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Año V - Nº 268
Uruguay,  11 de enero del 2008
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Pablo López Herrera

El fin del principio en Venezuela
Una región en busca de un destino
por Carlos Sabino (Perfil)

 
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Chávez ha tenido que aceptar, evidentemente muy molesto, que los venezolanos no querían convertir a su país en una dictadura totalitaria. Y los resultados electorales de Venezuela pueden afectar a los otros países de lo que podríamos llamar el eje chavista, en especial a Bolivia.
Más que la amenaza de los populismos autoritarios, el problema de América Latina es que no está aprovechando plenamente la favorable coyuntura económica que se le presenta: el énfasis que ponen sus dirigentes por redistribuir la riqueza antes de generarla, la impaciencia
ante las desigualdades del ingreso entre sus habitantes y la inestabilidad o, más exactamente, lo imprevisible de sus rumbos políticos, hacen que las inversiones no fructifiquen del modo adecuado y que el crecimiento se retarde.

            Los variados sucesos registrados en América Latina durante el segundo semestre de 2007 nos ofrecen el panorama de una región que se debate en crisis políticas a veces bastante agudas, mientras la economía sigue prosperando de un modo muy favorable.

            Veamos, para comenzar, los hechos más relevantes de estos seis meses.

1. El fin del principio

            Dijo Winston Churchill en 1942, luego de la derrota de las fuerzas de Rommel en el norte de Africa, que esa victoria no era el fin, ni siquiera el principio del fin, pero que quizás podía considerarse como el fin del principio.

            La frase, con su eco de batallas lejanas, nos parece apropiada para describir lo que ha ocurrido en Venezuela el día 2 de diciembre pasado: Chávez, por primera vez, ha admitido su derrota en una elección. Es cierto que no se jugaba la presidencia y que su mandato cubre todavía un amplio período, hasta el año 2013; es verdad que las reformas derrotadas en el referéndum para modificar la constitución pueden aplicarse aún por varias otras vías diferentes, y que seguramente eso se intentará hacer en los próximos meses; no parece realista, además, pensar que el caudillo venezolano vaya a dejar el poder alguna vez mansamente, porque un cierto porcentaje de electores lo haya rechazado, pues tanto su historia como el aparato político-militar que ha construido parecen inclinarlo a resistir, por la violencia, cualquier intento pacífico de apartarlo del poder. Pero algo profundo puede estar cambiando en Venezuela, algo que tiene que ver más con la dinámica de las batallas y de las guerras que con el escrupuloso conteo de los votos.

            En primer lugar porque ha terminado el mito de la invencibilidad de Hugo Chávez, quien ha tenido que aceptar, evidentemente muy molesto, que los venezolanos no querían convertir a su país en una dictadura totalitaria.

            Pero en segundo lugar, y esto es tal vez más importante, porque su renuente reconocimiento de los hechos ha surgido de las fuertes presiones que se ejercieron contra su intento de imponer una nueva constitución. Cientos de miles de estudiantes en las calles han demostrado que Chávez no tenía el apoyo que decía concitar. A estas masivas expresiones de repudio se han unido las declaraciones de su ex esposa y del general Raúl Isaías Baduel quien, representando sin duda una significativa porción de la alta oficialidad, se ha opuesto abiertamente a la reforma constitucional. Pero Baduel hizo algo más y, el día de las elecciones, contribuyó decisivamente a que se respetaran los resultados de la votación hablando pública y privadamente en favor de respetar la voluntad popular. Debemos tener en cuenta que el general, aunque ahora retirado, es una figura clave en el panorama político venezolano: favorable en general al chavismo él logró, en 2002, que Chávez pudiese retornar al poder luego de su precipitada renuncia. Quedó así como una figura fundamental de las fuerzas armadas, ocupando altos cargos y llegando a desempeñar el Ministerio de Defensa hasta hace pocos meses. La noche de la elección, ante la renuencia de Chávez a aceptar los resultados que le resultaban desfavorables, el alto mando le habría manifestado que podría generarse una situación muy conflictiva, con manifestaciones masivas de protesta, ante las cuales el ejército no estaba dispuesto a salir a reprimir.

