Alguien ha dicho que la oscuridad es fuerte, pero, el mas humilde rayito de luz, tarde o temprano, la vence.
Hace cerca de cuarenta años, una banda de comunistas, empujados, pagados, entrenados, armados por Cuba, como fiel sirviente de la antigua y fenecida URSS, se puso en marcha, en la hermana Colombia, listos a terminar con la democracia.
Igual que en toda América, salvo México, según confesión desvergonzada del decrépito líder cubano, tomaron las armas e iniciaron su demencial proyecto, de imponerse a sangre y fuego para la salvación de la humanidad.
Todos sus pares en el continente sufrieron la derrota militar, pero en Colombia, merced, seguramente al elemento geográfico, al principio, y al narcotráfico después, lograron mantenerse hasta hoy día.
Son incontables las víctimas que han martirizado y son incontables, las que seguirán dañando con las minas antipersonales, por ejemplo, con las que sembraron miles de kilómetros.
A tal grado ha llegado su delirio mesiánico.
En los últimos años, su principal actividad consistió en dar protección armada a los zares de la droga, y abastecerse de dinero y escudos humanos, a través del inhumano secuestro extorsivo de personas.
No otra cosa podían hacer, ya que la victoria militar era y seguirá siendo imposible.
Hasta que Colombia logró un gobierno decidido y valiente, y el apoyo tecnológico de la mayor potencia militar mundial.
Y la luz empezó a perforar, como en el resto del planeta, décadas de oscurantismo fanático y demente.
Vergüenza en nuestro Uruguay, porque todavía tenemos entre nosotros, personajes que no lo condenan, y que luego de haber perdido en la cancha, ganan en la liga, a caballo de la mentira, la ignorancia y la ambición.
Vergüenza, por el frente amplio, que supo traer “soldados” de las FARC a dar cátedra a sus comités de base, mientras en la selva, mantenían encadenadas miles de personas inocentes, y quien sabe si vinieron con las manos vacías.
Vergüenza por la compañera Marina, que supo tener entrevistas personales con sus máximos líderes, y hasta tuvo el tupet de contarlo siendo ministro de estado, ha tanto ha llegado la soberbia y el descaro.
Vergüenza, una vez más, por el comunismo oriental en sus variadas máscaras, por tener que comerse este sapo, sin decir, esta boca es mía.
Hoy, a la vista de un espectacular operativo del Ejército de Colombia, birlándole 15 secuestrados, salvo el presidente, que no tiene mas remedio, no se oye desde sus filas, mas que un estrepitoso silencio.
El mundo entero aplaude el incruento salvataje de víctimas, pero nuestra izquierda hace silencio y sigue entregándose premios y honores entre ellos como en los viejos tiempos.
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