Año III - Nº 117 - Uruguay, 11 de febrero del 2005

 

 

 

 
Demografia y Educación: el robo (o crimen)&que no hemos querido resolver
Ariel L. Rivas

Uruguay ha perdido 108.000 compatriotas, quienes emigraron en los últimos ocho años. Este dato pone en duda la supervivencia física, cultural y económica del país. Esta nota tiene por objetivo analizar nuestra estructura demográfico-educativa. Se analizan dos factores: 1) el rol del crecimiento demográfico sobre la sostenibilidad global de la sociedad (su habilidad reproductiva, cognitiva y económica), y 2) el impacto económico de la emigración de ciudadanos en edad activa y educados.

Como introducción, se discute un mito extendido entre la ciudadanía, el que no genera el efecto comúnmente aceptado, sino el opuesto. Es el mito de la baja natalidad uruguaya como factor de riesgo para la sostenibilidad nacional. Luego, se analiza el impacto económico de la emigración del grupo etario de mayor influencia en la capacidad reproductiva/productiva de la Nación.

Toda sociedad necesita cumplir ciertas funciones para sobrevivir y evolucionar. La reproducción es una de ellas. El número de nuevos nacimientos es la primera variable a considerar. Pero no es suficiente para asegurar supervivencia y evolución. Además de nacer, los nuevos ciudadanos necesitan sobrevivir, crecer sanos y educarse.

Un indicador de la sostenibilidad biológica/cultural/económica de una nación es el porcentaje de la población total que se encuentra en edad activa (población económicamente activa o PEA) comparado con el porcentaje de la población en situación de dependencia o vulnerabilidad biológica (población no activa o PNA). Como ni niños ni ancianos cumplen acciones laborales, la edad activa se estima ocurre entre los 15 y 64 años de edad. Llamamos aquí índice de sostenibilidad al cociente PEA/PNA (población comprendida entre 15 y 64 años de edad, dividida por la suma de menores de 15 años y ciudadanos mayores de 64 años). Este índice permite visualizar cuán vulnerable o no es una sociedad como resultado de su estructura demográfico-educativa. Menores valores de este índice sugieren mayor vulnerabilidad (alta mortalidad infantil, baja auto-suficiencia alimentaria, alto analfabetismo, bajos salarios, baja expectativa de vida)

Por ejemplo, si una sociedad tiene 65% de sus habitantes entre 15-64 años, 20% son menores de 15 años y 15 %, mayores de 64 años, tendrá un índice de sostenibilidad de 1.86 (65/[20+15]). De promedio, tal nación tendría casi dos personas (1.86) capaces de trabajar (activas) por cada persona inactiva (menores, ancianos).

La mayoría de las naciones más pobres tienen bajos índices de sostenibilidad. Eso se debe a poseer altas tasas de natalidad, las que se reflejan en altos porcentajes de menores de 15 años de edad. Por ejemplo, cuatro décadas atrás, aproximadamente la mitad de la población de Honduras y Madagascar estaba compuesta por menores de 15 años. Esos países crecían a tasas anuales cercanas al 4 %.

Típicamente, sociedades de alta natalidad también poseen alta mortalidad (infantil y global).
No obstante, aun suponiendo que el porcentaje de personas mayores de 64 años fuera cero, el índice de sostenibilidad real de una sociedad que tiene 60% de menores de 15 años no es 40/60 (0.67) sino, más probablemente, 20/80 (0.25). ¿Porqué?

Porque una sociedad con 60 % de menores de 15 años implica no menos de 5 hijos por mujer en edad reproductiva, lo que hace que mujeres de ese rango etario estén permanentemente cumpliendo funciones reproductivas (embarazos y cuidado de menores), por lo que no pueden realizar otras actividades. No tienen tiempo para educarse ni para realizar ninguna actividad laboral (excepto el cuidado de sus hijos).
Tal sociedad apenas posee hombres de entre 15 y 64 años como grupo activo real, o 20% del total. Eso resulta en un índice de sostenibilidad de ¼ (o 0.25).