            Para cualquier político democrático –como el mismo Churchill- una derrota puede ser simplemente una experiencia más en una larga carrera, compleja y llena de obstáculos, en el terreno siempre cambiante de la política. Pero no así para personajes como Chávez, para quien no existen derrotas parciales y el juego de la política es simplemente una guerra despiadada donde se juega la totalidad del poder en cada batalla. Chávez, por primera vez, ha tenido que detener su carrera alucinada hacia el poder absoluto, en Venezuela y en el continente, y ahora se encuentra en una posición de riesgo, aunque no de riesgo total.

            Si se detiene, si acepta seguir un curso más moderado como el país se lo demanda, su poder puede erosionarse rápidamente y enfrentar una oposición creciente, robustecida y con más confianza en sí misma, que emerge del letargo en que se encontró durante varios años; si, en cambio, continúa presionando en favor de sus metas –como creemos que ocurrirá- puede encontrarse con nuevos y más rotundos fracasos, hasta perder el poder por completo.

            Es difícil entonces determinar qué sucederá a corto plazo con su régimen pero, nos atrevemos a decir, lo más probable es que 2008 resulte un año complejo y conflictivo para Venezuela, donde las tensiones podrán llegar hasta su punto máximo cuando hacia fin de año se realicen elecciones parciales de gobernadores y alcaldes.

            Importante también para otros países puede resultar este fracaso de Chávez, en especial para Bolivia. Siguiendo la misma estrategia de jugar fuerte que propicia su mentor, Evo Morales, el presidente de esa nación andina, ha decidido aprobar con mayoría simple, impidiendo la participación de la oposición y en una instalación militar, una nueva constitución de la que se han difundido pocos detalles, salvo que permite la reelección del presidente. Violando abiertamente las normas con que se había convocado a la constituyente, que obligaban a que la nueva carta magna se aprobase sólo con la mayoría de los dos tercios, el partido de Morales, el MAS, pretende ahora hacer valer su exigua mayoría para imponer una nueva ley fundamental que es fuertemente recusada por sus adversarios, especialmente en los departamentos del oriente del país.

            Apenas aprobada la nueva constitución de esa manera tan poco transparente, 4 de los 9 departamentos bolivianos se han apresurado a aprobar sus estatutos de autonomía, produciendo así una ruptura institucional de imprevisibles consecuencias. La situación, al momento de escribir estas líneas, no está para nada clara y marcha en apariencia hacia un conflicto frontal, como si ninguno de los dos bandos tuviese la menor intención de ceder.

            Los departamentos de Oriente, a los que ahora se han unido casi todos los otros del país, no están dispuestos a aceptar la constitución de Morales y éste, por su parte, rechaza por completo la autonomía de los departamentos opuestos a su gobierno, pues quiere concentrar el poder en sus manos.

            Es posible que se llegue a acuerdos de última hora, o que en cambio el conflicto comience a transitar vías de hecho, no lo podemos saber.

            Pero lo cierto es que el proyecto bolivariano ha llevado al país a una situación de crisis política profunda, tal vez la mayor de toda su existencia. Bolivia atravesará sin duda situaciones muy conflictivas en los próximos meses, que pueden consolidar a Morales en el poder o apartarlo de allí definitivamente; puede entrar en una especie de guerra civil y hasta dividirse en dos estados, dando lugar a una confrontación que pudiera abarcar a varios países de la región, pues ni Venezuela ni Brasil -y tampoco probablemente Chile, Perú y Argentina- podrán permanecer al margen del conflicto. Lo cierto es que Chávez, debilitado internamente, no podrá tener las manos libres para intervenir como quisiera en ese país andino.

            Los resultados electorales de Venezuela pueden afectar, también, a los otros países de lo que podríamos llamar el eje chavista. En Cuba la dirigencia castrista tendrá que evaluar, objetivamente, la calidad y la cantidad del apoyo que el caudillo venezolano pueda prestarle, mientras se prolonga la ambigua situación que ha creado la enfermedad de Fidel Castro, apartado ahora en parte del poder.

