Año III - Nº 108 - Uruguay, 10 de diciembre del 2004

 

1 Campaa Mundial Seguridad en la Red

 

 


por Ruben López Arce

OBERDIENCIA Y FIDELIDAD

En esa época, mi viejo se consiguió un cuzco, chiquito, feo, de raza desconocida, puro perro, rabón blanco salpicado con manchas negras. Pasaba completamente desapercibido, como perro del montón. Pero mi viejo se preciaba de decir que no había cuzco mejor enseñado en todo el pueblo. No tenía ni ideas ni paciencia para enseñar un perro pero esa no era razón para discutirle su total convencimiento de que su perro aprendía muy rápidamente porque: "es muy inteligente, casi humano".

Una tarde estando de visita en el pueblo, porque yo vivía en la Capital, estábamos charlando en la peluquería, había poco movimiento de clientes y estábamos matando el tiempo. La conversación había derivado hacia los conocimientos y la inteligencia del Vinacho, su perro tan mentado. Insisto, no era nada más que un simple perro, yo sabía que nada sabía hacer ni servía para nada.

Pero yo le seguía la corriente en todas sus opiniones al respecto.

El me mentía, me hablaba maravillas del can, pero yo que ya lo conocía sabía de su tendencia natural a exagerar las cosas. Lo hacía sin maldad, tal vez como forma de mantener una conversación. Hablaba convencido de que decía la verdad, aunque al poco rato, por el propio devenir de la charla, sus aseveraciones quedaran totalmente desvirtuadas.

El se encargaba de buscar la excusa apropiada para justificar su posición. Aquella tarde me decía:-

Es así, m'hijo,me he conseguido un cuzquito que es una maravilla. Sólo le falta hablar, se hace entender y entiende todo lo que yo le digo, es muy obediente, a la primera orden acata de inmediato y sin protestar. Es bárbaro che.

Yo lo escuchaba e interiormente me reía a mandíbula batiente. Bueno sería que el cuzco protestara por alguna orden con la cual no estuviese de acuerdo&

- Pero, tú le has estado enseñando o ya te lo dieron con algún aprendizaje? - pregunté siguiéndole un poco la corriente.

-No, no, yo le enseñé, de a poquito eso sí, pero te vi'a decir que no precisa enseñarle mucho, güé& con decirte que parece que aprende solo sin que yo le diga nada&

Yo no quería ni mirarlo, para que mis sonrisas quedaran un poco disimuladas.

Me hablaba en serio, yo lo sabía, pero& no demoraría en contradecirse y quedar "pagando".

Lo escuché, lo atendí y me habló tanto del animal y sus virtudes que llegado determinado momento le solicité una prueba, una demostración de sus maravillosos conocimientos.

-¡¡Cómo no, ahora vas a ver, Vinacho, venga para acá m'hijo, venga, venga Vinacho, venga conmigo, venga&

El cuzco se acercó con muy pocas ganas y muchas pulgas, porque muy lentamente vino hasta donde estábamos y comenzó a rascarse casi con desesperación&

-¿Viste?... Déme la mano, m'hijo, déme la mano, Vinacho, &la mano, déme la mano&DEME LA MANO!! Pero el perro estaba demasiado ocupado con las pulgas que lo atormentaban, porque ni siquiera lo miró&

El viejo insistió varias veces más y al final, yo lo estaba esperando, aceptó su fracaso con la altura y habilidad que lo caracterizaba:

-¿Sabés que pasa m'hijo? Está un poco disgustado conmigo porque esta mañana no lo llevé al Centro. El siempre me acompaña cuando voy a hacer los mandados.

No pude menos que sonreír ante su salida tan airosa pero nada aceptable, por ilógica e irreal.

El perro estaba disgustado, por favor&.pero él, justificó el motivo de su fracaso.

- Bueno, muy bien, continuó muy serio, si no quiere damrme la mano, vaya inmediatamente para su cucha, vamos&¡ligerito! camine&

Yo no lo podía creer, pero esta vez el Vinacho se enderezó parsimoniosamente, le dirigió una mirada casi despectiva y se encaminó hacia el fondo, donde estaba su casilla.- Lo perdimos de vista porque su cucha estaba en el patio y debía atravesar varias habitaciones.

Nuevamente volví a sonreír , pero se le que al viejo no le gustó porque me dijo casi con enojo:

-Ah sí? No crees que se fue pa'la cucha? Ven, ven conmigo, ven y vas a ver, ven que te lo demuestro. Vamos al patio y te vas a convencer.

Hasta el patio lo seguí, sabiendo que en pocos instantes debería inventar alguna otra excusa para soslayar lo que, yo sabía, era un nuevo fracaso.

El caminaba adelante, seguro, convencido de su éxito y llegamos al lugar. Se inclinó junto a la casilla para mirar en su interior, se enderezó y volvió a inclinarse para volver a mirar, y mientras señalaba con el dedo índice hacia la cucha, dijo entre azorado y perplejo:

¿Viste?... No está&no me dio pelota&'ta que lo parió, cuzco 'e mierda& es muy inteligente pero también es muy rencoroso,& andá a saber por cuántos días me va a despreciar&

Mi viejo era así, vivía intensamente aquella situación o la que fuera, sin importarle nada el quedar desairado o en franca desventaja. Lo más interesante de todo esto, es que él mismo se buscaba las dificultades, &era tan lineal y mentiroso& pero muy rápido para buscar siempre la excusa y escapar airosamente&