Año III - Nº 108 - Uruguay, 10 de diciembre del 2004

 

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LO QUE ENSEÑA LA HISTORIA
Alvaro Kröger
Extranjero, si vas a Esparta, anúnciale que nos has visto yacer aquí, como manda la ley.
(Estela funeraria del rey Leónidas de Esparta en el Paso de las Termópilas)

Muerto Darío, rey persa, su hijo Jerjes había ceñido la corona en 485 a.c. Su ambiciosa madre Atosa y Mardonio, que después de su fracaso en la guerra anterior contra los griegos, se veía nuevamente cubierto de honores y elevado nuevamente al cargo de comandante del ejército, le incitaban a ponerse al frente de una nueva campaña contra Grecia. El soberano preparó la expedición durante cuatro años, reunió tropas de los confines más alejados del imperio, reclutadas entre los más diversos pueblos, hablando diferentes idiomas y vestidas de acuerdo a los respectivos países; tropas de infantería, de caballería, montados en carros y elefantes. Los movimientos del ejército debían ser apoyados por la flota.

Según Herodoto el ejército persa sumaba unos dos millones de hombres y la flota constaba de 3000 barcos; pero seguramente estos números son muy exagerados; y como Herodoto escribió unos cuantos años después y ya sabía el resultado, seguramente lo hizo para aumentar la gloria griega.

Terminados los preparativos, el gigantesco ejército fue concentrado en Capadocia, desde donde a través de Frigia, pasó a Lidia, estableciendo allí sus cuarteles de invierno.

Simultáneamente, Jerjes despachó embajadores a Cartago, para conseguir que esta ciudad se sumara a la empresa atacando a los griegos en Sicilia.

En la primavera de 480 a.c. llegó el ejército a Abidos, en el Helesponto. Jerjes había mandado a tender un puente de barcas sobre el estrecho, pero una tempestad lo destruyó durante la noche. Recontruído, el ejército lo cruzo en siete días.

Espoleados por la impresión de un peligro común, los Estados griegos habían construído por primera vez en su historia una liga de ciudades, dejando de lado todas sus diferencias y rencillas. Sólo Tesalia, Tebas y Argos parecían dispuestas a someterse a los persas. Las negociaciones con Córcira,Creta y Siracusa fracasaron; el poderoso tirano de esta ciudad, Gelón, esperaba de un momento a otro el ataque de los cartagineses.

Pero ninguna negativa alteró la decisión de los griegos. El pensamiento de que podían convertirse de ciudadanos libres en esclavos de un soberano despótico, les dió fuerzas para la resitencia.

A la ofensiva combianada del ejército y la flota persas opusieron los helenos sus tropas terrestres (básicamente hoplitas) y sus considerables fuerzas navales (básicamente atenienses). Primero se pensó en una posición defensiva a lo largo del Valle del Tempe, en Tesalia,pero la defección de los tesalios y el peligro de verse envueltos obligaron a renunciar a este proyecto y se evacuó Tesalia.

Quedaba solamente una posición favorable para detener el avance persa, aunque sólo fuera para aguardar el reclutamiento de nuevas fuerzas y un resultado de una acción decisiva naval. Eran las Termópilas, el desfiladero situado entre el monte Eta y el mar Egeo: una garganta entre paredes de rocas cortadas a pico que, en muchos puntos, apenas si dejaban lugar al paso de un carro:las fuentes termales llamadas Thermopylai (puertas calientes), daban su nombre a la angostura. En ella tomó posición el rey espartano Leónidas con 7000 hombres, de ellos 300 lacedemonios. Cuando comenzó el ataque persa Leónidas ordenó que la infantería que no fuese espartana se retirara, y así lo hicieron unos 6000 hombres. Con los 300 lacedemonios quedaron 1000 hoplitas atenienses que se negaron a retirarse. En vano arremetió el enemigo contra el paso; sólo cuando hubo logrado rodearlo gracias a la traición de un griego de la zona, Leónidas y sus soldados cayeron luchando en el puesto que defendían. Mientras tanto los griegos, siguiendo su vieja costumbre, ahora inconcebible, celebraban los juegos en Olimpia.

Jerjes, frustrado y de muy mal humor, debido a la valentía y decisión de un puñado de valientes, que prefirieron morir en sus puestos para salvar la cultura y la libertad griegas, mandó a buscar el cuerpo del rey e hizo clavar su cabeza en una lanza para mostrársela a sus hombres.

Roto el frente en las Termópilas, la escuadra griega unida,que en Artemisión,costa norte de Eubea, había librado una batalla de resultado no muy cierto con la flota enemiga muy superior, tuvo que retirarse más al sur, a Salamina, para cubrir Atenas. Pues el ejército persa, avanzando por la Grecia central, había ocupado ya la Lócrida,Fócida y Beocia. Las tropas del Peloponeso se habían retirado al istmo, dispuestas allí a detener al enemigo. Mientras tanto en Atenas reinaba gran consternación y desconcierto; la ciudad indefensa, se veía abocada a su destrucción. En aquel momento crítico Temístocles reunió al pueblo ateniense y, haciendo acopio de toda su elocuencia y de alguna mentirilla, les dió cuenta de un oráculo délfico, según el cual,los ciudadanos encontarían protección detras de una muralla de madera.

Debían conducir a sus mujeres y niños al Peloponeso y a la isla de Salamina, evacuar la capital y refugiarse ellos en su bien equipada flota, para defender el istmo, cubiertos por los muros de madera de sus naves.El Areópago dió fuerza de ley a la proposición de Temístocles, y los atenienses abandonaron su ciudad,sede de sus dioses y tierra de sus antepasados. Heroica contapartida al sacrificio espartano y de la falange hoplita ateniense.