            Mientras allí aumentan las presiones para la apertura del régimen, en Nicaragua, otro de los países del eje, el panorama se ha comenzado a complicar seriamente para el sandinista Daniel Ortega.

            Conocido es el hecho de que Ortega ganó las elecciones de 2006 gracias al apoyo del PLC (Partido Liberal Constitucionalista), la fracción del antiguo Partido Liberal que apoya al ex presidente Alemán hoy condenado por actos de corrupción. Entre ambas fuerzas políticas se  ha creado una alianza que logró controlar el Congreso frente a los otros dos partidos que se le oponen, la Alianza Liberal y el Movimiento de Renovación Sandinista (MRS).

            Pero el intento de Ortega de crear los Consejos del Poder Ciudadano, CPC, ha creado una fisura importante en el seno de la coalición de gobierno. Los consejos se parecen demasiado, al decir de los observadores, a los famosos Comités Sandinistas que cubrieron el país durante el período en que Ortega y los sandinistas trataron de implementar un modelo autoritario socialista (1979-91). Ahora se ha abierto una batalla legal alrededor de estos organismos, mientras se profundiza el ambiente conflictivo en el país. El MRS ha llegado incluso a proponer que se declare a Ortega mentalmente insano e incapaz de gobernar, propuesta para la que contaría con un buen número de votos en el Congreso: sólo con dos diputados sandinistas que se pasasen a sus filas podría prosperar esa decisiva moción.

            El único de los países del bloque chavista que se encuentra en relativa calma, a la hora de escribir estas líneas, es Ecuador. Allí se ha instalado ya la Asamblea Constituyente elegida en septiembre, en la que el presidente Rafael Correa tiene una amplia mayoría. Ochenta de sus 130 diputados respaldan al mandatario ecuatoriano, lo que representa un 61,5% de los escaños, algo menos de los dos tercios del total. La constituyente, actuando de acuerdo al modelo de la que funcionó en Venezuela, ha asumido poderes casi absolutos, mientras el parlamento permanece en receso. Correa, así, tiene las manos libres para consolidar su poder.

            Pero existen algunos indicios, todavía incipientes, de que el ecuatoriano podría adoptar un curso algo más moderado que el de su homólogo venezolano. Correa ha descartado por ahora que el Ecuador vaya a adoptar el modelo del socialismo “del siglo XXI” que Chávez trató de imponer en Venezuela y también otras propuestas extremas, como la de la reelección indefinida para la presidencia. El ambiente, sin embargo, está tenso: una drástica reforma tributaria, propuesta por los partidarios del presidente, ha creado un profundo malestar en el empresariado, al punto que podría producirse una estampida de capitales locales, deseosos de escapar a las medidas intervencionistas del régimen que se está consolidando en el país.

            En síntesis, todos los países que en estos momentos siguen, de un modo u otro, el modelo chavista del socialismo bolivariano, se encuentran ahora atravesando crisis políticas de mayor o menor magnitud: Venezuela asiste a un renacer de la oposición en medio de una situación económica que, a pesar del auge petrolero, provoca no poco malestar en la población, pues existe una persistente inflación y un desabastecimiento pronunciado de los productos básicos; Bolivia se halla al borde del abismo, ahondando sus divisiones internas; algo similar puede ocurrir pronto en Nicaragua mientras que Cuba, con un modelo socialista autoritario consolidado en décadas, afrontará sin duda severos cambios cuando acaben los días de su sempiterno dictador. Sólo Ecuador, y sólo por ahora, parece escapar a este destino conflictivo, aunque es muy pronto para asegurar que los planes de Correa no vayan a suscitar una creciente resistencia. Todo esto, de algún modo, resulta bastante natural: cuando se intenta alcanzar el poder absoluto –en lo político y en lo económico- surgen inevitablemente las confrontaciones y se expande la atmósfera de conflicto. Es inevitable: todo gobernante que aspire a la dictadura encuentra, más tarde o más temprano, la cerrada oposición de quienes intentan defender sus libertades y mantener abierto el juego democrático.

