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Cuando pa'Chile me voy... por Ernesto Martínez Battaglino
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Se habla insistentemente sobre el adelanto y la consolidación de la economía chilena, al punto que los demás países de la región ponen sus miras y su interés en conocer los métodos que le han permitido alcanzar su actual notable desarrollo, convirtiéndola en la primera economía de nuestra América Latina.
Chile, país con una geografía agresiva y dura, difícil de manejar sin duda, se presenta como poco colaboradora -parecería- para que el hombre encuentre fertilidad y riquezas de esa fina y larga franja terrena y rocosa, que va desde el agreste y caliente desierto del norte, limítrofe con Perú, a la fría zona sureña que se desgrana en infinidad de archipiélagos hasta el Estrecho de Magallanes, sobre el Polo Sur. Todo esto, como si fuera poco, apretada por la imponente y hermosa Cordillera de los Andes al este y el Océano Pacífico al oeste, que de pacífico, es de lo que menos tiene.
No obstante así presentado, Chile cuenta con los cuatro climas y con valles de gran fertilidad donde cosechar variada cantidad de cereales, frutas y verduras altamente cotizadas internacionalmente, lo que le ha permitido desarrollar una importante industria alimenticia, así como excelentes vinos, conocidos como tales a nivel mundial. Es el primer productor de cobre, y cuenta con extensas salitreras, hierro y carbón en abundancia, además de ser tenedor de gas y de petróleo, aunque aún, dependiendo para estos dos rubros de la importación. Esto convierte al país en una poderosa economía, y más, al tener una industria de muy buena calidad en permanente expansión, ayudada por su abundante energía eléctrica generada hidráulicamente por sus múltiples ríos y deshielos, que, con fuerza, caen desde la cordillera de los Andes y de la cordillera de la Costa, que acompañan toda su extensión. Además, sus casi 4.300 kilómetros de costas sobre el océano Pacífico, lo hacen un productor ilimitado en cuanto a la producción pesquera, variada y cotizada en los mercados internacionales, transformándose esto en otro pilar del trabajo y de la economía chilena, que ya ha ganado justo y merecido prestigio mundial, y por lo tanto, conseguido los mercados más exigentes.
Pero nada de esto que hoy vemos en pleno desarrollo se hubiera podido llevar adelante, sin una decisión férrea para superar los vastos inconvenientes geográficos por una población culta y trabajadora como la chilena, que con un cariño y respeto a su país que no ocultan y que es digno de elogio y hasta de sana envidia, muestran estar merecidamente orgullosos de ser los hacedores de una economía consolidada, donde la gran mayoría cuenta con un trabajo que les permite tener una vida plena, dentro de un entorno que trasunta, a ojos vista, el ir a más...
Resalta gratamente al visitante la amabilidad de la población y hasta su correcto y pulcro aspecto físico, donde la elegancia y el buen vestir se ve en el diario vivir de quien trabaja, donde el traje, la corbata y hasta la fina vestimenta sport que exhibe, es lo habitualmente usado por el hombre, pero donde la mujer no queda atrás, destacándose, cosa que nos lleva, lamentablemente, a comparar con la actual idiosincrasia y postura uruguaya, de haber cambiado su habitual otrora elegancia, por la actual displicente informalidad, donde el traje y la corbata fue desterrada por el hombre, mientras la prenda más usada en la mujer, pasó a ser el pantalón “jean”. Pienso, que incluso hasta por esta nimia postura, se está trasuntando la decadencia de un pueblo y de una economía como la uruguaya, donde, en contraposición, el vestir y el andar chileno, decidido y firme, demuestran su empuje y su éxito, disfrutándolo y luciéndolo con alegría.
El chileno ha consolidado una forma de vivir donde el respeto hacia sus obligaciones, como ciudadanos, no es menor al de sus derechos, que sin duda, igualmente defienden con responsabilidad democrática. Este equilibrio logrado, le ha venido dando una fuerza especial a este pueblo equilibradamente mixturado entre el aborigen-mapuche con el europeo-conquistador. De ahí ha surgido ese pueblo geográficamente aislado por siglos de sus vecinos, razón que los fue formando autónomos, independientes, y con la convicción que el progreso y el bienestar surgiría solo del esfuerzo y de la inteligencia propia, sin ayudas externas. La agreste cordillera y el inmenso océano, se lo exigían.
