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El cristinismo
por Javier García
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No es nuevo que en Uruguay se copien prácticas que provienen de Argentina. La influencia de un gran vecino con el cual compartimos costas, la penetración de los medios de comunicación de allí y la repetición de los horribles programas que enlatados en Argentina se repiten aquí, es la vía de llegada de estas prácticas. Las hinchadas de nuestros clubes de fútbol se contagian de las de allí y salvo los nombres de los cuadros los cantos de aquí son los de allá. El fenómeno de las barras bravas fue un producto que desgraciadamente importamos de Argentina.
También empezamos a copiar una equivocada forma del ejercicio del poder. La soberbia, la frivolidad, la falta de austeridad, la vulgarización de la política, caracterizaron distintos momentos de la vida política de nuestros vecinos y ahora aparecen otras que, rápidamente, nuestro gobierno adoptó.
Kirchner, montado en un excelente ciclo económico, se permitió su reelección a través de su señora Cristina. Es obvio, basta ver los informativos, que es un trono compartido dentro del ámbito conyugal. Cristina, la presidenta, sin embargo, empezó a recorrer el camino de la soberbia y a protagonizar un estilo de poder confrontativo que adjudica a los demás, intenciones como la de golpistas que endilgó a los pequeños productores que lideraron el conflicto del campo. Interpreta que los presidentes deben demostrar que nunca dan el brazo a torcer y que son fuertes humillando a quien discrepa. Por aquí el cristinismo, esa forma de ejercicio del poder soberbio, desafiante, bravucón y carente de humildad, empezó a copiarse.
El caso del IRPF a los jubilados es prueba de ello. Nunca el presidente ni el gobierno esperaban que la SCJ dictaminara la inconstitucionalidad. Se creyó tanto su poder, que se olvidó de la independencia de aquél. Cuando el Fiscal Ubiría opinó en ese sentido, sobre él se descargó todo el peso del gobierno, con Astori a la cabeza, que lo descalificó.
Ahora, ante la impotencia de un fallo adverso, arremete contra todos los ministros que así laudaron. A una, la Dra. Bossio la agraviaron personalmente, a otro, el Dr. Rodríguez Caorsi, lo amenazan con un juicio político, y al tercer voto, el propio presidente de la SCJ, el Dr. Ruibal, lo quieren citar al parlamento.
El presidente Vázquez, que debería ser el primero en respetar y hacer respetar al organismo, chicanea con los plazos y las sentencias e inauguró una nueva forma de cuantificar la validez de un fallo judicial, inauguró la tesis de la "justicia al kilo": hay que sumar varios fallos para ver si son válidos.
¿Cuántos necesita para derogar el IRPF a los pasivos, diez, veinte, trescientos?
Y al igual que Cristina, interpreta que su poder radica en no reconocer ningún error, adjudicando a quienes no se rinden ante él bajas intenciones. Allá los pequeños productores fueron catalogados de golpistas, aquí los jubilados que reclaman son los viejos platudos.
Todos esperábamos que el presidente tuviera un gesto de humildad republicana y rápidamente anunciara, en un acto de justicia, la derogación del IRPF para todos los pasivos. Sin embargo adoptó el cristinismo como actitud. Salió a desafiar y a adjudicarles intenciones a los jubilados. Dice que es todo una campaña política. Antes conspiraba la prensa, luego la oposición, ahora la justicia y los jubilados. Tiene, sin embargo, la inteligencia de no convocar a su "Plaza de Mayo", prestó atención a las últimas encuestas y se dio cuenta que le iba a quedar media vacía.
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