2. La mayoría “silenciosa”

            Hemos enfocado nuestra atención en los puntos más conflictivos de la América Latina porque, obviamente, allí se desarrollan los acontecimientos que más interés suscitan en los medios de comunicación y entre los analistas políticos. Pero no debe el lector pensar que, por eso, toda la región se encuentre ahora envuelta en conflictos que la hagan ingobernable. Muy por el contrario, es bueno recordar en estas páginas que la mayoría de nuestros países se encuentra ahora en relativa calma, atravesando además un período de excelente crecimiento económico que puede durar aún por algún tiempo. Repasemos, brevemente, lo que ocurre en el resto de las naciones latinoamericanas.

            Argentina celebró el 28 de octubre unas elecciones generales que dieron el triunfo a la esposa del actual presidente, Cristina Fernández de Kirchner, con un 45% de los votos. Aunque en la nación del Plata existe la reelección inmediata desde fines del pasado siglo el presidente Kirchner prefirió esta forma -no demasiado sutil en verdad- de permanecer otros cuatro años más en el poder. El hecho, a nuestro juicio, expresa en definitiva el poco apego de estos gobernantes a los valores republicanos, ya demostrado ampliamente durante los cuatro años en que gobernó el esposo de la actual presidenta. La senadora Fernández obtuvo el triunfo ante una oposición dividida, que se debate en medio del constante reacomodo de sus partidos y de sus figuras principales, en un escenario en que todos los partidos tradicionales parecen estar a punto de naufragar.

            La victoria de Cristina Fernández ha quedado ensombrecida, sin embargo, en estas últimas semanas. El incidente en el que una persona vinculada al gobierno de Chávez trató de introducir al país una valija con 800.000 dólares ha provocado ahora una pequeña crisis internacional porque, se aduce, el dinero proveniente del país petrolero estaba destinado a la campaña de la actual presidenta. Así lo indican las declaraciones del propio implicado quien, en Miami, ha acusado además a funcionarios del gobierno de Chávez de amenazarlo para que ocultara el destino de los fondos. El gobierno argentino ha reaccionado de un modo muy poco diplomático, acusando al de Estados Unidos de estar tramando una conspiración en su contra y entrando así en una vía de confrontación que muy pocos resultados positivos puede darle. De este modo la nueva presidenta se alinea con Chávez y su bloque, al menos en política exterior, formulando así una apuesta elevada, cuyos resultados es difícil evaluar en estos momentos.

            No es la misma la actitud del presidente Lula en el Brasil. Esta nación, que aspira a un rol de potencia mundial y cuyo crecimiento económico parece sólido y bien fundamentado, sigue jugando sus cartas con paciencia, sin romper los lazos con Chávez y sus seguidores, pero cuidando de no alinearse con sus políticas y distanciándose de su caduca retórica antiimperialista. Brasil trata de consolidar el Mercosur como un área de integración económica que, a pesar de ser un tanto laxa, le permita negociar en bloque con los Estados Unidos y la Unión Europea. El reciente descubrimiento de gigantescos yacimientos petroleros en la plataforma continental de ese país alimenta las visiones de grandeza de la que es, desde hace ya años, la principal economía de la región y la décima del mundo.

            Chile, bajo la presidencia de Bachelet, se ha inclinado un poco más hacia la izquierda que en años anteriores, pero sin que ello signifique para nada un acercamiento a los métodos o el modelo que propugna el chavismo. Lo mismo ocurre en el Uruguay, en Costa Rica y en algunas otras naciones. En Guatemala, donde se celebraron elecciones generales, ganó la presidencia Alvaro Colom, un izquierdista moderado, que asumirá en enero próximo pero que ya se ha encargado de marcar claras distancias con el eje de los seguidores de Chávez. La sorpresa de esas elecciones, para muchos observadores que no conocen bien el país, fue el descalabro que sufrió la candidata indígena Rigoberta Menchú, que apenas si llegó al 3% de los votos y que obtuvo cifras de respaldo aún menores en las zonas donde se concentra la mayoría indígena y campesina del país.

