicación de los procedimientos previstos en los artículos siguientes” (Art. 3).

¿Van a admitir a Venezuela, cuyo dictador por anticipado ya se
excluyó de dichas cláusulas ? ¿ O lo van a admitir primero para luego aplicarle la “Cláusula Democrática”? El absurdo y el ridículo
rodean a esta intención de prostituir al Mercosur, pero está en marcha y solamente los parlamentarios brasileños y paraguayos tienen en sus manos la posibilidad de impedir esta vergonzosa deserción de los principios fundamentales declarados en nuestras cartas fundamentales y tratados de integración.

A los gobernantes actuales de nuestros países, que tanto cacarean su apego a la democracia y a las libertades fundamentales, y que
ciertamente gracias a ellas alcanzaron el poder, ahora les tiemblan
las rodillas y se les afilan los dientes a la vista de la deslumbrante
petrobilletera abierta de un rústico dictador inescrupuloso, dispuesto
a todo, incluyendo el soborno de los 'demócratas'.

Si nuestros presidentes del Mercosur, aun sabiendo cuál es su
obligación histórica con la defensa de los principios y valores
políticos que iluminan nuestros pueblos, son capaces de venderse
o de liarse en una relación adúltera con un dictador megalómano
surgido de las catacumbas de un pasado siniestro, tendremos que
convenir que nuestras democracias se venden como auténticas putas. No cabe ya una calificación más dura para describirlas…».

         No se puede agregar ni una coma a este artículo de «ABC Color». A mi juicio, un texto impecable, con verdades más grandes que la Torre Eiffel, expresadas con valentía y lucidez. Porque ésa tan perfectamente descrita es, sin lugar a dudas, la tenebrosa realidad que vive, en estos momentos, América Latina. Una escalada mortífera, protagonizada por un izquierdismo troglodita y gorilesco, comparado con el cual, aquellos militares «golpistas» y «fachos» que conoció el Cono Sur en los años 70 y 80, parecerían no más que inocentes niñitos de kindergarten. Pero, ¡por supuesto!, como estos goriloides impresentables de ahora babean y barbotan consignas comunistoides, esgrimen efigies sacrosantas de Fidel, Lenín y El Ché (olvidando, tan sólo por el momento, a su principal inspiración: Josif Stalin), agitan banderas teñidas de un rojo criminal y demuestran una perfecta adhesión visceral al catecismo mediático que en su momento legara al mundo el doctor Goebbels… ¡Entonces, son todos ellos una maravilla! ¡Un maná caído del cielo para esas masas azotadas por la injusticia y la desigualdad!

         Es verdad que esta repudiable trouppe de criminales con ostensible filiación marxista cuenta, y no sólo en este subcontinente infeliz, con el apoyo incondicional de una legión amorfa de perfectos idiotas y de dóciles retornados al esperpéntico redil de la suprema idiotez… También los tienen, ¡y demasiados!, más allá de estos límites geográficos: en Estados Unidos, Canadá, Europa, Australia, Nueva Zelanda, Japón… Y es una vez más verdad que, cuando menos en esta Subamérica harapienta de la que José Enrique Rodó no estaría hoy ni orgulloso ni satisfecho, los tales goriloides reciben, por golosas toneladas, el regalo imprescindible —también impresentable— de esa credulidad ovina profesada por verdaderos ejércitos de cretinos clínicos, crédulos por decreto e ignorantes de tiempo completo. Pero… Sin embargo…

         ¿Cómo explicar, frente a esta invasión gorilesca de filiación castro-comunista, la pasividad criminal de los países desarrollados del Primer Mundo y, principalmente, de esa superpotencia de papel que ambula, por ahí, haciéndose llamar «Estados Unidos de América»? ¿Cómo se explica la complicidad innegable de estos países «desarrollados» del Primer Mundo, ante personajes tales como Castro, Chávez, Correa, Morales, Ortega y los Kirchner? ¿Será que están todos enfermos de amnesia hasta la médula y ya olvidaron, hasta para ir al baño, las concepciones básicas que encierra el término «Democracia»? ¿O será que, de alguna manera, esta puta democracia que soporta América Latina complace y conviene a todos estos países ricos y desarrollados, comenzando por los tales «Estados Unidos de América»? A todas luces, esta democracia que se vive al sur del río Bravo es una inmensa farsa. Farsa sostenida no sólo por los regímenes que viven a pleno esa furibunda satiriasis por el «Socialismo del siglo XXI», sino también por organizaciones manejadas por vejetes escleróticos y corruptos, como esa asquerosidad jurásica a la que tan pomposamente denominan OEA. ¿«Puta democracia»? ¿«Democracia puta»? Pero, ¡por favor, señores!… ¡No insulten, de esa manera injustificada y atroz, a las pobres putas!

© Fernando Pintos para Informe Uruguay

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