Por lo tanto, las sociedades con muy alto crecimiento poblacional anual (mayor al 3%) tienen un problema no sólo cuantitativo, sino también cualitativo. Aunque podría suponerse que el aumento de población generara mayor número de personas activas (cumpliendo labores que no incluyen el cuidado de los hijos), en realidad ocurre lo contrario cuando el crecimiento demográfico supera el 3% anual. Para demostrar porqué el efecto producido es contrario al esperado, a continuación se comparan dos parejas hipotéticas: la pareja A (que posee 2 hijos); y la pareja B (que posee 6 hijos).

Suponiendo que la pareja A es representativa de la sociedad A, tenemos un país compuesto por 4 personas, de las cuales dos son adultas. Considerando que la sociedad A facilita la educación de la mujer y ofrece servicios de asistencia infantil (ej., guarderías y medicina), las mujeres adultas pueden cumplir funciones laborales (además de reproductivas), por lo que esa sociedad tiene un índice de sostenibilidad de 1.0. Posee 2 adultos activos y 2 menores inactivos (2/2=1.0).

En cambio, la sociedad B carece de servicios sociales (no provee jubilación para ancianos, medicina social, guarderías infantiles, ni programas educativos). Esto resulta en alta mortalidad infantil, ausencia de ingresos económicos para ancianos, e imposibilidad de funciones laborales cumplidas por mujeres en edad activa. La única posibilidad de supervivencia, al llegar a la ancianidad, es que los hijos (aun activos) puedan alimentar y cuidar de los ancianos. (Estas características no son hipotéticas, fueron muy comunes, décadas atrás, en naciones como Madagascar y Honduras).

Para resolver tales problemas, la sociedad B requiere tener más hijos varones. Así podrá compensar el "déficit" debido a alta mortalidad infantil. Esto implica familias de no menos de 6 hijos (de ambos sexos), ya que se supone la mitad serán varones y un tercio morirá tempranamente. Para generar 2 hijos varones (capaces de alcanzar la vida adulta y así poder cuidar de los ancianos), es necesario procrear 6 personas.

Una sociedad caracterizada por la familia B (seis menores y dos adultos), tiene un índice de sostenibilidad de 1/8 (o 0.125). Sólo un adulto (el padre) ejerce funciones laborales. Obsérvese que la cantidad de hijos de la sociedad B es 3 veces mayor que la de la sociedad A, pero la diferencia en índice de sostenibilidad es 8 veces menor (el índice de A es 1.0, mientras el índice de B es 0.125). A igualdad de ingreso por actividad laboral individual (asumiendo que el salario por cumplir el mismo trabajo sea idéntico), un mayor índice de sostenibilidad resulta en mucho mayor ingreso global. Por ejemplo, si Gran Bretaña y Madagascar pagaran exactamente el mismo sueldo por cumplir el mismo trabajo, pero Madagascar tiene un índice de sostenibilidad de 1.07 en tanto Gran Bretaña tiene uno de 1.89, la tasa de crecimiento del Producto Bruto Nacional de Gran Bretaña sería 76.6% superior a la de Madagascar, año tras año. El índice de sostenibilidad real de Uruguay se aproxima más al de Gran Bretaña que al de Madagascar (Tabla 1).

Esta descripción demuestra que un alto índice de crecimiento demográfico no promueve la supervivencia y evolución de una nación. Por el contrario, la pone a riesgo de extinción (si no física, por lo menos culturalmente). Porque el porcentaje de personas vulnerables (dependientes o inactivos) crece más rápidamente que el porcentaje de personas activas (el que, por efecto del propio modelo, se limita a hombres).

Explicado el rol de la sostenibilidad sobre el crecimiento contínuo de la economía, se analizan ahora otros aspectos. La sostenibilidad social involucra más que genética: también depende de la educación. Un indicador educativo mínimo de la capacidad de supervivencia de los ya nacidos, es la tasa de analfabetismo.

Independientemente de cuáles sean los datos censales definitivos sobre analfabetismo, aun no divulgados, si podemos establecer ya una afirmación. El problema uruguayo no es su baja natalidad global. Su histórica baja natalidad, sumada a su también histórica alta alfabetización, han permitido que Uruguay tenga un (relativamente) alto índice de sostenibilidad. Precisamente, la baja natalidad tradicional ha sido una respuesta evolutiva inteligente de la sociedad, la que ha generado un desarrollo económico superior al que debería poseer (cumpliendo las mismas actividades). El problema uruguayo no es su baja natalidad (pocos hijos/mujer en edad reproductiva).