            México, Colombia y Perú enfrentan hoy problemas diferentes, pero avanzan también por un curso muy alejado del que marcan los populismos agresivos cuyo desempeño hemos analizado en la primera parte de este informe. En el primero de estos países, que todavía se ve afectado por el problema de las restricciones a la migración en los Estados Unidos, el líder populista López Obrador parece estar perdiendo fuerza, mientras su partido –el PRD- se distancia de sus expresiones más violentas y conflictivas.

            Colombia prosigue haciendo frente al duro conflicto con una guerrilla de las FARC que, si bien ha perdido todo su atractivo como fuerza política, recibe sin embargo el apoyo de Chávez y mantiene en su poder cientos de secuestrados, en condiciones infrahumanas, que trata de utilizar para obtener réditos políticos y, sobre todo, económicos. Fracasada ya la tentativa mediadora de Hugo Chávez en medio de acusaciones mutuas se prosigue con esta labor, ahora por otras vías y con otros actores.

            Perú ha encontrado en Alan García un gobernante equilibrado en sus políticas que trata de capitalizar en su favor el pujante crecimiento de su economía. Todavía Ollanta Humala, el populista de la línea de Chávez que perdió por poco margen las pasadas elecciones, detenta algo de apoyo en la opinión pública –sobre todo en las áreas rurales- pero el país parece afirmarse en un curso político moderado. Existe una clara conciencia del retroceso que representaría para el país un retorno a las políticas estatistas que, en su momento, implementaran Velasco Alvarado y el propio Alan García.

            El único país de la región que, durante 2008, podría acercarse al bloque populista radical de Chávez es por ahora el Paraguay. Las próximas elecciones a desarrollarse en abril presentan un panorama complejo, con candidatos de muy diverso origen y orientación. El Partido Colorado, en el poder desde hace 60 años, ha elegido como su abanderada a una figura ligada al actual gobierno, la ex ministra Blanca Ovelar (aunque, al momento de escribir estas líneas, su candidatura aún no ha sido confirmada, pues falta contabilizar con más exactitud el resultado de las elecciones internas de su partido).

            Frente a ella se encuentran el ex obispo Fernando Lugo, cuya retórica lo acerca sin duda a Chávez -que es apoyado por una coalición de partidos y grupos opositores- y el general Lino Oviedo, quien intentara en 1996 un golpe de estado. Oviedo estuvo en prisión pero la Corte Suprema anuló hace poco su sentencia, y el general –siempre favorable al papel de liderazgo regional del Brasil- aparece ahora como una alternativa ante una candidata oficial poco carismática y un obispo Lugo que suscita muchos temores.

3. Una región en busca de un destino

            Después de los análisis parciales que hemos hecho en las dos secciones precedentes podemos intentar ahora una síntesis sobre el panorama global de la región. No es exagerado afirmar que existe un clima de pugnacidad política que se desenvuelve, sin embargo, en el contexto de una situación económica muy favorable.

            La pugna a la que nos referimos está dada, en lo fundamental, por la presión expansiva del bloque de naciones que siguen el liderazgo y el estilo confrontativo de Hugo Chávez, presidente de Venezuela, que ahora enfrenta por primera vez en seis años, una situación complicada y un retroceso en sus aspiraciones, después del resultado del referéndum del 2 de diciembre.

            A pesar de toda la conflictividad que podemos encontrar hoy en Venezuela, Bolivia y Nicaragua, debemos hacer un esfuerzo para situar estos hechos en su debida perspectiva.

Esos tres países, a los que debemos agregar sin duda otros dos, Cuba y Ecuador, no son más que un pequeño grupo dentro de la región, si tomamos a esta en su conjunto. Su población, en total, apenas si supera los 65 millones de habitantes, poco más que la mitad de México y apenas un tercio de la de Brasil, constituyendo solo un 12% del total de la región.

