Miembro de apdu
   
Año III - Nº 216
Uruguay, 12 de enero del 2007
separador Inscripto en el Registro de Derechos de Autor en el libro 30 con el No 379
 
separador

historia paralela

2012

legra

humor político

apdu

 
1
Fernando Pintos Danza de los hipócritas….
O fructífera demagogia de los desaparecidos

por Fernando Pintos
 
separador

            En la página 2 del semanario JAQUE que se publicó en Montevideo el viernes 25 de mayo de 1984 (exactamente seis meses antes de las elecciones del 25 de noviembre de aquel año), se puede leer una nota titulada «Semana del desaparecido», en la cual se manejaban algunos conceptos que considero de fundamental interés y, por tanto, dignos de serio análisis. ¿Que por qué me traslado tan lejos en el tiempo? Bueno, será porque leyendo un artículo reciente de Raúl Seoane («Y al fin lo lograron, “tanto va el cántaro a la fuente…») en la edición de INFORME URUGUAY correspondiente al viernes 29 de diciembre de 2006, me he sentido motivado.

            Lo que explica Seoane en su artículo forma parte de un fenómeno con dimensión universal, el cual tiene especialmente virulenta incidencia en estos desdichados, atrasados y subdesarrollados países nuestros, los latinoamericanos, en donde hasta la infiltración y la agitación de los marxi-leninistas resultan casi siempre fuera de lugar, las más de las veces grotescas, e invariablemente pasadas de moda. En 1989 se cayó en trocitos el muro de Berlín y en 1991 se hizo añicos la mismísima Unión Soviética, meca de nuestros izquierdistas. A partir de aquel momento aciago, casi todos aquéllos a quienes me gusta denominar «las viudas de la URSS», toda aquella partida de vividores que por décadas habían medrado a la sombra del oso ruso de la misma manera en que los gusanos lo hacen al pulular sobre un cadáver en avanzado estado de descomposición (pocas analogías tan apropiadas, dado el grado de disolución que exhibía durante los últimos años de existencia el Stablishment soviético) experimentaron el más trágico de los traumas posibles: una tan brusca como inesperada, inexplicable e irreparable orfandad… Y peor todavía: paralelo a todo lo anterior, estaba el triunfo arrollador del ideal democrático y de las tendencias económicas liberales a lo largo y ancho de todo el planeta. Fue una época hermosa, que parecía ofrecer la certeza de un mundo más libre, de una humanidad más completa, de un futuro altamente promisorio… 

            Pero iba a ser aquél, también, el momento preciso en que todos aquellos vividores de full time, desesperados por la pérdida de la exacta y comodísima forma de existir que tan cara le había resultado en vida a su ícono supremo, el alabado Karl Marx (vivir como un burgués sin el mínimo esfuerzo provocado por cualquier tipo de trabajo real y decente, siempre dedicando sus afanes a pergeñar y promover la agitación, la desestabilización, la conspiración sistematizada), y por perderse también todos ellos en el desolador naufragio, aguzaron el ingenio hasta extremos inconcebibles y se inventaron la insidiosa cantaleta que todos conocemos ahora de sobra: «…Que la confrontación ideológica era un asunto del pasado… Que ya no había lugar en el mundo ni para derechas ni para izquierdas… Que la sociedad burguesa y el sistema vencedor debían, en consecuencia, recibir con los brazos abiertos a todos estos “angelitos” y seguir proporcionándoles confort y alimentación suficientes, tal cual lo había hecho la madrecita Rusia… Etcétera, etcétera». Lamentablemente, toda esa sarta de disparates ganó carta de ciudadanía. En todas partes, los verdaderos demócratas se creyeron a pies juntillas el embuste. Había que dar cobijo, dentro del rebaño, a los lobos disfrazados con pieles de oveja, en lugar de exterminarlos de una vez por todas… 