El drama uruguayo es la emigración selectiva de población educada y en edad activa (laboral y reproductivamente). Produce efectos no diferentes al genocidio: impide al país reproducirse físicamente y reproducirse cognitivamente.

Aunque es difícil calcular con precisión el costo de este problema, es posible deducir que implica un gran porcentaje del Producto Bruto Nacional (PBN). Como la población emigrada representa el 7.2% de la población activa (el INE reporta 108.000 emigrados sobre un total de aproximadamente 1.5 millones de ciudadanos activos), la pérdida experimentada implicaría un "piso mínimo" de 936 millones de dólares anuales, cada año. Lo que es igual a 7488 millones de dólares en los últimos 8 años. Ese cálculo se basa en la suposición de que el Producto Bruto Nacional anual promedio de los últimos 8 años equivale a 13.000 millones de dólares (13.000 millones x 0.072= 936 millones).

Sin embargo, el cálculo mencionado es muy conservador. Asume que los emigrados poseen las mismas habilidades que los no emigrados. Aunque se carecen datos al respecto, es plausible asumir que los emigrados poseen niveles educativos mayores al promedio nacional. Esto significa que los emigrados generaban mayor porcentaje del PBN que el aquí calculado. Lo que sugiere la emigración uruguaya de los últimos 8 años significó pérdidas superiores a los 7488 millones de dólares.

La urgencia uruguaya no es reproducirse más, sino no perder población educada y en edad reproductiva. La solución no depende de inversiones míticas procedentes de orígenes míticos. Depende de nosotros mismos. Implica desarrollar nuestra estructura educativa (particularmente la de Cuarto Nivel), utilizar el conocimiento científico ya existente y disponible (pero no usado), y así resolver problemas simples que nunca (en las últimas cuatro décadas) hemos enfrentado. Alcanzaría con usar el 4% del PBN y las nuevas posibilidades educativas hoy ofrecidas por la Internet (creando así un nuevo modelo educativo-científico-laboral) para producir trabajos generadores de alto valor agregado (multiplicadores del proceso productivo) y evitar la emigración. El problema uruguayo es cultural.

Tabla 1. Sostenibilidad demográfica
como factor de desarrollo económico


 
Población de 15-64 años
(% del total, año 2001)
Sostenibilidad
(ejemplos)
Diferencia respecto a Uruguay
(ejemplos)
Argentina
63.04
Bolivia
57.07*
Brasil
65.98
1.94
+16.2 %
Chile
65.39
Ecuador
59.81*
1.49
-10.8 %
Guatemala 54.25*
Honduras
54.21*
1.18
-41.5 %
Perú
60.80*
Uruguay
62.61
1.67
Venezuela
63.17
Alemania
67.82
2.11
+20.8 %
Dinamarca
66.56
España
68.20
Estados Unidos
66.27
Finlandia
66.97
Francia
65.19
Gran Bretaña
65.41
1.89
+11.6 %
Grecia
67.30
Italia
67.48
Portugal
67.42
Arabia Saudita
54.80*
Filipinas
59.45*
India
62.20*
Paquistán
55.42*
Kenia
55.26*
Madagascar
51.77*
1.07
-56.1 %
Nigeria
53.47*

Nota: En América Latina, solamente Brasil y Chile muestran perfiles similares a Europa y Estados Unidos. Todos los países africanos y asiáticos, así como la mayoría de los latinoamericanos, muestran perfiles menos sustentables que Uruguay (*). A igualdad de salarios por idéntica actividad laboral, asumiendo que las tasas de empleo y educación fueran idénticas y que todos los países cumplen los mismos trabajos, el índice de sostenibilidad (mayor cuanto menor es la natalidad) haría que Gran Bretaña aumentara su Producto Bruto a una tasa 11.6% mayor que la uruguaya, cada año. Por la misma razón, Uruguay crecería anualmente a una tasa 41.5% mayor que la de Honduras. Naturalmente, diferencias que incluyen: tipos de trabajo, educación, salarios, e índice de empleo, alteran tales estimaciones. Fuente: WorldPress (http://www.worldpress.org/profiles).