            Sus economías, aún sumando los ingresos que provienen del petróleo venezolano, tienen un PIB total de 165.000 millones de dólares (en dólares constantes del año 2000), que podríamos redondear en 185.000 millones asumiendo un amplio margen para incluir la economía cubana -siempre tan difícil de medir en su desempeño. Esta cifra, por cierto, contrasta agudamente con los 2.000.000 millones de dólares del resto de la región, constituyendo así apenas un 8,5% de su producto total.

            Estos datos cuantitativos resultan útiles para no perder de vista lo limitado que, en términos de la América Latina en su conjunto, resultan los enfrentamientos y los conflictos que se derivan de la expansión de los nuevos populismos autoritarios de corte chavista. Es sólo un grupo muy limitado de países pequeños y medianos el que atraviesa por situaciones donde se ponen en tela de juicio los principios de la democracia liberal y pueden caer en dictaduras de corte socialista. Lo anterior no significa que no exista ningún peligro para el resto de la región o que, en ciertos escenarios que no se pueden descartar por ahora, los conflictos se generalicen en alguna forma de violencia general: ello podría suceder, por ejemplo, si en Bolivia se llegase a un enfrentamiento abierto, con la posible secesión de cuatro o cinco de sus nueve departamentos.

            También la situación podría agravarse si el nuevo gobierno de Cristina de Kirchner en Argentina decidiese integrarse más plenamente al bloque de naciones mencionado, o si en Paraguay resultase electo el obispo Lugo.

            Pero, más que la amenaza de los populismos autoritarios, el problema de América Latina es que no está aprovechando plenamente la favorable coyuntura económica que se le presenta: el énfasis que ponen sus dirigentes por redistribuir la riqueza antes de generarla, la impaciencia ante las desigualdades del ingreso entre sus habitantes y la inestabilidad o, más exactamente, lo imprevisible de sus rumbos políticos, hacen que las inversiones no fructifiquen del modo adecuado y que el crecimiento se retarde. El desempeño de la región es bueno, como veremos seguidamente, pero todavía bastante alejado del que muestran varias importantes naciones de Asia.

4. El auge de la economía

            La economía de la región, en su conjunto, crecerá aproximadamente un 5,6% durante el año que culmina. Esta es una cifra importante, claramente superior a la del crecimiento poblacional, lo que garantiza un aumento también apreciable de los bienes y servicios disponibles para cada habitante. Panamá, Argentina, Venezuela y Perú son los países que han tenido un mejor desempeño, en tanto que Nicaragua y Ecuador resultan los más rezagados en este proceso de avance económico. Para 2008 se espera un crecimiento general algo menor, aunque todavía apreciable, y las condiciones del mercado mundial hacen suponer que este auge podrá durar aún varios años, alimentado por la intensa demanda de materias primas que solicitan las naciones emergentes.

            La inversión extranjera, además, sigue en aumento. Hubo un ingreso de capitales de 102.600 millones de dólares en 2006, lo que contrasta con los magros 40.000 millones del año anterior, y se espera que este año pueda superarse ampliamente la cifra de 2006, contribuyendo a mantener las buenas tasas de crecimiento del PIB.

            Durante este semestre, por otro lado, se han dado pasos claramente positivos a favor del aumento del comercio y de la integración.

            Fracasada la “Iniciativa para las Américas” que propiciaba un amplio mercado común regional, el ALCA, se ha avanzado sin embargo en la ampliación de los acuerdos bilaterales y la firma de diversos tratados de libre comercio (TLC) que, si bien a veces algo limitados, sirven para mejorar en parte el flujo de mercancías y capitales dentro de las Américas y con el resto del mundo.