            ¿A alguien le resultará conocida aquella perversa cantaleta? Me imagino que a muchos, muchísimos uruguayos. Evidentemente, el ejército de vividores debía seguir adelante en la búsqueda de unos objetivos bien delineados. Aquella falsa mansedumbre que siguió a las dos resonantes caídas, al igual que todos aquellos tan bien fingidos entusiasmos democráticos, no eran otra cosa que el consabido paso atrás y la pausa de acecho para dar, no bien llegase el momento preciso, dos, tres o muchos más pasos adelante… Una de las armas predilectas en el arsenal de las tácticas de agitación leninistas, desde la instauración de la URSS. En el caso específico del Uruguay —el tan maltratado «Proceso» de los militares—, resulta por demás simpático recordar hasta qué extremos de abyección llegaban, quienes todavía no alcanzaban el estatus de «viudas» (su bienamada URSS iba a colapsar seis años después que los militares entregaran, voluntariamente, el poder a los civiles), para acomodarse bajo la sombra y protección de esos a quienes ahora denominan, con venenoso desprecio, «milicos». Bueno, en aquellos momentos pronunciaban la palabra «militar» con respetuosa unción. Acostumbraban reptar, con profusión y persistencia, frente a cualquier personaje uniformado. Sonreían en cualquier coyuntura con expectación muy similar a la de los perritos falderos… Y se permitían exhibir asombrosas habilidades funambulescas para la genuflexión y el besamanos, arte que llevaron hasta alturas difíciles de igualar. Incluso algunos, no conformes con todo lo anterior, pretendían limpiar las groseras y embarradas botas militares utilizando, con diligencia harto precoz, sus agilísimas, esperpénticas y bien aceitadas lenguas… En compensación por tan melosas artes y tamaños entusiasmos (por el «Proceso» y por los militares, ahora llamados «milicos»), gran cantidad de ellos llegó a ocupar muy buenos, ¿qué digo?, ¡excelentes empleos públicos!, durante los once años y fracción que duró aquel «Proceso» (a todo esto, ese otro sacrosanto ícono marxista que es Fidel Castro acaba de cumplir, enfermo y todo, 48 impertérritos años de tiranizar, envilecer y matar de hambre a los cubanos)… Tal como se dieron las cosas, ahora pienso con firmeza que todos, o casi todos aquellos sonrientes y anuentes genuflexos deben haber suspirado con cierta dosis de melancolía, no bien llegó la apertura democrática… Ahora diríamos que aquélla habrá sido, para muchos de ellos, una extraña forma de viudez anticipada. ¡Pobrecillos!

            Pero los tiempos cambian y en la última elección los uruguayos estuvieron lo suficientemente desesperados o sucumbieron mayoritariamente a la estupidez de elegir un gobierno integrado —entre muchas otras figuritas ideológicas plesitocénicas—, por los guerrilleros del MLN Tupamaros. Es decir: asesinos, secuestradores y salteadores, quienes usufructuaron a su exclusiva conveniencia las bondades del sistema democrático una vez que les cayeron del cielo, gracias a un plebiscito democrático y libre, la absolución y la libertad. Una vez más, como tantas en la historia, el sistema democrático parece trabajar con el propósito de recetarse un harakiri.

