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El tiempo pasa demasiado lentamente
por Dr. Francisco Gallinal
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Al comenzar el necesario ejercicio de pasar raya y evaluar a este cuyo epílogo ya vislumbramos, apreciamos que en el tema clave del adecuado manejo de los ingentes recursos económicos de que ha dispuesto, las orientaciones seguidas no fueron apropiadas y que las consecuencias las pagaremos más temprano que tarde. Hubiéramos querido ver una combinación más feliz en el uso de dichos recursos, porque su magnitud lo hubiera permitido, dado el fortísimo impacto favorable sobre el crecimiento económico que vienen induciendo las condiciones externas desde 2003. Es decir, por una parte, de acuerdo, la atención a programas sociales, pero por otra, la disminución de los impuestos. Hubiéramos aspirado a reducir la deuda pública, que aumentó, y a desarrollar importantes obras de infraestructura. También hubiera sido interesante generar fondos financieros y colocarlos en el exterior, a manera de resguardo para los tiempos futuros.
Pues bien, nada de eso ha ocurrido.
Con el impulso de ese crecimiento económico inducido por condiciones externas, el gasto público ha experimentado un formidable incremento, que tememos raya en la imprudencia. Toda la recaudación adicional se gasta, en gran medida por compromisos políticos electorales con diversos gremios y corporaciones (expresamente invocados por el Ministro/Candidato Astori como justificación de la asignación de fondos), y además, en este marco de prosperidad y disponibilidad de recursos, se ha aumentado la presión fiscal.
Creemos, lo manifestamos desde que el Presupuesto fue presentado, y lo reiteramos en cada Rendición de Cuentas, que se está cometiendo un serio error al gastar como si la riqueza fuera eterna y generar de esa manera importantes rigideces para cuando llegue el tiempo de las vacas flacas. Máxime cuando los economistas vienen llamando la atención acerca de la generación de un “déficit estructural”.
Ante cada reclamo gremial, se agranda el “espacio fiscal”, para aumentos de salarios sin que en ningún momento se hable de productividad.
Entretanto, vemos que la relación entre Inversión y PBI se mantiene en el orden del 15 o 16%, al cual ya había llegado en los años 90. Incrementar esta relación a niveles de no menos del 20%, esencialmente por parte del sector privado, con proyectos generadores de valor agregado y una mejor articulación con la economía mundial, es la única salvaguarda para procurar un crecimiento sostenido e importante, que no dependa exclusivamente de la mudanza de las condiciones externas. Para ello, el “clima de inversión” interno debe mejorar mucho (lo que exige una mayor consistencia entre la macro y la microeconomía) y, también, la actitud del gobierno y la organización institucional del país deberán ajustarse a las nuevas exigencias. En ese sentido es que hemos propuesto la creación de una nueva CIDE, centrada no como antaño en el estudio y el diagnóstico, sino en el impulso a la inversión productiva, concebido y ejecutado como una política de Estado.
Entretanto, el mundo está experimentando un triple shock simultáneo: de naturaleza financiera, energética y alimentaria.
Por una parte, las dificultades en los mercados financieros, originadas a partir del desplome en el sistema crediticio estadounidense, han acarreado consecuencias en el campo real, reduciendo el crecimiento económico y sus perspectivas tanto en Estados Unidos como en otros países desarrollados. Esto tiene consecuencias sobre los demás, aunque afortunadamente en menor medida que en ocasione similares del pasado, dado que la globalización también ha permitido lo que se denomina un mayor “desacople” entre las economías emergentes y las desarrolladas, y que en los últimos años el fuerte crecimiento económico mundial –entre los de muchos países, el nuestro -se ha sustentado en la potente demanda de países como China e India.
En segundo lugar, está el aumento del precio del petróleo, que golpea a todos los países no productores, como el nuestro, y que genera efectos secundarios en numerosos campos, incluso el alimentario.
En efecto, en tercer lugar se ubica la disparada en el precio de los alimentos que, si bien beneficia a los productores y exportadores, está complicando la lucha contra la pobreza y está empujando al alza la inflación en todas partes.
Uruguay viene sufriendo especialmente el problema energético, flanco este enormemente débil que abre gruesos interrogantes sobre las posibilidades de expansión económica futura, en tanto hasta el momento no ha visto afectado su excepcional ritmo de crecimiento económico, pero viene enfrentando presiones inflacionarias en las que convergen tanto la situación de precios mundiales como las políticas salariales y otras que están deteriorando la competitividad y empujando la demanda interna.
Tenemos la sensación de la clásica carrera contra el tiempo, pero al revés. El tiempo no corre ni vuela, sino que repta, transcurre demasiado lentamente, otorgando así a la actual administración espacio ancho para prolongar sus políticas manirrotas, cuyo “grand finale” será en 2009, escenario que se viene perfilando para un carnaval electoral por todo lo alto. Después…que los que vengan en el 2010 se arreglen como puedan mientras los seudoprogresistas vuelven al llano a jugar al “no” permanente hacia el país que no saben pronunciar a la hora de imponer prudencia en el manejo de los recursos de todos nosotros.
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