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Venezuela apoya abiertamente al terrorismo boliviano
por Emilio J. Cárdenas (Perfil)
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El atentado contra la libertad de opinión que tuvo lugar en la ciudad de Yacuiba contó con la colaboración de la embajada venezolana en La Paz.
Lo que acaba de suceder en Yacuiba, una somnolienta ciudad cercana a la frontera con la Argentina, emplazada en el llamado “Gran Chaco” del Departamento de Tarija, en Bolivia, no puede evaluarse a la ligera. Ni dejar de tenerse en cuenta. Por todo lo que desgraciadamente significa, como hecho que “abre los ojos”. Porque, además, lo ocurrido es de una gravedad tal que debe meditarse profundamente.
No se trata simplemente de “un incidente más” en el desesperante caos en que Evo Morales y el ex líder de la guerrilla marxista en Bolivia, el hoy vicepresidente, Álvaro García Linera, han sumido a su país.
Asesinando la libertad de opinión
El gravísimo atentado terrorista allí perpetrado contra la libertad de opinión -utilizando explosivos contra la filial local de la televisora Unitel- tiene que ser analizado con detenimiento, por todo lo que demuestra.
Ocurrió el 21 de junio, el día anterior al que se celebrara en Tarija el referendo local de autonomía. Formó parte de una extendida campaña de intimidación que apuntó a los cuatro referendos ya consumados, en los que tanto en Beni, como en Pando, Tarija y Santa Cruz triunfara masivamente la propuesta de autonomía.
Esa campaña, como catarata de amenazas disuasivas que fuera, no tuvo éxito alguno. Porque millones de bolivianos tienen claro lo que puede sucederles si Morales, de pronto, consolida su poder, imponiéndoles una Constitución que los convertiría de inmediato en ciudadanos de segunda clase, esclavizados en medio de una increíble regresión al atávico mundo de la “Pachamama”.
Un accionar burdo, que desnuda una dura realidad
Quienes realizaron el referido atentado terrorista huyeron precipitadamente del lugar -luego de encender una mecha de explosión retardada- en una camioneta Toyota, modelo RAV 4, para peor algo borrachos. Con tan mala suerte, para ellos, que en su fuga embistieron duramente a otro vehículo y fueron, por ello, detenidos por la policía departamental. El choque ocurrió solo minutos después que estallaran los explosivos en la emisora cuya voz e imágenes silenciaron.
En la camioneta chocada, los policías encontraron explosivos, panfletos contra el referendo de los impresos por el gobierno, una Kalashnikov aparentemente de fabricación china, granadas de gas y una pistola de 9 mm. Lo grave, sin embargo, es que la camioneta en cuestión estaba conducida por un subteniente de la fuerza de “elite” que custodia a Evo Morales con liderazgo -y fuerte participación- venezolana, la de los llamados “hombres-puma” (“chachapumas”, en aymara). Se trata del teniente George Nava, que sigue detenido y estaba acompañado en su peligrosa aventura por un camarada de armas, del mismo rango.
Una sorpresa mayúscula
A las pocas horas del accidente, se supo que la camioneta había sido alquilada, sin fecha de devolución, por la propia Embajada de Venezuela en La Paz y que uno de sus funcionarios había suscripto el respectivo contrato de arrendamiento con la locadora del vehículo.
Esto es una violación directa a la conocida Resolución N° 1373 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, del 28 de septiembre de 2001. Esta norma, directamente obligatoria en todos los Estados Miembros de la ONU por haber sido dictada en virtud de las facultades que emanan del Artículo VII de la Carta, dispone inequívocamente que todos los Estados Miembros deben siempre abstenerse de proporcionar apoyo a entidades o personas que participen en actos de terrorismo. Todo lo contrario a la conducta venezolana, por cierto. El apoyo es obvio.
La ONU debe tomar cartas en el tema
Por esto, más allá de la investigación de lo sucedido que el Senado de Bolivia tiene en curso, debe formularse -sin demoras- la correspondiente denuncia al “Comité Anti-terrorismo” del Consejo de Seguridad que fuera creado precisamente por la resolución apuntada, para que sea éste quien también tome cartas en el asunto. Lo investigue y sancione al régimen de Hugo Chávez como corresponda.
