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El mal menor por Javier García
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La teoría ha sido impulsada por el ministerio del Interior. En el fondo trasunta la impotencia para cumplir con la obligación legal de mantener el orden y defender los derechos humanos y ciudadanos. El Frente Amplio entró a aquella cartera con el complejo de tener que dirigir una institución llamada a custodiar los derechos esenciales, con la pesada carga de haber sostenido durante años que quienes los violaban eran víctimas de situaciones injustas.
Si las víctimas eran los delincuentes, los victimarios, entre otros, eran los policías. Pero resulta que un día se encontraron con que la realidad era bien diferente al discurso.
Como el complejo era grande, la actitud del primero de los ministros, el Dr. Díaz, fue "escapar hacia adelante". Su preocupación fue la denominada humanización carcelaria. Su gestión terminó mal ya que era notorio que no podía mejorar la persecución delictual en virtud de que eso no era prioritario para él. Es así que crecieron los delitos más violentos, como rapiñas y homicidios. Pero además, dentro de lo que sí estuvo en sus preocupaciones, las cárceles, el saldo también fue negativo: terminaron con más presos y más violentos. Allí se descuartizan reclusos en vendettas o se atenta a los tiros como sucedió días atrás.
La ministra Tourné inauguró una nueva teoría, la del "mal menor". Según esta particular forma de ver las obligaciones que ese cargo impone, no se puede defender todos los derechos y por lo tanto hay que elegir la preservación de unos a costa de otros. Su orden es la ausencia policial, para que esta no irrite. Si para ello hay que entregar derechos ciudadanos, se entregan, como ha sucedido.
Todos fuimos testigos de la aplicación práctica de esta novedosa técnica. Cuando vino Bush, el Centro fue un tendal. Gente que atacaba y gente que se defendía por mano propia.
Es verdad que es mejor un vidrio roto que una vida perdida. Es una tontería afirmarlo y también ponerlo como moneda de cambio. Si en aquella tarde no hubo muertos no fue por la política decidida por el ministerio del Interior, sino por casualidad. Estar seguros es mucho más que estar vivos.
El 1º de Mayo nuevamente apareció el vandalismo. Las imágenes que muestran al energúmeno destrozando un taxi son el ejemplo. Pero también el del dueño del supermercado de Avda. del Libertador mostrando los daños. Allí no murió nadie, pero hubo gente a la que le destrozaron su herramienta de trabajo. Seguramente el que lo hizo, en su demencia pensaba que dañaba al capitalismo; en verdad se lo hacía a una familia que vive del trabajo de un obrero.
Nos dio pena escuchar las explicaciones del subsecretario. No debe creer en lo que dijo, aunque se adaptó a la línea de quien lo designó. El mal menor fue en esta oportunidad un taxi, una comisaría, comercios y un Banco. Dijo el jerarca que hay videos, pero también debió haber policía. Últimamente si los fiscales y jueces no miran los informativos no pueden impartir justicia. Que la seguridad pública dependa de que haya un vecino o un periodista que con una cámara registre un episodio delictivo, es insólito. Debe contarse con la agregada complicidad del violento que pase, a cara descubierta, por delante de una cámara. Además de violento, tonto.
El mal menor significa que mientras no se mate se permite todo, no sea cosa que se irriten los radicales. No es verdad que la ausencia policial sea una estrategia, es la vergüenza por ejercer la autoridad legítima, un complejo serio que siempre termina pagando la gente común.
No es verdad que la ausencia policial sea una estrategia, es la vergüenza por ejercer la autoridad legítima
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