            Han pasado apenas unos pocos años de aquel generoso plebiscito, de aquel inconsciente «borrón y cuenta nueva», cuando ya los compañeros y camaradas, en comandita o mejor dicho, en patota (único estado en que parecen sentirse a gusto), se ponen a la tarea de perseguir a quienes, por supuesto, no pudieron derrotar ni por broma ni por casualidad… Veámoslo bien: aprovecharon el plebiscito para sus viles propósitos, es decir, para que una partida de delincuentes quedara en libertad… Pero, una vez alcanzada la meta (recuérdese que los marxi-leninistas no saben de principios, ellos sólo se manejan en base a fines y objetivos), despreciando olímpicamente lo establecido por el plebiscito que les dio la impunidad y la libertad, ahora se dedican a perseguir a quienes estaban en el otro bando y tienen el mismo derecho que han tenido ellos. De acuerdo con la ley y con el sistema democrático, si ahora hay que mandar a ciertos militares y al mismo Bordaberry a la cárcel, entonces que vuelvan también tras las rejas todos los guerrilleros que mataron, robaron y secuestraron… Eso es lo que dicta la lógica más elemental, pero, por supuesto, aquí no se trata ni de lógica, ni de razón, ni de justicia, ni de nada por el estilo. De lo que se trata es de venganza. Una venganza cobarde contra aquéllos quienes, en el momento de la «acción revolucionaria», sencillamente los arrearon como a gallinas asustadas… Venganza contra quienes, una vez comprobadas las cualidades bélicas de aquella guerrilla (las mismas del agua: incolora, inolora, insípida y prácticamente inofensiva), decidieron recetarles un «hasta aquí», aunque sin llegar, ni por asomo, a perpetrar las matanzas y desapariciones que sí ocurrieron en países como Argentina o Chile, países de los cuales estos compañeros y camaradas de Uruguay han recogido y copiado, al carbón, las fructíferas demagogias de sus colegas ideológicos. Sin embargo, a todos aquellos quienes en los años 70 y 80 se las daban tan de guerrilleros (en su mayor parte, de opereta) y que promovieron la desestabilización y la violencia en sus respectivos países, habría que puntualizarles dos o tres cositas. La primera que, en todos los casos, quienes provocaron y agredieron fueron exclusiva e invariablemente, ellos. La segunda, que pretendieron desatar guerras internas en regla y toda vez que tuvieron ventaja, no se detuvieron ante nada. La tercera: que las guerras son un asunto de matar o morir, es decir, que son un asunto de hombres. Y la cuarta, que todos ellos acusan en extremos agudos la presencia de lo que he dado en bautizar como el «Síndrome Boabdil» (lloriquear, como mujeres, lo que no se ha sabido defender como hombres).

            En consecuencia, volveré a 1984 para citar, textualmente, algunos pasajes de la referida nota de JAQUE. Veamos: «…El método de la desaparición forzada de personas, instaurado como práctica generalizada en muchos países de América, ha alcanzado la horrenda cifra de 90,000 víctimas…». «…Los familiares de los desaparecidos, agrupados en cada país para luchar por la aparición con vida, nos reunimos en una federación latinoamericana de asociaciones de familiares (FEDEFAM), organismo internacional de carácter regional, no gubernamental, de los países de América Latina y el Caribe, que tiene su sede en Caracas...». «… FEDEFAM …también declaró a 1984, un año internacional de la lucha por el desaparecidos, y la semana del 21 al 27 de mayo, semana del desaparecido…». «…En Argentina, donde la desaparición fue principal clínica represiva, entre los miles de seres desaparecidos se cuentan 150 uruguayos…». «…En Uruguay, los familiares de 21 personas han hecho reclamos ante las autoridades públicas…». «…Con motivo de realizarse la semana del desaparecido tendrá lugar, este domingo en la iglesia de Paso del Molino una jornada de vinculación, extendida entre las nueve y las 18 horas…».

            Comenzaremos entonces, con la primera afirmación, que es digna de análisis y refutación: «…El método de la desaparición, ha alcanzado, en muchos países de América, la horrenda cifra de 90,000 víctimas…».

            En primer término, uno se pregunta cuáles habrán sido las fuentes que aportaron aquellos datos tan precisos; ¿Se trató de fuentes oficiales y comprobadas? ¿Fueron, tal vez, organismos internacionales? Obviamente no. Las fuentes más probables han sido todas aquellas organizaciones políticas de fachada operando en los diferentes países, incluidas las organizaciones de «derechos humanos», o sea: informadores interesados en difundir cifras convenientemente agrandadas. Podría haberse tratado, inclusive, hasta de alguna de las ramas de la tan marxistizada Organización de las Naciones Unidas, aunque… se conoce bien la sinceridad con que este organismo siempre vocifera, con farisaico entusiasmo, sobre las «atrocidades» perpetradas en cualquier país del Mundo Libre que se haya empeñado en defenderse de la agresión totalitaria. ¿Tendrá validez un testimonio de tal origen?

