Un vicio espeluznante
Fernando Pintos
Como todos bien sabemos, existe una miríada de vicios en el anaquel de la experiencia humana. Los hay tan viejos y remotos como el bíblico padre Adán, y también están algunos otros de más reciente data (entre paréntesis, ¿no les parece sugestivo que la fruta más apetecible para ejercer la acción de morder siga siendo una manzana?)& Los hijos de la rubia Albion, por ejemplo, inventaron el vicio inglés, extrañísima diversión que consistía en hacerse azotar como esclavo y disfrutar al mismo tiempo como rey& Muy posiblemente, el vicio uruguayo por antonomasia sea tratar de hacer muchísimas cosas al mismo tiempo, como en cierta ocasión apuntó con acierto Gustavo Adolfo Ruegger y, como en esta época de vacas flacas ordena la necesidad, esa tipa con cara de hereje& El vicio, primo hermano del pecado, ha sido el compañero de ruta predilecto de la humanidad desde que el mundo se conoce como tal. (Nota: Algunos transitan con gestitos remilgados y cantando, con voz de falsete, la popular tonadilla Yo no soy buena moza& A todos esos la gente, que es mala y comenta, suelen llamarlos afeminados y también maricones).
Y bien, tal cual sucede con casi todos mis congéneres, también tengo mi vicio. No se trata de tabaco ni de licores de altísimo octanaje, un aspecto éste último que habrá de estremecer con bochorno y horror, en las respectivas tumbas, a mis etílicos ancestros. Tampoco se trata de drogas de ninguna especie, ni gula desenfrenada, ni avaricia enfebrecida, ni maledicencia efervescente& Mi vicio es algo mucho más moderno, es completamente actual y se convierte en un asunto que preocupa a publicistas y teóricos de la comunicación. Él es, y lo confieso con absoluta aflicción (hace rato que dejé de considerar el postre Chajá, por oneroso), algo llamado Zapping.
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Y no es que blasone de esnob ni pretenda ser superior a nadie, tan siquiera quienes al escuchar esa palabreja anglosajona Zapping, reitero, frunzan narices de manera inequívoca y se pregunten, con cierta irritación: ¿Pero qué demonios será esa cosa?& Hacer zapping es, descrito de la manera más gráfica y sencilla posible, sentarse delante de un televisor con el control remoto en la mano y comenzar a pasar de un canal o otro, sin solución de continuidad, de manera intermitente, incesante, enfermiza y sin permanecer en ninguno de los 60 o más canales que ofrece la TV por cable, salvo en algunos programas muy especiales, como Seinfeld o Curb Your Enthusiasm& El zapping es una adicción y al mismo tiempo una tortura. En mi caso, me apoltrono frente a la pantalla y comienzo el aburrido tránsito, que va del canal 2 al 63, saltando de éste a los 98 y 99& Soy plenamente consciente de la idiotez intrínseca de mi comportamiento y del precioso tiempo que estoy desperdiciando miserablemente, y también lo soy de la imperiosa necesidad de apagar ese televisor y ponerme a realizar tareas más fructíferas, como mi tesis de doctorado, por poner un ejemplo no muy importante& Pero& ¿Seré capaz de reaccionar? ¿Por casualidad dejaré aflorar un atisbo de rebeldía? ¿Será que en algún momento permitiré que la razón domine, ¡por una vez siquiera!, mi vacuo comportamiento? ¡Nada de eso! La verdad es que seguiré ahí, plantado durante horas, con la quijada flaccida, la boca entreabierta, un hilillo de baba resbalando hacia el piso, los ojos entre nublados e inyectados en sangre, la expresión idiótica y los dedos de la mano diestra moviéndose compulsivamente (al influjo de alguna fuerza diabólica), para deambular por sesenta y pico de canales adornados por una programación que en algunos es mediocre, en otros mala y en la mayoría, ¡horrenda!