MEDIO SIGLO,
¿QUIEN LO DIRIA?
Por Helena Arce
|
|
Este jueves 11 próximo pasado, hizo veinticinco años exactos, de aquel en que Mr. A me despertó por la mañana, diciéndome: "¡Hola! ¿Qué hacés cuarto de siglo?", admirado tal vez, porque su pequeña, la bebé, ya llegaba a ese momento.
A mi misma me admira, yo que aterricé en este mundo como suelo decir, con la borrita, siendo siempre la más chiquita de todos, ver llegar esta fecha.
Es imposible verla acercarse, sin pensar como será el día después.
Cumplí hace ya dos décadas treinta años, y empezó en esos días la mejor etapa de mi vida. Poco antes había llegado quien compartiría mi casa, mi cama y mis sueños. El, de quien llegaría mi niño, hoy ya no tan niño. Diez años después, todo seguía siendo bueno, pues si bien ya había partido Mr. A, siempre seguí sintiendo cerca su halo protector, en los peores y en los mejores momentos. Asumí mi madurez aquellos días con tranquilidad, creyendo que se acercaba la etapa de la cosecha.
Hoy al acercarse mi medio siglo, etapa que sin duda ni aspiro ni llegaré a cumplir nuevamente, la realidad con sus vaivenes, sigue siendo generosa conmigo, aun espero seguir sembrando.
Es cierto, ya no soy la hija de nadie, pero lo fui. A mi lado está, para siempre espero, el mismo hombre, ese quien puso un punto de quiebre en mi biografía, mi esposo, mi amigo, mi amante. Y por sobre todo esta mi niño, ese que amenaza hacerme suegra y algún día me hará abuela. Verlo realizado, con su compañera, la que él elija, feliz, cumplidas sus aspiraciones, ya sean estas triunfar con su música o estudiar el origen de las religiones en la cuna del mundo, es tal vez el obsequio supremo, que le pida al destino. Ese casi hombre, que no deja de asombrarme con su existencia. Ese, quien por más que sobrepasa con su estatura largamente mi cabeza, no puedo dejar de ver como a mi niño. El que le dio sentido a mi paso por este mundo, como algún día Mr. A escribió sobre nosotras, sus hijas.
Puedo agradecer por mi familia, la que me legaron mis padres, esa con la que sobrellevamos en conjunto, las penas y disfrutamos las alegrías.
Y como no hacerlo por esos amigos que la vida me regaló. Sigo sin creer en la elección de los amigos, a los amigos la vida los va regando en el camino y uno va encontrando esas ofrendas paso a paso.
Hoy puedo decir confieso que me he equivocado, he "cometido" tantos errores y fracasos, he sufrido, confieso que he vivido.
Pero aun me restan años, quiero la fuerza para salir adelante, quiero a mi conciencia que me grita la imperiosa necesidad de enmendar mis culpas. Pido satisfacer a aquellos, a quienes por no haber estado a la altura de las circunstancias, les he fallado. Justificarme, tal vez, en que a veces la altura era más alta, de lo que yo en mi pequeñez podía observar. Poder decir que a pesar de todo, no he sido en el balance, imperioso balance que me exigen mis cincuenta años, tan mala persona.
He sido tan solo una mujer, con equivocaciones y algún acierto, con profundos pesares y hermosas alegrías. He amado, amo, soy y he sido amada.
Y por sobre todo, he logrado aprender, que puedo aun seguir aprendiendo.
|