            Más… Prosigamos. Una vez aclarado el espinoso asunto de las fuentes de información, y visto el dudoso origen y el carácter eminentemente propagandístico (y ya sabemos la propaganda de qué y de quiénes), es razonable concluir que la cifra máxima que se les ocurrió fue 90,000 desaparecidos, que es como decir 90,000 muertos, ¿verdad? Pues bien, si los propios interesados en echar basura sobre las cifras y leña sobre el fuego no pasaron de los 90,000, bien pudiéramos especular que los «desaparecidos» en conflictos desarrollados en países de Latinoamérica y el Caribe podrían ser, en 1984, muchos menos que aquella cifra, pero jamás hubieran podido ser más... Si bien surgen de inmediato algunas preguntas insidiosas: ¿En qué lapso se registraron aquellas desapariciones? ¿En qué países tuvieron lugar? ¿Bajo qué regímenes se produjeron? (No olvidemos que, en 1984 y 1985 estaban dos regímenes comunistas con todos los bríos desatados en nuestro subcontinente: el interminable Fidel, en Cuba, y los compañeros sandinistas, en Nicaragua).

            Podemos deducir a la ligera (América Latina y el Caribe, abarcan 21 millones de kilómetros cuadrados y contaban entonces más de 350 millones de habitantes), que los culpables de las desapariciones, según los autores de aquella nota, eran los perversos gobiernos de facto, con tendencias «derechistas» (denominación bastante imprecisa, por cierto) y de corte militar, desde mediados de los 70 hasta mediados de los 80. Aquello significaría, sencillamente, poner en una misma bolsa a Argentina, Brasil, Chile, Paraguay, Perú, Bolivia, Guatemala, Honduras, El Salvador y Uruguay. Es decir: países con más de 200 millones de habitantes en su conjunto. Y la conclusión final sería: en una década, desapareció en aquellas naciones, por medio de las presuntas «desapariciones», entre un 0,3 y un 0,4 por mil de la población total. Pero decir esto lleva a una comparación inmediata: en las pocas décadas de su ruin existencia, el comunismo asesinó, a nivel mundial, alrededor de 150 millones de personas (según un estudio publicado por medios de prensa franceses en 1984). Tomando como medida a la población mundial de 1970, de unos tres mil millones, tenemos el asesinato de más de un 5 por ciento de la humanidad (el porcentaje es mayor, porque empezaron con los asesinatos en gran escala desde 1917). Otro dato estadístico lo proporcionaba el mismísimo JAQUE en aquel año de 1984, cuando publicó un reportaje titulado «Camboya: dos millones de muertos después», reseñando cómo se las ingenió un gobierno comunista —el de los Khmer rojos— para aniquilar, en tan sólo cuatro años, la tercera parte de la población de aquel desdichado país asiático.

