Año III - Nº 108 - Uruguay, 10 de diciembre del 2004

 

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Los otros ataques a la propiedad privada
Jean B. Say

"¿Es un impuesto excesivo un ataquea la propiedad privada? ¿Lo es un plan económico por el que un gobierno promueve o frena la utilización de capitales privados en ciertas industrias? La respuesta de Say es afirmativa y, peor aún, esos asaltos a la propiedad privada impiden el progreso de la sociedad a la que pretenden ayudar."

Los argumentos en defensa de la propiedad privada son abundantes, pero no demasiadas veces se da una definición de las violaciones del derecho de propiedad. Say define esos ataques a la propiedad señalando que así deben clasificarse los obstáculos que impiden al propietario usar su propiedad como él lo desea. La idea de Say define y amplía eso que constituye las arremetidas en contra de la propiedad privada, dándonos un panorama más vasto y real de medidas que toleramos sin darnos cuenta que socavan el mayor de todos los incentivos para progresar.

Esta carta está tomada de una idea en la obra de Jean Baptiste Say (1767-1832), Tratado de Economía Política, Fondo de Cultura Económica, 2001, ISBN 968-16-6278-5, capítulo XIV, Del derecho de propiedad, pp. 116 a 120. Esta obra fue publicada originalmente en 1803. Say es considerado uno de los grandes defensores de los mercados libres y un pensador práctico, con los pies en la tierra, con un lenguaje claro y de mentalidad independiente.

Esas características son notables en el capítulo destinado a tratar al derecho de propiedad cuando con palabras llanas habla de las ocasiones en las que ese derecho es violado con la aprobación de todos los que no son directamente afectados.

Comienza Say su exposición hablando de los diferentes puntos de vista con los que puede verse la propiedad privada. La filosofía estudia sus fundamentos; las leyes establecen las reglas de la transmisión de la propiedad privada; la ciencia política muestra las garantías de ese derecho. Y en lo que se refiere a su materia, la economía política ve a la propiedad como el más vigoroso de los instrumentos para la generación de la riqueza. La propiedad es el mayor incentivo para crear riqueza, según el autor.

El foco de atención de la economía política está en la seguridad de la propiedad. El sentido práctico del autor se muestra cuando afirma que sería inútil tener leyes que la protejan si en la realidad ello no sucede en la experiencia cotidiana, si el Estado no tuviera capacidad para combatir el latrocinio, o si él mismo ejerciera esa bandidaje.

La propiedad no existe cuando ella está contenida sólo en las leyes y no en la realidad de la vida diaria. La propiedad, para serlo en verdad, debe estar en el derecho, pero también en el hecho. Esta es la única manera de que el trabajo obtenga su recompensa final y se obtenga el mayor provecho de la tierra y de los capitales.

Continúa el autor hablando de verdades en extremo indudables, como la planteada por los siguientes cuestionamientos. ¿Quién ignora que el más grande de los incentivos para hacer valer a las propiedades es la certeza de disfrutar lo que ellas producen? ¿Quién sabe mejor que su propietario el partido que puede sacársele a sus propiedades? Las respuestas son obvias y todos las conocen.

Pero a pesar de ser ésas cosas tan evidentes y claras, muy a menudo las desdeñamos y con pretextos débiles permitimos su violación. Deberíamos indignarnos por causa de esa falta de sentido, pero eso es justificado por quienes no sufren por el daño. Pocas personas son las que reaccionan en contra de lo que no las lastima directamente.

No están las propiedades seguras cuando un opresor tiene la capacidad de retirar la propiedades de sus legítimos dueños, sin que medie acuerdo libre, ni consentimiento. Pero la propiedad puede ser violada de otras maneras, dice Say, no únicamente cuando se les es retirada. Y es aquí cuando el autor nos amplía la visión de la propiedad privada.

La propiedad puede violarse tomando el producto que cualquier propietario debe a sus tierras, a sus capitales, o a su trabajo. La propiedad se viola poniendo frenos al libre uso de las propiedades, pues las leyes establecen que la propiedad implica el derecho de uso.

Igualmente, la propiedad es violada cuando se obliga a un propietario a cultivar algo, o a impedirle hacer cierto cultivo. Cuando se fuerza cierto modo de cultivo, o se prohibe. También se viola la propiedad cuando se niegan ciertos usos del capital o maneras de invertir. Cuando se prohibe la construcción sobre sus tierras, o se le impone una manera de construcción. Hay violación del derecho de la propiedad cuando después de invertir en una cierta industria la autoridad prohibe esa misma industria, o se le imponen impuestos tan grandes que son iguales a los de una prohibición.

Es violación de la propiedad el prohibir el uso de las facultades humanas y la aplicación de sus habilidades y talentos, a excepción de cuando ellos son usados en contra de los derechos de terceros. Viola a la propiedad el hacer que un hombre se dedique a ciertas actividades cuando él considera de más provecho dedicarse a otras labores, por ejemplo, obligándole a realizar un servicio militar.

Dice Bastiat ahora que reconoce que el mantener el orden de la sociedad, lo que es una garantía de la propiedad, está por encima de ese derecho. Sin embargo, afirma que el orden de la sociedad no debe servir como justificación de la violación de eso mismo que trata de proteger. El mantener el orden social no equivale a justificar los abusos de la autoridad.

Son violaciones de la propiedad las contribuciones públicas, incluso siendo voluntarias. Esas contribuciones tienen su origen en las tierras, los capitales y los trabajos de los ciudadanos y ésta es la causa por la que en caso de rebasar las cantidades indispensables se convierten en robo.

Hay casos poco comunes en los que es conveniente tener una intervención entre el propietario y su propiedad, como el de la esclavitud, la afectación de fuentes de agua, o la explotación de minas, pero reconociendo que se tendría más provecho manteniendo el respeto al propietario que teniendo el provecho de unas minas más. Si acaso se necesitase una expropiación por un motivo imperioso, siempre debe mediar la indemnización.

La autoridad misma debe proteger a los propietarios de los expoliadores, castigando fraudes, ventas engañosas, terrores religiosos, rapacidad guerrera y actos de ladrones. Sin esa protección es imposible que los humanos desarrollen sus facultades propias y de sus bienes. Es por esto que las naciones que han progresado lo han hecho bajo el gobierno de poderes respetuosos de la propiedad.

Los pueblos civilizados deben a ese respeto no sólo su producción de bienes para satisfacer necesidades materiales, sino también el progreso de sus artes y entretenimientos. Sin el respeto a la propiedad no podrían elevarse los espíritus ni realizarse la esencia humana.

Por esto es que el pobre al igual que el rico son beneficiarios de los derechos de la propiedad. Sus talentos sólo pueden tornarse realidad usando las acumulaciones de propiedad que ellos hicieron y quieren proteger. Se oponen al pillaje y al despilfarro que altera sus instrumentos para ganar. La miseria de los pobres siempre sigue a la ruina de los ricos. En las naciones civilizadas, por esta causa, se castiga y persiguen los ataques a la propiedad.

Y termina Say este capítulo afirmando que el estudio de la economía política es importante para dar más fuerza al derecho de propiedad y las leyes que lo protegen al explicar los efectos que la propiedad tiene en beneficio de la sociedad.

Publicado con autorización de Amayi