El enemigo avanzaba; sólo unos pocos incrédulos quedaron en Atenas y fueron los que hicieron la última y desesperada resistencia; la Acrópolis fue tomada y la ciudad fue incendiada; el reflejo de este incendio le comunicó a las tripulaciones griegas que su patria era destruída por el fuego.

Nuevamente fue la genial grandeza del ateniense Temístocles la que, en aquella hora crucial, cuando los espartanos se disponían a retirarse, se refugió en un audaz ardid de guerra.

Simulando un consejo amistoso, mandó a comunicar al rey persa, por medio de un servidor de su absoluta confianza,que los griegos proyectaban huir con su flota al amparo de la noche.

Si no se decidía a asestarles en seguida un golpe definitivo cercando la escuadra, se vería más tarde en la necesidad de batir al enemigo en múltiples y arriesgados combates parciales.De este modo forzó al monarca persa a obrar con precipitación. Los asiáticos no podían desplegar toda su flota en el angosto paso de Salamina; la mayoría de sus naves constituían más un estorbo que una ayuda; el combate tendría que entablarse a base de encuentros singulares de barco a barco. Y allí los griegos comenzaron a destruír la flota persa metódicamente. La superior habilidad marítima y la táctica desarrollada por los griegos les dió la victoria. Jerjes, que cubierto de toda su armadura, presenció las operaciones desde un trono erigido al pie del monte Egaleo, fue testigo de la terrible derrota (480 a.c.).

Después de aquel descalabro, Jerjes, a pesar de que su flota seguía siendo numéricamente superior a la griega, no quiso arriesgarse a un nuevo combate porque la desmoralización de sus hombres le hizo temer un nuevo fracaso. Ordenó, pues, retirarse al Helesponto, a fin de asegurarse las comunicaciones entre los continentes para el regreso de su ejército a Persia. Mardonio, que se consideraba el principal responsable de la derrota y temía por su alto cargo, quiso infundir nuevas esperanzas a su soberano. Le dijo que un ejército tan grande, integrado por pueblos tan dipares, con aptitudes militares tan desiguales, siempre sería ineficiente, y que una hueste relativamente pequeña, pero aguerrida era la indicada para vencer a aquellos débiles y desunidos griegos. El rey cobró nuevas esperanzas y le entregó el mando supremo de las tropas escogidas. Mardonio se dispuso a invernar en Tesalia, mientras el resto del ejército emprendía el regreso. Este nuevo comandante supremo escogió a un grupo de hombres que se autodenominaban "Los Inmortales" y que eran la guardia personal de Jerjes. Unos 2500 años después otro tirano persa tendría una guardia personal del mismo nombre, y me refiero a Saddam Hussein.

La vuelta del grueso del ejército fue calamitosa, diezmado contantemente por pueblos salvajes, por el hambre y las enfermedades. Sólo unos míseros restos del otrora poderoso ejército imperial persa consiguieron llegar al Helesponto, dónde se encontraron con el puente destruído. Los pocos soldados que llegaron fueron cruzados por barcos.

Luego , en la primavera siguiente, Mardonio volvió a dirigirse al sur y aconteció la batalla de Platea, dónde los griegos lograron vencer gracias a que mantuvieron en sus manos las fuentes de agua potable. En esta batalla, mientras la infantería hoplita ateniense paraba en seco el furioso ataque de la infantería y la caballería persas, los espartanos atacaron la retaguardia de Mardonio, poniendo al ejército enemigo en un sangriento cascanueces.

Unos 150 años más tarde, los griegos, al mando de uno de los genios militares y políticos más grandes que haya existido, Alejando II de Macedonia "El Grande", se vengaron de la afrenta que implicó la ocupación persa a Grecia y la destrucción de sus ciudades.

Pues bien, todo esto que acabo de relatar, ocurrío hace unos 2500 años, pero tiene vigencia en el día de hoy. Actualmente, Occidente no se está dando cuenta del peligro que existe al este del Helesponto y concretamente viene del mismo territorio del imperio persa.

De la misma forma que los griegos eran un grupo de ciudades-estado, con profundas divergencias entre sí, el Occidente de hoy hace lo mismo. En lugar de definir al enemigo común, se pelean entre ellos por nimiedades, y muchas veces las secuelas de estos diferendos son irreconciliables.

Bueno sería que el civilizado Occidente actual aprendiera de aquellos griegos, que enterrasen sus diferencias e hiciesen una nueva "Liga Panhelénica", para enfrentar al real enemigo.Si esto llegara a ocurrir seguramente aparecerían un Leónidas y un Temístocles.

Pero........¿ocurrirá?, o en los próximos 50 o 100 años, Occidente hablará árabe, y sus mujeres deberán ir veladas, sus infantes aprendiendo a adorar a la muerte y sus hombres encuadrados en un régimen teocrático?

Lo que aquellos valientes e inteligentes griegos hicieron fue defender su libertad y como consecuencia nos legaron un cierto estilo de vida basado justamente en la libertad, en el libre albedrío, en la democracia y en la justicia. Que en algunas zonas de nuestro Occidente alguna de estas cosas no esté vigente no implica que no haya que peler por ellas.

Si Grecia pudo poner de rodillas al imperio más grande y poderoso de la época no veo porque ahora nosotros no podemos eliminar el peligro del terrorismo musulmán, sacudirnos esa lacra teocrática que nos atemoriza y atemoriza a nuestros hijos y nietos, y que seguramente si no hacemos nada atemorizará a nuestros choznos.