            Cabe destacar, en este sentido, que Costa Rica por fin aprobó, en un referéndum llevado a cabo el 7 de octubre, su integración al llamado CAFTA, que incluye a todas las naciones centroamericanas, los Estados Unidos y la República Dominicana. El margen fue relativamente estrecho (51,6 a 48,4%) pero desmintió la opinión de muchos comentaristas que esperaban un rechazo del tratado. Con esto la región centroamericana quedó integrada por completo a la nueva iniciativa, lo cual ha sido reforzado por el TLC que firmaron Colombia, El Salvador, Guatemala y Honduras en este mismo período y con las conversaciones que se sostienen ahora con la Unión Europea.

            Otros dos tratados semejantes han sido firmados también recientemente en la región.

           Chile y Japón convinieron en un TLC en septiembre, con lo que el país andino ha quedado vinculado ya a todas las economías importantes del mundo, mientras que Perú y Estados Unidos aprobaron por fin su TLC en diciembre. Este, sin duda, ha sido el hecho de más relevancia de todos los ocurridos respecto al tema durante el año que se cierra. No sólo por su significación económica sino porque ha demostrado la voluntad del gobierno norteamericano por proseguir con su apertura hacia el sur, en un contexto bastante difícil, sin duda, para el presidente George W. Bush.

            En efecto, con un Congreso que no controla y un considerable rechazo dentro del Partido Demócrata, en especial de los sindicatos y de los grupos de presión que se ocupan de temas ecológicos, el gobierno de Estados Unidos ha logrado que finalmente la Cámara de Representantes aprobase el tratado de libre  comercio con Perú. Lo hizo por un amplio margen, 285 a 132 representantes, y mayor aún fue la solidez del voto aprobatorio en el Senado, 77 a 18. El presidente Bush, a comienzos de diciembre, puso su rúbrica sobre este instrumento, que puede ampliar bastante el comercio entre las dos naciones, sobre todo en un momento en que las exportaciones agrícolas y mineras del Perú crecen a buen paso.

            Lo más importante, sin embargo, es que los amplios márgenes de la aprobación del tratado con Perú hacen pensar que el resto de los TLC que esperan por ser aprobados puedan superar las duras batallas que se avecinan en el congreso norteamericano. Estos son los que favorecen los intercambios con dos naciones del continente, Panamá y Colombia, y con Corea del Sur. No parecen existir demasiadas dificultades para el tratado con Panamá, que completaría la lista de naciones del Istmo Centroamericano, pero el tratado con Colombia, en cambio, resultará algo más difícil de lograr. El obstáculo principal lo constituye la izquierda del Partido Demócrata, que no ve con buenos ojos los esfuerzos de Uribe por combatir las narcoguerrillas de las FARC y le reprocha ciertos supuestos abusos en materia de derechos humanos. Pero no son pocos los congresistas que, por otra parte, reconocen el enorme valor de una alianza comercial con Colombia, un país que es un firme aliado de los Estados Unidos en el combate al narcotráfico y que resulta un contrapeso indispensable para contener las acciones de la vecina Venezuela. Un rechazo al TLC podría suscitar el obvio desagrado de la mayoría de los colombianos y un debilitamiento político de peso para el presidente Uribe. Creemos que, en definitiva, el Congreso norteamericano aprobará por estrecho margen el tratado, pues el ejecutivo de ese país podrá hacer valer el peso de sus razones estratégicas para firmarlo frente al rechazo de los grupos sindicales, izquierdistas y ecologistas.

            Dos elementos más queremos destacar dentro del panorama económico: el primero, de signo negativo, es el relativo repunte de la inflación, fenómeno frecuente en períodos de crecimiento acelerado pero no por ello menos dañino para la economía y para la sociedad, pues estimula como pocos la desigual distribución de los ingresos. No casualmente las cifras más preocupantes se sitúan en la populista Venezuela, con alrededor del 20%, así como en Argentina y Bolivia. Pero las cifras muestran también cierto repunte en países como Brasil y Chile, lo mismo que en Guatemala y otros países centroamericanos.

            Como el problema aún resulta manejable en estas y otras naciones dejamos para más adelante un análisis más completo del tema, aunque cabe destacar que el fenómeno se está produciendo, en buena medida, por la insistencia en aumentar los gastos del estado con fines supuestamente sociales.