Esto no es “internacionalizar” las cosas. Es devolver a América latina a un mundo del que últimamente trata de escapar silbando bajito. América Latina está hoy curiosamente de espaldas a todo lo que, respecto del terrorismo, tenga que ver con las Naciones Unidas. Como si esta organización no existiera. Lo que no puede ser casual.
Por ejemplo, en el debate -a nivel de la OEA- que siguiera al incidente en el que se “diera de baja” al líder de las FARC, Raúl Reyes, ninguna de las resoluciones y declaraciones que el mismo generara a nivel regional contiene las citas que cabía esperar de las normas del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas en la materia. Aparentemente, para América Latina ellas no merecen ser tenidas en cuenta, lo que el Consejo de Seguridad debiera meditar, por lo que supone en términos de desatención y descrédito. Ahora aparece, para el Consejo, una oportunidad de actuar. Magnífica. Que alguien debe motorizar. El Senado boliviano podría hacer la denuncia. Quizás lo haga.
Un andar unificado
El terrorismo del mundo tiene ciertamente profundos y bien aceitados canales comunicantes. Desde hace rato.
Es bien conocida la relación operativa entre las FARC y el ETA. También la que existiera entre los Montoneros argentinos con los guerrilleros de “Al-Fatah”, palestinos, a los que enseñaron el manejo y elaboración de explosivos, lo que ni siquiera a dado lugar a que alguien investigue los detalles de esa relación respecto de la evasiva “conexión local” que debió haber participado en los atentados terroristas contra la Embajada de Israel y el AMIA, en Buenos Aires, lo que llama poderosamente la atención. Tirar de esa madeja es necesario para ver qué sale.
Esto es incomprensible, salvo que se tenga en cuenta una realidad algo disimulada, cual es que en la actual administración nacional nada menos que el Canciller y la Ministro de Defensa, así como varios otros funcionarios de alto rango, embajadores, y hasta legisladores, tuvieron participación notoria en los movimientos guerrilleros de los 70, cuyos líderes y militantes, pese a haber asesinado y lesionado a miles de civiles inocentes, están indultados e impunes, sin que sus víctimas hayan tenido siquiera derecho a la verdad y, mucho menos, derecho a ser indemnizadas. Horrible, pero lastimosamente cierto.
Abrir los ojos
Por esto, presumir que los miembros del grupo que se autodenomina “bolivariano” no tienen que ver con la promoción activa del marxismo (y sus atentados) en la región es presumiblemente un error grosero. Están articulados íntimamente.
Venezuela, por lo menos, participa activamente en los atentados terroristas que sus aliados y títeres cometen contra quienes no piensan como ellos. Abusando de la democracia y de la buena fe de la gente.
Quizás no esté sola en esa actitud. Hay muchos que son lo mismo que Venezuela pese a que, tácticamente, se vistan con pieles de oveja. Para disimular que son zorros y mucho más. Equivocarse es el derecho de todos, pero hacerlo sin pensar siquiera puede ser suicida.
Por algo países como la Argentina no extraditan nunca a los terroristas; ni a los del ETA, ni a los chilenos, ni a ninguno. Pese a ha que algunos puedan haber dado muerte a civiles inocentes. O tratado de hacerlo.
Gracias a Dios -y la propia arrogancia intemperante de los líderes de la izquierda radical latinoamericana- es posible que los pueblos despierten de su letargo y digan “basta ya”, como está sucediendo en la Argentina. De alguna manera, la gente aquí les está diciendo a los Kirchner aquello de: “¿Por qué no te callas?”. Pese a lo cual debieran terminar envueltos en los resultados de sus caprichosas propuestas; esto es, en su “propia salsa”. Para que también haya un rotundo “nunca más” respecto de llevar al poder a personas sospechadas de lo que realmente son, de pertenecer a la izquierda radical, con variantes y disfraces que lamentablemente tardan en ser reconocidos como lo que son.
El riesgo es que cuando la verdad queda a la vista sea definitivamente tarde y se hayan perdido o cercenado las libertades esenciales. Porque el camino de la democracia está siempre abierto para quienes tratan de aniquilarla, lo que -naturalmente- no es fácil, porque pocos quieren perder su libertad.
Gentileza: Economía para todos |
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