            El punto siguiente tiene que ver con las facultades y prerrogativas que la FEDEFAM se arrogó desde un principio: declarar a 1984 (Orwell debe haber sonreído desde el más allá) «año internacional de la lucha contra la desaparición forzada», y decretar una semana del desaparecido (del 21 al 27 de mayo, si bien hubiera sido apropiado extenderla hasta el 28, para así incluir Armenia, nación mártir nacida en esa última fecha y desaparecida en 1928 entre las garras del imperialismo moscovita)... ¡Vaya soltura la de la organización de marras!  El cuarto ítem tiene que ver con la infaltable referencia a la «dictadura militar argentina» (las comillas son nuestras, por si alguien lo duda), ese país vecino donde el advenimiento de la panacea democrática del inefable e intervencionista señor Alfonsín (el mismo que asumió improcedentes actitudes de hostilidad y desafío contra Uruguay, llegando a mandarnos un embajador en un buque de guerra, y otras lindezas por el estilo… Liberales, que les dicen…), desató lo que muy correctamente la revista SOMOS, en la edición correspondiente al 13 de enero de 1984 calificara como «La demagogia de los cadáveres». La seguridad sobre la existencia de millares de desaparecidos, donde se contaban ciento cincuenta uruguayos. ¿Qué asidero tendrían aquellas cifras? Vaya uno a saber a ciencia cierta. Pero ténganse, eso sí, muy presentes a las célebres «Madres de Plaza de Mayo» y otras organizaciones por estilo, del mejor cuño marxista. Detalle que mueve a reflexionar sobre el hecho de que nunca, hasta el año de Gracia de 2006, se haya visto que madres o familiares de los numerosos soldados, policías o civiles que fueron asesinados (o secuestrados, o torturados) por la sedición marxista salieran a la calle, para injuriar soezmente a los tupamaros que estuvieron detenidos o a los líderes de la izquierda uruguaya. ¿Será, acaso, que mientras unos se alimentan con odio y resentimiento, otros lo hacen con amor? ¿O será que mientras unos están magníficamente organizados y financiados, los otros carecen de todo apoyo, de cualquier tipo de estímulo o de la mínima promoción?

            Pero pasemos al siguiente punto: según JAQUE, o sea en este proceso cívico-militar, en Uruguay, han declarado un saldo de veintiún desaparecidos. O sea, un desaparecido uruguayo por cada 4,300 desaparecidos en los restantes países de Latinoamérica y el Caribe, en las décadas de 1970 y 1980. Y son expresiones de JAQUE, no mías: veintiún desaparecidos. Pero las comparaciones sí serán mías y las estadísticas que surgen decoración, también. Veamos lo siguiente:

  1. Veintiún desaparecidos en 11 años de «Proceso», no llegan a tan siquiera dos por año. Pero digamos dos, con mucha buena voluntad.
  2. Oficialmente, la URSS (santa madrecita de los veintiún desaparecidos) reconocía para 1984 que en todo su territorio se aplicaba, cada año, la pena de muerte a cuando menos 500 ciudadanos. Once años por 500 arrojaría el bonito número de 5,500 ejecutados. Frente a estas cifras, la dictadura de los militares uruguayos resulta patéticamente morigerada: por cada desaparecido en Uruguay, los rusos habían ejecutado oficialmente a 262 personas.
  3. Si vamos a los 150 millones asesinados por el comunismo en la URSS entre 1917 y 1991, y los dividimos entre 21 desaparecidos en Uruguay, la comparación es todavía más desoladora: 7:140.000 asesinados contra un desaparecido.
  4. Si se recurriera a comparaciones menos lejanas, he ahí Camboya, donde entre 1965 y 1989 los comunistas asesinaron a dos millones, o sea, la tercera parte de la población contra 21. Los dos millones de Camboya divididos entre los veintiún de Uruguay significan una diferencia de casi cien mil contra uno.
  5. Pero volvamos a Uruguay: Veintiuno en una población de 3,5 millones; significa un desaparecido por cada 160,000 habitantes. Claro que si lo tomamos por año, ello significará un desaparecido por cada millón 750 mil habitantes.
  6. Tomando tan sólo a los 300 mil y pico de ciudadanos uruguayos que en 1971 otorgaron su confianza a la coalición dominada FRENTE AMPLIO: comprobaremos que 318,000 dividido ente 21 significaría un desaparecido por cada 15,237 personas.