            El otro punto a destacar, finalmente, es la exitosa venta que el estado colombiano ha realizado de parte del paquete accionario de la petrolera pública Ecopetrol. Colombia lanzó a la venta un 10% de las acciones de esa empresa, encontrando una respuesta muy favorable del público que se abalanzó a comprar dichos títulos: más de 320.000 personas lo hicieron casi de inmediato. La fuerte demanda hizo subir estas acciones al punto de llegar a duplicarse su valor en pocas horas. El caso muestra que, en condiciones propicias, las privatizaciones pueden tener un respaldo inusitado del público, contribuyendo así a vigorizar el mercado de capitales, reducir el papel del estado en la economía y estabilizar políticamente a las naciones que las emprenden.

5. El futuro

            El año que se inicia se presenta otra vez como favorable en lo económico y complicado en lo político. Aunque la economía norteamericana pueda crecer algo más lentamente, arrastrando a China y a otros países hacia una correspondiente desaceleración, lo más probable es que continúen el buen ritmo del crecimiento general y los precios altos para las materias primas. Un crecimiento medio para la región de entre 4 y 5 % es lo que vaticinan ahora la mayoría de los organismos y de los observadores internacionales.

            Para progresar más rápidamente los países de la región deberían facilitar los trámites que regulan la instalación de nuevas empresas, controlar sus gastos públicos y tratar de reducir –no aumentar- el peso del gobierno en sus economías. De importancia fundamental resultaría seguir el proceso de privatizaciones –detenido prácticamente durante este siglo- y avanzar en la desregulación de un mercado de trabajo tan rígido que estimula la existencia de un amplio sector informal, que en algunos países abarca más de la mitad de la población económicamente activa. No prevemos que, sin embargo, se vayan a dar pasos importantes en esta dirección, salvo tal vez en Perú y en Colombia, donde habría mayor receptividad para ello.

            Muy complicado, por otra parte, se presenta el panorama político. Con un chavismo herido en sus pretensiones de consolidar la dictadura en Venezuela y con conflictos abiertos en Bolivia y Nicaragua, lo más probable es que asistamos –durante 2008- a confrontaciones graves y hasta posiblemente violentas. Podrían aumentar también las tensiones en Ecuador - que prosigue el mismo camino de Venezuela aunque todavía con bastante apoyo popular para Correa- y en Paraguay, con unas complicadas elecciones a desarrollarse en abril.

            Tales conflictos podrían generalizarse de un modo muy peligroso si no se arriba a una solución negociada en Bolivia, con más de la mitad del país empujado al separatismo y la posible intervención en el conflicto interno de varias naciones del área.

            Es muy posible que 2008 resulte decisivo para las pretensiones de expansión del populismo autoritario en la región. No pensamos que Chávez pueda pasar un año muy tranquilo, pues es probable que la oposición se reorganice y salga a impedir que el caudillo acabe con todo vestigio de libertad y democracia en su país.

            La delicada situación económica que se vive en Venezuela, con alta inflación y desabastecimiento de productos básicos a pesar de los estratosféricos precios petroleros, auguran para Chávez un año de dificultades.

            Difícil resultará también que el eje que lidera pueda salir airoso de todos los desafíos que tiene pendientes en Bolivia, en Nicaragua y también en Cuba –con una transición que en cualquier momento pudiera iniciarse- así como en Ecuador. Por eso pensamos que, como decíamos al comienzo de este número de Tendencias, nos encontramos en el “fin del principio”, en el momento de la máxima expansión del eje autoritario: se abre ahora un período incierto, en el que podrá tener tanto éxitos como fracasos, pero que, en todo caso, mostrará que la mayoría de la región no acepta sus políticas y sólo comparte, en la mayoría de los casos, su discutible retórica. Antes de ceder, sin embargo, es posible que varios de los gobernantes de los países mencionados se lancen por el camino de aumentar la confrontación y abrir, si es necesario, las puertas a la incontrolable violencia.


Fuente: CADAL
 
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