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Año V Nro. 342 - Uruguay, 12 de junio del 2009   
 
 
 
 
historia paralela
 

Visión Marítima

 

Cigüeñas e Impuestos
Esclavos del gobierno
por Eduardo García Gaspar

 
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          La cigüeña estaba muerta del miedo. Había sido llamada con urgencia por el león. Si ella decidía no asistir, seguramente sufriría consecuencias terribles. El león mismo se encargaría de matarla.

          Más o menos así se siente uno en los tiempos de la declaraciones de impuestos. El león ha mandado llamar al ciudadano a pagar impuestos. No hacerlo, como es la reacción más natural, sería igual a arriesgar la vida con penas y multas de consideración.

          Ya frente al león, la cigüeña se inclina y después de la profunda reverencia pregunta al león en qué le puede ella servir. El león la mira de reojo, con cierto desdén, y le dice, “Te he mandado llamar y has venido pronta haciendo caso de mi invitación. Me alegra que lo hayas hecho por tu propia voluntad”.

          La cigüeña, sabiendo que de no venir hubiera perdido la vida, pregunta al león qué es lo que ella puede hacer por él y le asegura que está dispuesta a ayudarlo en lo que le ordene. Ante tal afirmación, el león le dice, “Devorando a una cigüeña, conocida tuya, uno de sus huesos se me ha atorado en la garganta y no puedo sacarlo. Quiero que metas tu cabeza en mi boca y con tu largo pico retires ese hueso”.

          Sentimientos similares se tienen al declarar los impuestos. Uno ha visto cómo el gobierno se ha alimentado de otras personas iguales a uno y sin recato ni pena sigue pidiendo que uno vaya a ayudarle y colaborar con él.

          La cigüeña duda ante tamaña petición, pero razona de la misma manera: si no le ayudo, brincará sobre mí y me comerá; pero si le ayudo, quizá me dé alguna recompensa. Con extrema precaución, mete su cabeza en la boca del león, encuentra el hueso atorado en su garganta, lo retira, saca la cabeza y coloca el hueso a los pies del león, el que con lentitud vuelve sus ojos a ella, que se ha retirado unos pasos.

          “Quizá, señor león, quiera usted concederme alguna recompensa por el servicio prestado”, dice la cigüeña con temor mirando al piso. El león la ve con una mirada furiosa y ruge diciendo, “¿Qué te sucede? Ya es bastante privilegio y muy grande premio el permitirte que hayas tenido tu cabeza dentro de mi boca y no la haya yo cerrado. Vete y considera lo privilegiada que has resultado en este menester”.

          La historia, que es relativamente conocida, su argumento básico está dentro de las fábulas de Esopo. Usted la puede usar para ilustrar alguna experiencia o consejo. A mí me recuerda, como ya lo dije, el pago de impuestos. Después de pagarlos, y ver que ellos en realidad no producen gran cosa de beneficio público, se deja la declaración en la oficina gubernamental pensando en que al menos en esta ocasión, el gobierno no lo ha devorado a uno, aún.

          Para Esopo, la moraleja es aprender que de los malvados no puede esperarse recompensa alguna, incluso después de serles de servicio y ayudarles en alguna tarea, así sea de gran importancia. Escapar de sus garras y los daños que ellas producen, ya es premio de consideración.

          Los gobiernos son la única institución en una sociedad que posee legitimidad en el uso de la fuerza. Se necesita esta cualidad para poder tener un estado de derecho. Sin fuerza no podría castigarse a quienes violan la ley. Los problemas surgen cuando las leyes rebasan sus límites naturales, por ejemplo, cuando decretan impuestos excesivos que se cobran por la fuerza.

          El ciudadano trabaja y por eso tiene ingresos. Una parte de esos ingresos es reclamado como impuesto. Es decir, sin lugar a dudas, los impuestos son iguales a trabajar para el gobierno, lo que se conoce como esclavitud y que es una violación de los derechos humanos. Entiendo que es necesario pagar por servicios gubernamentales, pero si ellos son de mala calidad el pago de impuestos se vuelve injusto.

          La cosa empeora por otra razón, que tiene un ejemplo muy actual. La crisis económica, según los gobiernos de todas partes, puede ser remediada con una elevación del gasto gubernamental para reactivar a la economía. Esta es una de las tonterías más grandes que se han dicho en toda la historia humana.

          Para gastar más, los gobiernos tienen que elevar los impuestos, ahora o en el futuro. O sea, que quien dice que con más gasto gubernamental se remedia la crisis, en realidad está diciendo que con más impuestos se solucionan las cosas. O más desnudo el asunto, que con más esclavitud, la gente vivirá mejor y se resolverá la crisis.

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