Esa barrera natural que los ha llevado a vivir tan alejados de sus países vecinos, paradojalmente, fue lo que ha colaborado para que le fuera más fácil su conexión y acercamiento con los países de otros continentes, al punto que su gran contacto comercial se ha logrado más con EE.UU., con la Comunidad Europea y con el Continente Asiático, que con los países sudamericanos. Por algo, es el país Latinoamericano con más Tratados de Libre Comercio firmados y con las conexiones comerciales más exitosas extra continente, corolario de su despegue económico y de su prosperidad actual.
Esa independencia, esa seguridad, y esa alegría de su gente dentro de un entorno que ha mostrado prosperidad y confort, también se refleja en lo que es “su casa”, la ciudad de Santiago, de Valparaíso y de Viña del Mar (ciudades que ahora visité). Estas traslucen ser queridas y cuidadas con esmero, donde municipalidad y población colaboran a la par. Son ciudades limpias, sin muros escriturados, con edificios modernos de gran porte entremezclados con edificios de años pero esmeradamente cuidados, respetando historia y lugares que dejan para las generaciones futuras, enseñanzas de lo que fue un ayer digno de saberse y respetarse. Sus veredas y calles impecables en cuanto a limpieza y mantenimiento, arboladas y con espacios verdes, fuentes y esculturas, y no solo en lo que podrían ser sus zonas centrales, comerciales o turísticas, sino que desde aquellas hasta la periferia más alejada, presentan un igual y esmerado cuidado. En eso también se diferencian con nosotros, actualmente descuidados en cuanto al aseo y a la prolijidad de sus edificios, calles y veredas, donde bien lejos hemos dejado aquellas épocas que a Montevideo se la conociera como la “Tacita de Plata”.
Llama la atención, también, el contar con un moderno parque automotor, tanto público como privado, donde no se ven automóviles de más de 5 años, y todos, en perfectísimas condiciones, donde el “Metro”, es la vedette por su modernismo y su puntualidad. Todo esto, lo que trasunta es corrección y esmero, hechos que han permitido que Chile ocupe el ranking social y económico que ostenta con destaque. La Casa de la Moneda, sede del Poder Ejecutivo, impone respeto y seriedad con su austera guardia al fiel estilo prusiano que la caracteriza, rodeada de grandes y señoriales edificios sedes de los distintos Ministerios y Casas Bancarias, así como de lujosas galerías comerciales que le dan un toque de distinción difícil de encontrar en otro país latinoamericano. Me recuerda la zona administrativa de la ciudad de Washington D.C. y el entorno a la Casa Blanca, donde no desentonaría. Santiago, con sus 6 millones de habitantes, es un buen ejemplo a lo que se puede llegar con una buena administración y con ganas e ideas de hacer cosas.
Estos pantallazos extractados de un escueto y rápido viaje al país del Cóndor, ha pretendido señalar lo que nos diferencia y hasta razonar el porqué de un pueblo que se supone de raíces similares y nacida a la independencia de cunas y tiempos iguales, ha tomado tal ventaja del resto de los países de nuestra América.
En síntesis, yo me atrevería a decir que -entre otras cosas- su actual éxito se basa en lo siguiente:
PUJANZA
AMOR A SU TIERRA
INDEPENDENCIA
DISCIPLINA
RESPETO A LAS NORMAS
INTELIGENCIA
NO ATARSE A NINGÚN DOGMA
SABER SACARLE VENTAJAS A LA GLOBALIZACIÓN
ABRIR FRONTERAS
COMERCIAR CON MUTUA EQUIDAD
RESPETAR TRATADOS
SERIEDAD Y HONESTIDAD EN LOS NEGOCIOS
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