            Razonando a priori y sin mucho esfuerzo, podemos encontrar un número de causas que, entre 1973 y 1984 hayan incidido con mucha mayor virulencia que las «desapariciones forzadas», para sacar a los uruguayos de este convulsionado mundo:

  • Los accidentes de tránsito, en un mes promedio, podrían llevarse al otro mundo bastante más de veintiún habitantes de este suelo. En un año, no digamos.
  • Los crímenes pasionales.
  • Los infartos provocados por resultados deportivos (adversos o favorables).
  • La gula desenfrenada.
  • Los excesos en el amor (¡Ejem!).
  • Los aborteros clandestinos (eliminando madres).
  • Todos los aborteros juntos (eliminando chiquilines).
  • Los malos médicos (generalmente frenteamplistas… de esos que se enojaban cuando la intendencia colorada pretendía usufructuar, publicitariamente, alguno de sus retoños), por algún diagnóstico complicado que nunca falta, sobre todo cuando se trata de pacientes poco pudientes.
  • Enfermedades tales como el cáncer o las afecciones cardíacas.
  • La sedición marxista, que entre 1976 y 1973 —o sea en sólo siete años— asesinó sin remordimientos de ninguna índole a bastante más de veintiún uruguayos (policías, militares y civiles).

            Y no es que se justifiquen ni la desaparición (siquiera supuesta) ni la muerte (supuesta también) de nadie. La vida humana es demasiado preciosa como para bromear siquiera sobre el deceso de una sola persona, cualesquiera sean sus ideas, sus creencias o su filosofía. Pero, sencillamente, es bueno dar una idea, a través de este análisis y de las comparaciones y deducciones de él derivadas, de cómo una propaganda interesada magnífica las cosas. Tan cruel no habrá sido un régimen (con los errores y falencias que lógicamente se le reconocen), que tan escaso costo de vidas arrojó, en las palabras de sus propios enemigos, tras una «represión» de 11 años. Esto me recuerda las afirmaciones vertidas —hacia finales de 1984— por el cómico Ricardo Espalter, en un programa que se emitía todos los días a las 12:30 por canal 5: expresando que «sus hijos se habían tenido que criar, en los últimos años, en el marco de un estado represivo y militarizado, viendo soldados y armamentos por todos lados y a todas horas». Ciertamente, el tipo aparecía ante cámaras bien gordo, orondo y lustroso, porque no le había faltado un buen pasar durante el «Proceso». Sus afirmaciones, propias de un típico oportunista, eran tan estúpidas como mentirosas, y apuntaban desde entonces a deformar la realidad del país.

            Volviendo a 2006 y al artículo de Seoane: es muy positivo que los familiares de las víctimas de la sedición marxista se organicen, griten fuerte y reclamen sus derechos. Resulta evidente que no contarán con ningún apoyo internacional, ni recibirán subvenciones de organismos internacionales, ni tendrán «buena prensa» dentro o fuera del Uruguay. Pero nada de eso importa cuando se tiene la verdad en la mano y cuando aquello que se esgrime es la justicia en su estado más puro. Que no les arredre enfrentarse a la hidra marxistoide. En 1984 y 1985 todavía pensábamos que la URSS podría devorarse al mundo con su tenebroso arsenal de armas convencionales y nucleares, con sus ejércitos de espías, con sus conspiraciones e insidias interminables y con sus legiones de cipayos y corifeos… Pero en muy pocos años, aquel gigante que parecía invencible e indestructible se desmoronó, ahogado entre las fetideces infames de su propia podredumbre. Y eso sucederá, tarde o temprano, con todos los mercaderes de la mentira, con los especuladores del dolor. Porque, mal que les siga pesando (es un dolor que deberán llevarse a la tumba), su adorada URSS está más muerta que Nerón o Calígula; la China continental conserva, de comunista, apenas el nombre… Y lo que ahora tenemos y sufrimos en buena parte de Latinoamérica es una colección de payasos grotescos a quienes, más temprano que tarde, la historia se encargará de poner en su lugar.

1
 
pirnt
  mail  
up
 
21
Informe Uruguay se halla Inscripto en el Registro de Derechos de Autor en el libro 30 con el No 379
Depósito legal No. 2371 deposito Nos. 338018 ley No - 9739, dec 694/974 art. 1 inc A
20
Los artículos firmados son de exclusiva responsabilidad del autor y no reflejan, necesariamente, la opinión de Informe Uruguay
20